Ante la posibilidad del próximo anuncio de la fecha de la ceremonia de canonización de los Papas Juan XXIII y Juan Pablo II, publicamos algunas anécdotas, textos y oraciones para la devoción a los dos futuros santos
Vídeo: El Papa Francisco canonizará a Juan Pablo II y a Juan XXIII
Oración para pedir la intercesión de Juan XXIII
Infinitas gracias doy a Dios, porque desde siempre te eligió para tan altos misterios, y te adornó con las virtudes de la caridad, pobreza, humildad y obediencia.
Te pido nos alcances la paz para todos los pueblos, la unidad de las iglesias, la caridad para todos los hombres.
Tú, el Papa Bueno, ayúdanos a vivir como verdaderos hijos de Dios, como fieles discípulos de Jesús y apóstoles de su palabra. Te pido de manera especial, por todas las familias para que sean santuario de vida y amor, bendícelas y líbralas de todo mal.
Intercede por todos nosotros en unión de nuestra Madre Santísima María. Amén.Oración para pedir la intercesión de Juan Pablo II
Oh Trinidad Santa,
Te damos gracias por haber concedido a la Iglesia al Papa Juan Pablo II y porque en él has reflejado la ternura de Tu paternidad, la gloria de la cruz de Cristo y el esplendor del Espíritu de amor.
Él, confiando totalmente en tu infinita misericordia y en la maternal intercesión de María, nos ha mostrado una imagen viva de Jesús Buen Pastor, indicándonos la santidad, alto grado de la vida cristiana ordinaria, como camino para alcanzar la comunión eterna Contigo.
Concédenos, por su intercesión, y si es Tu voluntad, el favor que imploramos, con la esperanza de que sea pronto incluido en el número de tus santos. Amén.
Anécdotas de Juan XXIII
Cuando lanzaron el primer cohete a la luna con su alunizaje en ella, publicaron los periódicos la noticia con gran impacto y espectaculares titulares sensacionalistas. El papa Juan XXIII se limitó a comentarlo con sus íntimos moviendo lentamente la cabeza mientras exclamaba varias veces: «Hay tanto que hacer en la tierra, ¡hay tanto que hacer!».
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Contaba un obispo francés que, al final de la primera sesión del concilio, un día habló con Juan XXIII sobre el discurso de apertura, y el Papa le decía: «La verdad es que en el discurso de apertura que dirigí a los obispos al empezar el concilio, no había visto tantas cosas como luego, estudiándolo, encontraban los obispos. Sin embargo, ahora, cuando lo releo, también yo las encuentro... Se ve que el Espíritu Santo es más listo que todos nosotros».
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Regresaba un día al Vaticano con su secretario después de haber visitado un asilo de ancianos y de haberles obsequiado algunos regalos. Al pasar por delante de una casa, el secretario, señalándola, le dijo: «Santidad, en esta casa vive el profesor Lolli, redactor de L´Osservatore Romano. Tiene a su mujer muy enferma. ¿No podría enviarle una bendición?»
El papa le contestó: «Es difícil mandar una bendición por el aire, don Loris. ¿No es mejor llevársela personalmente?»
Y sin avisar, como tantas veces hacía, estaba llamando a la puerta del redactor del diario para llevarle la bendición en persona...
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Al principio de su pontificado, Juan XXIII tuvo que posar para los fotógrafos, para que éstos hicieran las fotografías oficiales del nuevo Papa. En una ocasión, inmediatamente después de posar ante las cámaras, recibió en audiencia a monseñor Fulton Sheen, que era un obispo muy conocido en Estados Unidos porque predicaba en televisión. Al saludarle, Juan XXIII le manifestó con toda sencillez: «Mire, Dios nuestro Señor supo ya muy bien desde hace setenta y siete años que yo había de ser Papa. ¿No pudo haberme hecho más fotogénico?»
