OpusDei.es
Cuatro minutos de vídeo que resumen la ceremonia de ordenación de 31 sacerdotes celebrada ayer en Roma, en la basílica de san Eugenio
Se incluye también la homilía de Mons. Javier Echevarría, Prelado del Opus Dei, y entrevistas a algunos de los nuevos sacerdotes
.
.
Homilía del Prelado del Opus Dei en la ordenación presbiteral de diáconos de la Prelatura
Queridísimos ordenandos. Queridos hermanos y hermanas.
1. A lo largo de las semanas anteriores, hemos sido testigos y protagonistas de un gran evento en la vida de la Iglesia: el inicio de un nuevo pontificado. Testigos porque hemos contemplado una vez más la actuación soberana del Espíritu Santo, que sobrepasa las previsiones humanas. Y protagonistas porque, como miembros vivos de la Iglesia, hemos rezado mucho y seguimos rezando, para que estas circunstancias nos estimulen a todos los católicos a esforzarnos aún más en la santificación personal y en el apostolado.
El tiempo pascual nos hace presente a Cristo glorioso, vencedor del pecado y de todos los males. El Señor desea que todos nosotros le hagamos presente en los ambientes familiares, sociales, profesionales, en los que nos encontramos. La vocación divina —enseña san Josemaría— nos da una misión, nos invita a participar en la tarea única de la Iglesia, para ser así testimonio de Cristo ante nuestros iguales los hombres y llevar todas las cosas hacia Dios[1].
Os invito, pues, a preguntaros si la alegría y los buenos deseos que hemos experimentado con ocasión de la elección del Romano Pontífice, y también en estos días de Pascua, han forjado en nosotros decisiones concretas de mejora personal, de celo por la salvación de las almas. No podemos conformarnos con los buenos sentimientos, sino que debemos esforzarnos —con la ayuda de Dios— para traducirlos en realidades prácticas.
2. Hoy asistimos a la ordenación presbiteral —un gran regalo de Dios a su Iglesia—, y este hecho puede y debe suponer, para todos, un impulso para ejercitar el alma sacerdotal al servicio de los demás. La primera lectura nos habla del ejemplo de Pablo y Bernabé, hombres que han entregado su vida por el nombre de Nuestro Señor Jesucristo (Hch 15, 26). En efecto, defendieron valientemente las características esenciales de la fe cristiana, frente a los que querían desnaturalizarla. También nosotros hemos de comprometernos seriamente en la defensa y propagación de nuestra fe. Ahora que nos encontramos en la segunda parte del Año de la fe, podemos examinar si hemos pedido al Señor con insistencia un aumento de esta virtud, junto a la esperanza y a la caridad, conscientes de que se trata de un don de Dios que no podemos alcanzar con nuestras solas fuerzas. Lugar privilegiado para adquirirlas abundantemente son los sacramentos, por medio de los cuales Jesús nos envía al Espíritu Santo de parte del Padre. Tratemos, en concreto, de prepararnos mejor para recibir con mucho fruto la Confesión y la Eucaristía, que son las fuentes principales de la gracia.
La segunda lectura nos ha mostrado la nueva Jerusalén, la ciudad santa que baja del cielo de parte de Dios, reflejando la gloria de Dios (Ap 21, 10-11). Es una llamada a desear fuertemente la Patria definitiva, donde el Señor ha ido para prepararnos un lugar (cfr. Jn 14, 2-3). La solemnidad de la Ascensión, que celebraremos la próxima semana, constituye una invitación a no perder de vista que nuestra morada definitiva es el Cielo; una verdad que, al mismo tiempo, da sentido a nuestra existencia sobre la tierra. En efecto —escribe san Josemaría—, la vocación cristiana enciende una luz que nos hace reconocer el sentido de nuestra existencia. Es convencerse, con el resplandor de la fe, del porqué de nuestra realidad terrena. Nuestra vida, la presente, la pasada y la que vendrá, cobra un relieve nuevo, una profundidad que antes no sospechábamos. Todos los sucesos y acontecimientos ocupan ahora su verdadero sitio: entendemos adónde quiere conducirnos el Señor, y nos sentimos como arrollados por ese encargo que se nos confía[2].
3. Me dirijo ahora a los nuevos sacerdotes. Considerad, hijos míos, las palabras del evangelio de san Juan que hemos escuchado. En la intimidad de la última cena, tras la institución de la Eucaristía y del sacerdocio, Jesús dijo: si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él y haremos morada en él (Jn 14, 23). Dentro de poco, el Espíritu Santo descenderá sobre vosotros de un modo nuevo. Recibiréis su unción, que hará de vosotros instrumentos vivos de la gracia de Dios, mediante el poder de consagrar in persona Christi el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor, la facultad de perdonar los pecados y el encargo de predicar la Palabra de Dios con su autoridad. Es una grandeza compatible con la pequeñez nuestra: el Señor nos confía estos dones para que podamos guiar a las almas a la vida eterna. Pidamos con san Josemaría, para todos los sacerdotes, la gracia de realizar santamente las cosas santas, de reflejar, también en nuestra vida, las maravillas de las grandezas del Señor[3]. Un buen modo de alcanzar esta finalidad es amar cada día más la Hostia Santa. Pensemos más a menudo en aquel punto de Camino: tratádmelo bien, tratádmelo bien[4].
