ZENIT.org (Entrevista de Jose Antonio Varela Vidal)
«En el mensaje del Santo Padre para la Cuaresma de este año, se subraya la importancia de mantener unidas, de vivir todos los días, las dos virtudes teologales de la fe y la caridad. Si solo se da importancia a la caridad, es evidente que esta última viene reducida a un activismo moralista, a un hacer el bien que de alguna manera actúe como un consuelo a la conciencia»
El mensaje de Cuaresma de Benedicto XVI fue presentado recientemente por el Consejo Pontificio ‘Cor Unum’. Para profundizar sobre el contenido del mismo, ZENIT entrevistó al cardenal Robert Sarah, presidente del dicasterio dedicado a la caridad del Papa.
¿Cómo puede vivir el creyente esta Cuaresma a través de la práctica de la caridad?
La Cuaresma es un tiempo favorable, que la Iglesia nos ofrece, con el fin de fortalecer nuestra relación con el Señor. Debemos recordar, sin embargo, que nuestra relación con Dios se intensifica en la oración, en la vida sacramental, especialmente a través de la Eucaristía: fuente de amor y de donación de nosotros mismos a los demás.
Desde el acto sublime de la entrega de Cristo en la cruz, cada creyente está llamado a vivir su vida ofreciendo todo su ser a los hermanos y hermanas. Y la práctica de la caridad es una forma concreta a través de la cual el creyente puede recibir a Cristo en su vida cotidiana, abrazando las necesidades de su hermano. No se debe olvidar que cada acto de caridad cristiana, no es solamente un apoyo material, sino un reconocer de modo concreto en el hermano necesitado el rostro de Jesús pobre y sufriente. Quien realmente ama a los pobres, ama a Jesús.
El Papa dijo en su mensaje que el amor nunca será una realidad acabada, completa. Entonces, ¿Cuándo habremos terminado de hacer el bien?
El amor y la bondad son como Dios. No tienen fin. Nunca dejas de amar y hacer el bien, porque amar y hacer el bien es asemejarse a Dios. Eterno es su amor por nosotros, dice el Salmo 118. La afirmación del apóstol Juan: "Nosotros hemos conocido y creído en el amor que Dios nos tiene" (1Jn. 4,16), que es el tema del mensaje de la Cuaresma de este año, subraya que el amor de Dios no es una realidad abstracta, sino de la cual se puede experimentar en la vida. Dios es Amor, como nos recuerda el Santo Padre en su primera encíclica; por lo que cualquier persona que quiera unirse a Él profundamente, solo puede hacerlo a través del amor.
A lo largo de nuestra vida como cristianos estamos llamados a adherirnos constantemente al mandamiento nuevo de Jesús de amarnos los unos a los otros como Él nos ha amado, para que de esta manera llevar a buen término nuestra vida. La Pascua destaca el amor total y constante que Dios tiene por el hombre. Nos ha amado hasta dar la vida y nos amó hasta el final. En la cruz, incluso ha perdonado a sus perseguidores. Cristo mismo, por lo tanto, nos dijo con su vida que estamos llamados a amar para siempre. Nunca podremos afirmar que hemos amado lo suficiente. Quien quiere conocer el amor debe amar siempre.
El texto advierte de una exagerada supremacía de la caridad, definiéndola como un activismo moral. ¿En qué lugares en la Iglesia habría el riesgo de tal activismo moral?
En el mensaje del Santo Padre para la Cuaresma de este año, se subraya la importancia de mantener unidas, de vivir todos los días, las dos virtudes teologales de la fe y la caridad. Si solo se da importancia a la caridad, es evidente que esta última viene reducida a un activismo moralista, a un hacer el bien que de alguna manera actúe como un consuelo a la conciencia. Por lo tanto, los actos de caridad deben partir siempre de la fe si se quiere permanecer en plena comunión con el Señor.