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Cuentan que en su primera noche como Pontífice pidió al cardenal Nasalli que se quedara a cenar con él. Pero el purpurado le dijo que era costumbre que los Papas comieran solos, a lo que el recién elegido respondió: «¡Tampoco de Papa van a dejarme hacer lo que me dé la gana!». El cardenal, accediendo a la petición preguntó: «¡Santidad!, ¿puedo traer champán?». Juan XXIII respondió: «¡Sí, por favor, pero no me llame Santidad, que cada vez que así lo hace me parece que me está tomando el pelo!».
Anécdotas de Juan Pablo II
En su última celebración del Corpus Domini que presidió en 2004, el Papa ya no podía andar, de forma que hubo que fijar su silla a la plataforma del vehículo dispuesto para la procesión. Delante de él, sobre el reclinatorio, se exhibía el ostensorio con el Santísimo Sacramento. Poco después de la partida, Juan Pablo II se dirigió a uno de los maestros de ceremonias y le preguntó si podía arrodillarse. Con delicadeza, éste le explicó que era demasiado arriesgado, dado que el recorrido era bastante accidentado y eso menguaba la estabilidad del vehículo. Pasados unos minutos el Papa repitió:
─ «Querría arrodillarme».
Le respondieron que esperase a que el firme fuese mejor. Unos instantes después dijo:
─ «Ahí está Jesús, ¡por favor!»
Los dos maestros de ceremonias lo ayudaron a arrodillarse en el reclinatorio. Como no lograba sostenerse con las piernas, el Papa intentó sujetarse aferrándose al borde de aquel, pero, casi de inmediato, tuvieron que sentarlo de nuevo en la silla.
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Cuenta el Cardenal Coppa, sobre un viaje del Papa a República Checa en el año 1995, cuando ya comenzaba a usar bastón a causa de su salud:
«La primera noche de aquel viaje, luego de volver de la cena con los obispos, bajó a la capilla ante el Santísimo. Las hermanas habían preparado para él un gran reclinatorio, pero prefirió rezar en uno de las bancas habituales. Yo lo acompañaba, esperándolo afuera de la capilla... La noche siguiente tuve que responder a una llamada urgente y no pude acompañarlo a la capilla. Llegué luego, cuando ya estaba arrodillado. Antes de entrar escuché como una música distinta, y cuando abrí silenciosamente la puerta, escuché cómo, arrodillado en la banca, cantaba ante el tabernáculo. Nunca he olvidado ese delicado canto, que era como un coloquio de amor con Cristo...».
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Un día, Monseñor Álvaro del Portillo, Prelado del Opus Dei, esperaba para ser recibido en audiencia por Juan Pablo. Al oírle llegar, notó que lo hacía arrastrando los pies. El Prelado le comentó: «¡Qué cansado está, Santidad!». A lo que el Papa replicó de inmediato: «Si a estas horas de la noche el Papa no estuviera cansado sería porque hoy no habría cumplido con su deber».
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En 1994, la revista Time nombró a Juan Pablo II “Hombre del año”. Su portavoz le mostró la portada y el Papa le dio la vuelta. Su asesor se la mostró de nuevo y el Papa de nuevo la giró. «Santidad, ¿no le gusta la revista?», le preguntó. «Quizá −dijo− es que me gusta demasiado».
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En 2001 el Papa realizó un histórico viaje a Grecia, donde pudo reunirse con los obispos ortodoxos. En uno de los encuentros con el Arzobispo de Atenas, Su Beatitud Christodoulos, Juan Pablo les comentó que tenía una gran ilusión de rezar el Padre Nuestro con él en griego, y él también lo quiso y lo rezaron juntos en voz alta. Este gesto importante −hacía diez siglos que no sucedía algo así− no fue improvisado: el Papa, antes del viaje, había recitado durante varios días el Padre Nuestro en griego, para aprenderlo.
