Amenazado por exhibir una cruz en el salpicadero de la camioneta de la empresa
LaIglesiaEnLaPrensa.com
Colin Atkinson dio a todos una lección de laicidad, defendiendo con tenacidad sus derechos
A estas alturas, me parece un dato comprobado que las polémicas (europeas) con motivo de la exposición pública de símbolos religiosos cristianos no las promueven seguidores de otras religiones.
Por lo general, no se trata de la reacción de minorías que se sienten discriminadas por la religión mayoritaria. No. Los promotores suelen ser militantes de determinadas corrientes ideológicas que postulan (eso sí, como si fuera un credo religioso) la desaparición de esos símbolos de la esfera pública (especialmente, de los cristianos).
Así pues, son gentes que pretenden imponer a todos su propia visión, que consiste no en el pluralismo de símbolos, sino en la supresión de símbolos, en la pared vacía, como si se tratara de la única vía.
Esto viene a propósito de la historia del electricista inglés que, por el hecho de exhibir una cruz en el salpicadero de la camioneta de la empresa, fue amenazado de despido. Desconocía cómo había terminado el caso, así que he recuperado algunas informaciones sobre este hombre, Colin Atkinson (foto), de 64 años, parroquiano de una iglesia pentecostal.
Me entero con sorpresa de que todo había empezado hace quince meses (yo pensaba que era una historia de estos días), cuando uno de los capataces le dijo que quitara el crucifijo. Atkinson quiso saber en base a qué reglamento interno emitía esa orden, pues en 14 años nunca tuvo problemas.
Se descubrió que, en efecto, no había ningún reglamento, y que nadie había dicho nada ante los símbolos expuestos por sus compañeros musulmanes o sikhs, ni tan siquiera ante el póster del Ché Guevara exhibido en el despacho de su jefe.
Como respuesta, la empresa emitió una nueva regla: todos los símbolos personales deben ser quitados de las camionetas. Con lo que no contaba la empresa fue con la reacción popular: Atkinson fue invitado a muchos programas de televisión y en algunos sondeos realizados en directo el 100 % del público votó a su favor.
Se demostró que no era ningún fanático ni anti nada. «Nadie se quejó nunca, ni mis colegas ni mis clientes». Atkinson fue víctima de un ataque de “corrección política” que sufrió su capataz, y los otros jefes. Al final, como buenos británicos, supieron recobrar el sentido común. Y el electricista inglés dio a todos una lección de laicidad, defendiendo con tenacidad sus derechos.