España celebra a la Inmaculada como patrona y protectora, a ella está consagrada. Lo es también del arma de Infantería a raíz del milagro de Empel durante las guerras en Flandes en 1985
En cierta ocasión, un profesor de Universidad estaba explicando las distintas clases de poesía, según el número de versos y su métrica. Desde la cátedra, el profesor no dejó en ningún momento de la explicación de ridiculizar la virtud de la pureza. Más que una lección de literatura era una apología de las más bajas inclinaciones del hombre, en la que no escatimó palabras soeces.
En un momento determinado explicó la composición poética de la décima o espinela y preguntó a los alumnos si sabían alguna. Uno salió rápidamente al estrado y recitó la siguiente: Bendita sea tu pureza / y eternamente lo sea, / pues todo un Dios se recrea / en tan graciosa belleza. / A ti, celestial Princesa, Virgen Sagrada, María / yo te ofrezco en este día / alma, vida y corazón. / Mírame con compasión, / no me dejes Madre mía.
El profesor enrojeció de vergüenza ante la lección que le dio el valiente alumno sin faltarle al respeto. Hace unos días, en mi colegio tuvimos una misa para honrar a la Inmaculada y me conmovió ver con qué cariño y fuerza recitaban esa oración a la Virgen. Uno de los chicos mayores comentó que le pedía a la Señora que le ayudara a mirar con respeto a las mujeres, que supiera fijarse en la persona y no solo en el físico.
España celebra a la Inmaculada como patrona y protectora, a ella está consagrada. Lo es también del arma de Infantería a raíz del milagro de Empel durante las guerras en Flandes en 1985. Por intercesión de una tabla de la imagen de la Inmaculada, los tercios españoles pudieron salir de una situación muy delicada y vencer a sus contrincantes. A Ella acudimos ahora para que nos ayude a ganar la batalla del amor.
Vivimos en un ambiente hipersexualizado. Nunca ha habido más libertad en este ámbito y mayor esclavitud y dependencia. La liberación o revolución sexual de los sesenta ha desembocado en la banalización del sexo, en todo tipo de aberraciones, en la dependencia de la pornografía. Esto ha destrozado a muchos jóvenes y adolescentes, ha roto innumerables familias; nos ha robado la alegría y la libertad de amar.
A puertas de la Navidad, esta fiesta nos ayuda a fijarnos en María, en la Mujer por excelencia, en la escogida por Dios para que fuera su madre en la tierra. Es la bendita, cantada y admirada. Es madre, esposa y virgen. El Creador quiso, en su omnipotencia, saltarse las leyes de la naturaleza para que una mujer fuera a la vez madre y virgen. Así, la paternidad de Jesús es total y exclusivamente divina: Jesús es el único Hijo del Padre eterno. Solo Él puede llamarle Padre en plenitud; es quien nos muestra al Padre y nos hace hijos por adopción.
El dogma de la Inmaculada nos enseña que en la Virgen no hay ninguna mancha de pecado; no está sometida a la falta original y nunca ha cometido pecado alguno. Su vida transcurre limpia, serena, ordenada. Es nuestro referente y orgullo. Podemos decir que, aunque somos pecadores, aunque estamos llenos de contradicciones y defectos, nuestra Madre no: Ella es Inmaculada. También es nuestra esperanza: aplastará la cabeza del dragón infernal.
La iconografía representa a la Inmaculada como una joven doncella vestida de sol, la luna a sus pies, pisando la cabeza de la serpiente, coronada de doce estrellas, las que ondean en la bandera de la Unión Europea. Está inspirada en la visión del Apocalipsis.
María es un modelo de pureza y obediencia a Dios, elegida para ser la madre de Jesús y preservada de todo pecado. Su vida nos invita a buscar la pureza de corazón y la cercanía a Dios, y a confiar en que, como ella, también nosotros podemos ser instrumentos de Su voluntad en el mundo. Como nos recuerda el Evangelio de Lucas, su respuesta al ángel fue un "sí" total a Dios: "He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra."
“Tienes que decir a la Virgen, ahora mismo, en la soledad acompañada de tu corazón, hablando sin ruido de palabras: Madre mía, este pobre corazón mío se rebela algunas veces... Pero si tú me ayudas... –Y te ayudará, para que lo guardes limpio y sigas por el camino al que Dios te ha llamado: la Virgen te facilitará siempre el cumplimiento de la Voluntad de Dios”, leemos en Forja.
La pureza llena de paz y de alegría nuestra vida. Protege nuestro amor, nos hace capaces de querer. El tan vilipendiado sexto mandamiento es quien salvaguarda el amor y cuida los cauces de la vida; da sentido a la potencia sexual, llenándola de contenido, ya que no es una simple fuente de placer individual y ciego. Nos lleva al otro, a quien “es carne de mi carne y hueso de mis huesos”. Nos ayuda a salir de nuestro ego, a hacernos fuente de vida, caudal de amor.