El riesgo de activismo moral, por lo tanto, se presenta en todos aquellos entornos que presentan el compromiso caritativo, separándolo de la oportunidad de presentar el amor de Dios, como un modo en última instancia, de hacer presente a Dios. Cuando en el propio actuar no se parte de la fe, las acciones de caridad se reducen a pura forma de asistencialismo.
¿Por qué el Papa afirma que la palabra caridad o solidaridad va más allá de la simple ayuda humanitaria? En este sentido, ¿el creyente puede hacer mejor su trabajo caritativo si tiene presente su fe?
Toda la actividad caritativa de la Iglesia debe comenzar por la escucha de la Palabra de Dios y la oración. En la oración encontramos a Cristo y lo reconocemos en el rostro de los pobres a los que servimos. En el numeral uno de la Deus Caritas Est, Benedicto XVI recordaba que "ser cristiano no es una decisión ética o una gran idea, sino el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da a la vida un nuevo horizonte y una orientación decisiva". La caridad por tanto, se lee en la óptica de este encuentro con Jesús que da a la vida una impronta nueva y decisiva.
Por este motivo, el Santo Padre nos invita a no reducir el trabajo caritativo a un simple acto humanitario o de solidaridad, dado que vivir la caridad es siempre un representar el amor de Dios. Quien vive la caridad, entendida en el sentido cristiano, no puede sino partir de la fe en el Dios de Jesucristo, enviado a darnos su propia vida por nuestra salvación.
Solo el encuentro con Dios en Cristo es capaz de suscitar en los creyentes el amor y abrir su espíritu hacia el otro. La verdadera caridad por tanto, es una consecuencia que deriva de la fe y que obra en el amor. Para un cristiano, vivir la caridad a partir de la fe, es la única manera que tiene para abrazar plenamente las necesidades de los demás.
¿A qué se refiere el Papa cuando dice que la caridad ayuda a la evangelización? ¿Y por qué la evangelización se ha de considerar, de acuerdo con este mensaje, en la “promoción más alta e integral de la persona humana”?
Una organización benéfica que parte de la fe, proclama la buena nueva del Reino de Dios. El creyente que vive la caridad según el Evangelio, es siempre un testigo de su amor; hace presente y de modo concreto, el amor de Dios no solo al hermano a quien sostiene en su necesidad, sino también a aquellos que encuentra en su camino.
La evangelización, nos recuerda el Papa, debe considerarse la mayor obra de caridad, ya que no hay acción más beneficiosa, y por lo tanto caritativa hacia los demás, que partir el pan de la buena nueva del evangelio, insertarlo en la relación de amistad con Dios.
El hombre que encuentra a Dios es abrazado totalmente en su humanidad. Presentando la Palabra de Dios se presenta al hombre la posibilidad de una verdadera promoción integral. Solo Jesús salva plenamente lo humano. El verdadero acto de caridad consiste, por lo tanto, en llevar a Jesús, el Verbo eterno que viene del Padre, el único camino que conduce a la verdad y a la vida.
¿Cómo se alimenta la fe y la esperanza en un mundo donde la gente es tan ambiciosa por el poder? ¿Ayudará, por lo tanto, al aumento de la fe, si se vive más el ayuno, la penitencia y la limosna?
El hombre nunca está abandonado a sí mismo. A través de la propuesta de la Iglesia, se nos ayuda a permanecer fieles al camino bautismal. Por lo tanto, la Cuaresma es una gran oportunidad para todos los creyentes de incrementar su fe y apoyarse ante una realidad, a menudo hecha de pruebas e insidias.
Las mayores tentaciones que se presentan ante cada uno, son aquellas de ser independiente, de realizarse por sí mismo, de tener el poder necesario para prescindir de Dios. Son las mismas tentaciones que Jesús recibió en el desierto después de haber ayunado durante cuarenta días. El ayuno no debilitó el Hijo de Dios, sino que lo hizo más consciente de su misión y de su filiación.
Es así que las indicaciones concretas del ayuno, de la penitencia y de la limosna que la Cuaresma nos invita a vivir, son una gran oportunidad para todos los cristianos a crecer en la fe y caminar con alegría en el camino de los mandamientos.
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