Benedicto XVI nos desafía a todos y nos muestra su juventud: un mundo distinto es posible…<br /><br />
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Una vida que incluye, que abre las puertas e invita a entrar; una Iglesia que refleje a Cristo que perdona y abre los brazos para recibir a todos: esa Iglesia debemos ser cada uno
Publicamos la versión completa del artículo en el que el P. Mariano Fazio, Vicario Regional del Opus Dei en Argentina, comenta en ‘Clarín’ el mensaje de Benedicto XVI a los jóvenes del mundo, en la Jornada Mundial de la Juventud Madrid 2011.
Todos los tiempos de la historia plantean un desafío a nuestra fe. Para nosotros, los cristianos del siglo XXI, radica en la apertura y la autenticidad. En reconocer y valorar la diversidad de dones y de formas de vivir la unión con Dios, y con sencillez dar testimonio de nuestro encuentro con Él, el testimonio vivencial de que Dios llena el alma de felicidad y redunda en bien de los que tenemos al lado. Una vida que incluye, que abre las puertas e invita a entrar; una Iglesia que refleje a Cristo que perdona y abre los brazos para recibir a todos: esa Iglesia debemos ser cada uno.
Quizá en otro tiempo, la luz de Dios resplandecía en las catedrales, las mitras, las cátedras, las leyes: hoy debe relucir en los cristianos comunes y corrientes. Juan Pablo II, siguiendo a Pablo VI, ha dicho que nuestra época necesita testigos antes que maestros, más poner el hombro que dar sermones. Para recuperar la luz de la fe, los demás deberían poder ver a Dios cuando miran a los ojos de los cristianos. Deberían encontrar paz, compresión, ánimo, ilusión, humildad, generosidad, alegría.
Vivimos días de búsqueda, en los que palabras como indignación, revuelta, manifestación, insatisfacción, poseen una especial resonancia. La sociedad de consumo no logra saciar al hombre, y los jóvenes lo denuncian. Ese es nuestro eclipse. Sin embargo, los hombres y las mujeres de hoy no renunciamos a los ideales grandes, queremos gritar con fuerza lo mismo que hace tantos años “¡Libertad, Igualdad, Fraternidad!”. No queremos ceder al cinismo o al conformismo.
Benedicto XVI nos dice que Jesús es el camino para llenar estas expectativas: la vida cristiana es encuentro personal con Cristo. No es una ideología, una doctrina, un programa ético. Es diálogo, confianza, amor. «El hombre en verdad está creado para lo que es grande, para el infinito. Cualquier otra cosa es insuficiente. San Agustín tenía razón: nuestro corazón está inquieto, hasta que no descansa en Ti». En medios de estas tinieblas, los cristianos debemos ser luz: este es el mensaje del Papa. Luz que haga brillar a los demás, con sus talentos y sus aportes.
San Josemaría dejó escrito: «Estas crisis mundiales son crisis de santos». ¡Qué distintos sería el mundo si más cristianos fuéramos santos! Si hubiera más Madres Teresas, más Juan Pablos II, más Ceferinos, más Juanes Bosco… personas como nosotros que reflejaron en su vida la vida de Jesús y fueron fuentes inagotables de paz y esperanza, dejando a su paso un sendero luminoso y alegre.
La juventud no es solo una cuestión de edad, es una cualidad del alma. El alma que tiene proyectos, que piensa que los sueños se pueden lograr, que se ilusiona con que un mundo mejor es posible. Benedicto XVI nos desafía a todos y nos muestra su juventud: un mundo distinto es posible, que tu vida no sea una vida estéril, que sea algo grande, depende de vos: si dejás entrar a Dios en ella, puede ser como la vida de Dios.