Recordemos otras palabras del fundador de la Obra. Con ocasión de una ordenación sacerdotal de fieles del Opus Dei, escribía: se ordenarán, para servir. No para mandar, no para brillar, sino para entregarse, en un silencio incesante y divino, al servicio de todas las almas[5]. Hijos míos: debéis salir de vosotros mismos para pensar sólo en las almas que se confiarán a vuestros cuidados pastorales. «El sacerdote que sale poco de sí mismo —decía recientemente el Papa Francisco—, en lugar de ser mediador, se convierte poco a poco en intermediario, en gestor»[6]. Y no debe ser así. El sacerdote es mediador entre Dios y los hombres en Cristo Jesús (cfr. Hb 5, 1-3) para que la gracia divina lo vivifique todo.
Antes de terminar, os invito a rezar mucho por el Santo Padre, especialmente en estos primeros meses de su ministerio de supremo Pastor; rezad también por sus colaboradores en el gobierno de la Iglesia, por los obispos y los sacerdotes del mundo entero, por las vocaciones sacerdotales. Y, lógicamente, por estos nuevos sacerdotes de la Prelatura. Me congratulo especialmente con sus familias, que han colaborado con la oración, el buen ejemplo y de modos diversos a su vocación sacerdotal. Lo digo siempre, pero de modo más especial en estas ocasiones: es deber de todos los cristianos rezar cada día para que el Señor envíe muchos seminaristas en todo el mundo. Tomémoslo como una gozosa obligación.
La Virgen, Madre de todos y especialmente de los sacerdotes, nos bendiga y nos proteja siempre. Así sea.
¡Alabado sea Jesucristo!
Notas
[1] San Josemaría, Es Cristo que pasa, n. 45.
[2] Ibid.
[3] San Josemaría, Homilía Sacerdote para la eternidad, 13-IV-1973.
[4] San Josemaría, Camino, n. 531.
[5] San Josemaría, Homilía Sacerdote para la eternidad, 13-IV-1973.
[6] Papa Francisco, Homilía en la Misa crismal, 28-III-2013.
Los nuevos presbíteros
Julio Paz Miguens (Argentina) Peter Benedict Damian-Grint (Reino Unido) Jorge Garaicoechea Tijero (España) Andrej Pedro Rant Lesar (Argentina) Andrew Patrick Soane (Reino Unido) Onésimo Díaz Hernández (España) Josh Núñez Valero (Nigeria) Ernesto Yamaguchi Okuyama (Perú) Juan José Salinas Medrano Ortiz (Argentina) Neptalí José Balza Ayaach (Venezuela) Juan Eguirón Bidarte (España) Josemaría Fernández Cueto Gutiérrez (México) José Benigno Freire Salinas (España) José María Chiclana Actis (España) Keisuke Hazama (Japón) Joaquín Rodríguez Mas (España) Álvaro Cortés Márquez (España) Adolfo Luis Qüerio Casas (Argentina) Carlos López Villarejo (España) Pablo Giner Peyra (España) José María Torres López (España) Javier Bujalance Fernández-Quero (España) Jaime Abascal Martínez (España) Mariano Carrillo García (España) Álvaro Lino González Alonso (España) Rubén Pereda Sancho (España) Rodolfo Ricardo Valdés Chavarría (México) José Carlos Fernández Duarte (El Salvador) Anthony Pichay Sepulveda (Filipinas) Stefan Matthias Mückl (Alemania) Gerald Mwenyi Nalyanya Wabukenda (Kenia)
Enlace relacionado
Introducción a la serie sobre “Perdón, la reconciliación y la Justicia Restaurativa” |
San Josemaría, maestro de perdón (1ª parte) |
Aprender a perdonar |
Verdad y libertad |
El Magisterio Pontificio sobre el Rosario y la Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae |
El marco moral y el sentido del amor humano |
¿Qué es la Justicia Restaurativa? |
“Combate, cercanía, misión” (6): «Más grande que tu corazón»: Contrición y reconciliación |
Combate, cercanía, misión (5): «No te soltaré hasta que me bendigas»: la oración contemplativa |
Combate, cercanía, misión (4) «No entristezcáis al Espíritu Santo» La tibieza |
Combate, cercanía, misión (3): Todo es nuestro y todo es de Dios |
Combate, cercanía, misión (2): «Se hace camino al andar» |
Combate, cercanía, misión I: «Elige la Vida» |
La intervención estatal, la regulación económica y el poder de policía II |
La intervención estatal, la regulación económica y el poder de policía I |