”Elegido Papa, Benedicto se convirtió en párroco; la Iglesia descubrió un pastor y no sólo un teólogo, y el mundo su irrenunciable punto de referencia”
La Iglesia celebra hoy con alegría el 6º aniversario de la elección del Santo Padre Benedicto XVI. Nos unimos a este feliz aniversario y elevamos a Dios, de un modo especial, nuestra oración por el Papa que nos ha dado, para que lo proteja, preserve su vida, lo bendiga en la tierra y lo defienda de sus enemigos.
¡A Benedicto, Sumo Pontífice y Padre universal, paz, vida y salud perpetua!
Ofrecemos, en esta feliz ocasión, el bellísimo testimonio del vicedecano del Colegio Cardenalicio, el cardenal Roger Etchegaray, que ha sido publicado en el periódico Avvenire:
La mesa de trabajo está llena como siempre: buen signo de actividades en curso. El teléfono suena, pero primero es necesario adivinar la dirección del sonido y excavar entre los papeles —libros, periódicos, correo, recortes— para encontrar el aparato y luego la pluma para tomar nota de la próxima cita en esta casa que, más que un hogar, hace pensar en una galería de recuerdos de tantos viajes para el mundo. La maleta, ahora, está en un rincón, pero a los 88 años el cardenal de las “misiones imposibles”, el francés Roger Etchegaray, no la pierde de vista. Quién sabe… También los cardenales tienen sueños; y el de Etchegaray se llama China.
Mirar hacia delante es un don que no envejece, sobre todo si el tiempo es marcado por el calendario siempre actualizado sobre la vida de la Iglesia: nunca tan intenso como en este comienzo de la Semana Santa que marca también el recuerdo de los seis años de pontificado de Benedicto XVI, sucesor de Juan Pablo II, que el primero de mayo será proclamado beato.
«He aquí: es necesario partir de este providencial entrelazamiento para enmarcar mejor también estos primeros seis años de pontificado. Porque el primero en estar feliz por esta beatificación será precisamente el Papa Benedicto, su inmediato sucesor en la cátedra de Pedro y, como cardenal, uno de los más estrechos e inmediatos colaboradores del Papa venido de lejos».
Cuando habla del Papa, Etchegaray ya no parece un cardenal de largo (y honradísimo) curso que ha dado la vuelta el mundo a lo largo y a lo ancho por las rutas de todas las crisis. Lo que muestra es un candor que no sólo sorprende sino que desarma, desde el momento que, para remontarse al tiempo del primer encuentro con Joseph Ratzinger, es necesario hablar del Concilio, donde se encontraron de frente dos jóvenes consultores con un futuro por delante. Vinieron luego los tiempos de Europa, Etchegaray primer presidente de los obispos continentales y el entonces arzobispo de Munich entre los primerísimos interlocutores sobre los grandes temas del viejo continente. Sin embargo, el largo tramo del camino común se ha convertido, desde hace seis años, sólo en un privilegio más; y muchos de los otros privilegios se mantienen reservados, envueltos en una forma de delicadísima discreción. Ha sido el Papa Benedicto, apenas elegido, quien le recordó que un amigo suyo, Georg Thurmayer, fue huésped por mucho tiempo, durante la ocupación nazi en Espelette, en el ambiente donde Etchegaray nació. Y cuando Benedicto XVI fue a encontrarlo en el Gemelli, después de la caída de la noche de Navidad en San Pedro, el cardenal regaló a un muy pequeño grupo de amigos las fotos con el Papa: ese gesto se le grabó en el corazón.
«Del Papa Benedicto se tiene a veces la sensación de conocer todo, empezando por su enorme y densa producción teológica. Pero, a decir verdad, apenas se comienza a descubrirlo, o más bien, a descubrir que es un Papa en el ejercicio de su función pastoral, en el sentido de que es un pastor que guía a su grey sobre todo en las tempestades. Elegido Papa, Benedicto se convirtió en párroco; la Iglesia descubrió un pastor y no sólo un teólogo, y el mundo su irrenunciable punto de referencia».
¿Párroco?
«Sí, precisamente así. ¿No ha comenzado definiéndose un “trabajador en la viña del Señor”? Su homilía en el Domingo de Ramos ha sido, en este sentido, ejemplar: ha hablado de la humildad de Dios, que ha elegido el camino de la Cruz para manifestar de forma extrema su amor. El pontificado del Papa Benedicto va por estos caminos. Por otro lado, lo que ya se había perfilado en la primera Encíclica, Deus Caritas est, ahora a distancia de seis años ha tomado consistencia y se ha convertido en la columna vertebral; ha aclarado y manifestado la fuerza de ánimo del Papa. Benedicto XVI, en esencia, ha puesto serena pero firmemente las distancias entre la Iglesia y las superestructuras de las ideologías y de una visión simplemente geopolítica. Ha apuntado a lo esencial y ha llevado a toda la Iglesia a reflexionar, en el surco del camino maestro de Cristo, sobre las grandes cuestiones que sacuden al mundo: la integración de todos, y en particular de los jóvenes, en una sociedad cada vez más marcada por el multiculturalismo; la defensa de la institución conyugal y familiar, también frente a los valores de la bioética; la creciente responsabilidad de los países ricos hacia los países pobres».
También Etchegaray, después de una vida que lo llevó por todo el mundo, se reencuentra hoy centrándose en lo que pueden definirse sus tres grandes intereses: China, la Ortodoxia (sobre todo rusa) y el judaísmo. Son los temas que todavía hoy logran extender su mirada hacia delante. Pero el horizonte próximo —los seis años de pontificado del Papa Benedicto y la beatificación de Juan Pablo II— lo llama en causa por muchos frentes:
«Algunos insisten todavía en hacer una comparación entre los dos Papas; una operación totalmente fuera de lugar. Cada uno tiene su personalidad y su cultura particular, pero ambos llevan la misma tradición y la misma continuidad eclesial, valores que deben estar más allá del ser concreto de cada uno. En la conversación con Peter Seewald, hay un pasaje fundamental: “El Papa quiere hoy que su Iglesia se someta a una purificación fundamental… Se trata de hacer ver Dios a los hombres, de decir a ellos la verdad. La verdad sobre los misterios de la Creación. La verdad sobre la existencia humana. Y la verdad sobre nuestra esperanza, más allá de nuestra vida terrena”».
«Todo —prosigue Etchegaray— podría sintetizarse en este pensamiento: “El cristianismo está en constante estado de nuevo inicio”. Y es esta misma audacia de la fe la que nosotros recogeremos el primero de mayo de la vida de su predecesor Juan Pablo II. Y del mismo Papa Benedicto que, en el sexto aniversario del pontificado, continuará, a su modo, el diálogo con el Papa Wojtyla: un diálogo sobre la trama de la santidad».
Fuente: Avvenire
Traducción: La Buhardilla de Jerónimo
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