El ‘Decálogo de la serenidad’ de Juan XXIII
1. Sólo por hoy, trataré de vivir exclusivamente al día, sin querer resolver el problema de mi vida de una vez.
2. Sólo por hoy, tendré el máximo cuidado de mi aspecto; trataré de ser cortés; de no criticar a nadie ni pretender disciplinar a nadie, sino a mí mismo.
3. Sólo por hoy seré feliz en la certeza de que he sido creado para la felicidad, no sólo en el otro mundo, sino en éste también.
4. Sólo por hoy, me adaptaré a las circunstancias, sin querer que las circunstancias se adapten a mis deseos.
5. Sólo por hoy, dedicaré treinta minutos de mi tiempo a una buena lectura recordando que así como el alimento es necesario para la vida del cuerpo, la buena lectura es necesaria para mi mente y espíritu.
6. Sólo por hoy, haré una buena acción a favor de alguien que solamente yo sabré.
7. Sólo por hoy, haré dos acciones positivas que no sean de mi agrado y procuraré que nadie se entere.
8. Sólo por hoy haré por lo menos una cosa que no deseo hacer; y si me sintiera ofendido en mis sentimientos, procuraré que nadie se entere.
9. Sólo por hoy, haré un programa detallado. Quizá no lo cumpliré íntegramente, pero lo redactaré. Y me cuidaré de dos calamidades, la prisa y la indecisión.
10. Sólo por hoy, no tendré temores, no tendré miedo a gozar de lo que es bello y de creer en la bondad. Puedo hacer durante un día lo que me descorazonaría si pensase tener que hacerlo durante toda mi vida.
Oración de Juan Pablo II al Espíritu Santo
Espíritu Santo, dulce huésped del alma, muéstranos el sentido profundo del gran Jubileo y prepara nuestro espíritu para celebrarlo con la fe, en la esperanza que no defrauda, en la caridad que no espera recompensa.
Espíritu de verdad, que conoces las profundidades de Dios, memoria y profecía de la Iglesia, dirige la Humanidad para que reconozca en Jesús de Nazaret el Señor de la gloria, el Salvador del mundo, la culminación de la Historia.
Ven, Espíritu de amor y de paz.
Espíritu creador, misterioso artífice del Reino, guía la Iglesia con la fuerza de tus santos dones para cruzar con valentía el umbral del nuevo milenio y llevar a las generaciones venideras la luz de la Palabra que salva.
Espíritu de santidad, aliento divino que mueve el universo, ven y renueva la faz de la tierra. Suscita en los cristianos el deseo de la plena unidad, para ser verdaderamente en el mundo signo e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad del género humano.
Ven, Espíritu de amor y de paz.
Espíritu de comunión, alma y sostén de la Iglesia, haz que la riqueza de los carismas y ministerios contribuya a la unidad del Cuerpo de Cristo, y que los laicos, los consagrados y los ministros ordenados colaboren juntos en la edificación del único Reino de Dios.
Espíritu de consuelo, fuente inagotable de gozo y de paz, suscita solidaridad para con los necesitados, da a los enfermos el aliento necesario, infunde confianza y esperanza en los que sufren, acrecienta en todos el compromiso por un mundo mejor.
Ven, Espíritu de amor y de paz.
Espíritu de sabiduría, que iluminas la mente y el corazón, orienta el camino de la ciencia y la técnica al servicio de la vida, de la justicia y de la paz. Haz fecundo el diálogo con los miembros de otras religiones y que las diversas culturas se abran a los valores del Evangelio.
Espíritu de vida, por el cual el Verbo se hizo carne en el seno de la Virgen, mujer del silencio y de la escucha, haznos dóciles a las muestras de tu amor y siempre dispuestos a acoger los signos de los tiempos que Tú pones en el curso de la Historia.
Ven, Espíritu de amor y de paz.
A Ti, Espíritu de amor, junto con el Padre omnipotente y el Hijo unigénito, alabanza, honor y gloria por los siglos de los siglos.
Amén.
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