Arvo.net (Entrevista de Francisca R. Quiroga)
Uno de los cambios más revolucionarios que se han operado en el siglo pasado es el creciente protagonismo de las mujeres en la vida pública y social. ¿Qué variaciones introduce esta nueva situación en la dinámica del matrimonio y la familia?
Incluimos una entrevista de hace algunos años a Jutta Burggraf, profesora de la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra, en la que contesta a preguntas sobre los desafíos que presenta la vida en común en la sociedad actual.
Nuevas problemáticas
Con frecuencia leemos resultados de encuestas, entrevistas y sondeos, que parecen indicar que la familia está en crisis, ¿piensas que se trata de una figura social en extinción?
A pesar de todos los pronósticos desfavorables, hoy en día la familia sigue siendo apreciada, porque satisface necesidades tan elementales en el hombre como el anhelo de sentirse protegido y de tener confianza. Pienso que su existencia no puede ser puesta en duda porque está íntimamente ligada a la felicidad del hombre.
¿Por qué hoy nos parece más difícil sacar adelante una familia que en otras épocas?
Es verdad que actualmente se dan circunstancias que generan problemas que no se presentaban antes. Pero esto no quiere decir que antes no hubo dificultades: había otra situación con otros problemas, quizá menos manifiestos. En siglos pasados, muchas veces eran los padres quienes elegían a quienes habían de casarse con sus hijos, y lo hacían según aspectos objetivos: la clase social, la situación económica, la religión, etc. La comunidad matrimonial era considerada como una gran empresa. Todos, varones y mujeres, solían trabajar juntos en la granja, en el taller, en la tienda. Y educaban juntos a los niños, que crecían bajo los cuidados de muchos parientes.
A partir de la industrialización, se produjo un profundo cambio en la vida familiar. El hombre se fue retirando de las obligaciones familiares a favor de actividades lucrativas fuera de casa, donde la mujer quedó sola con los hijos. Poco a poco también ella se fue integrando a la vida profesional, ganando dinero y haciéndose cada vez más autónoma. De ahí resultan nuevas cargas para el matrimonio».
¿Piensas que la autonomía de que gozamos hoy las mujeres es una causa de los actuales problemas de la familia?
No creo que la independencia de la mujer sea el problema de hoy. Al contrario, es una suerte que exista, porque sólo quien es interiormente libre e independiente puede amar y entregarse verdaderamente a los demás.
¿Por qué entonces la situación actual es realmente difícil?
Dos personas se casan hoy, en general, por simpatía y amor; es decir, más por motivos subjetivos que por motivos objetivos. Esto me parece muy bien. Pero hay que llegar a un acuerdo acerca de las grandes cuestiones de la existencia. Creo que el amor es la única razón aceptable para contraer matrimonio, pero si faltan casi todos los motivos objetivos, la fidelidad matrimonial se hace sumamente difícil.
Para la buena marcha de la vida en común
Se habla a veces de una crisis de comunicación entre los esposos de hoy, ¿a qué se puede atribuir?
Hoy es frecuente que los esposos tengan distintos campos de acción, ya sea en la familia, ya sea en una profesión fuera del hogar. No se ven durante muchas horas al día. Pero sí tienen contacto con muchas otras personas, hombres y mujeres; y con ellos comparten sus intereses e ilusiones profesionales. Cuando vuelven cansados a casa, ya no tienen fuerzas para dialogar o hacer planes. Así puede pasar que crezca una distancia cada vez más grande entre los esposos.
Además, actualmente el matrimonio es mucho más largo que en otros tiempos. Muchas personas llegan a los ochenta, noventa, incluso a los cien años. Antiguamente las mujeres morían con frecuencia después de haber dado a luz muchos hijos. Hoy los ven crecer, y cuando ellos se van de casa, suelen vivir todavía treinta, cuarenta o cincuenta años.
El hecho de que alguien me ha prometido quedarse a mi lado hasta el fin de la vida, significa para mí el grave deber de abrirme a las nuevas situaciones, y no negarme a mejorar y madurar. El matrimonio, en cierto sentido, es un proceso que se origina en la promesa de andar juntos por el camino de la vida. En cuanto tal no sólo exige el “permanecer juntos”, sino también el “caminar”. Los cónyuges se invitan mutuamente a buscar, encontrar, aprender y desarrollarse juntos. Y, en el mejor de los casos, llegan juntos a la madurez espiritual.
¿Cómo evitar la alienación conyugal?
Es bastante normal que haya momentos duros en la vida común y, en principio, no es aconsejable que se intente a toda costa eludir cualquier conflicto. Si los cónyuges se acostumbran a callarlo todo, previa conformidad tácita, tal vez puedan presumir durante un tiempo de una aparente paz; pero pagarán finalmente un precio muy alto por ella, pues pronto se aburrirán mutuamente con sus conversaciones superficiales. Tal vez huyan de sí mismos y de su pareja hacia los hijos, el trabajo o alguna aventura.
¿Cómo superar las crisis?
¿Son estas dificultades las que llevan a algunas parejas a rechazar de lleno el matrimonio?
Creo que en bastantes ocasiones no condenan el matrimonio, sino un tipo de matrimonio lleno de mentira y traición, escondido detrás de una imagen respetable. Lo que se desaprueba es una exageración de la importancia de la dimensión jurídica, unas exigencias morales diferentes para el hombre y para la mujer, la comodidad y la falta de apertura a los demás.
¿Qué respondes a los que sostienen que el matrimonio es un modelo de convivencia ya superado?
El matrimonio no es anacrónico, pero esto no quiere decir que haya de vivirse de un modo que podemos llamar “burgués”, con estrechez de miras, con mentira y falsedad, mirando más bien al aspecto externo que al amor verdadero entre las personas que lo componen. Hoy en día existen muchas parejas que viven su matrimonio de una manera atractiva; que ponen de manifiesto que la fidelidad es posible, y que es garantía de felicidad para ellos mismos y para toda la familia, en la juventud, en la madurez y en la ancianidad.
¿Basta el amor entre marido y mujer para el éxito del matrimonio?
Hay que ver lo que se entiende por amor. Un matrimonio en el que el marido y la mujer vivan pendientes sólo el uno del otro, y en sus vidas no haya lugar para nadie más, acabará por amargarse. Un matrimonio verdaderamente feliz descubre continuamente nuevos horizontes; está abierto a otras personas, también a una futura descendencia. Tiene el valor de transmitir la vida, de conservarla, de amarla y de velar por su desarrollo.
¿Ves el matrimonio exclusivamente en función de los hijos?
El matrimonio se vive como una comunión corporal, psíquica y espiritual del ser humano y, en todos los planos significa, para los cónyuges, una unión entrañable. El otro es aceptado en la totalidad de su persona, esto es, también en su fertilidad y en su posible paternidad o maternidad. Sin embargo, si la unión sexual se entendiera únicamente como la procreación de descendientes, se utilizaría y denigraría al cónyuge como un simple medio; se abusaría de él. Como también se degrada al otro cuando se lo considera simplemente como objeto de placer. En el amor matrimonial auténtico se encuentran integrados tanto el deseo de tener hijos como la búsqueda de la unión sexual.
Lograr una vida familiar satisfactoria
¿Cómo podrías describir una buena relación entre los esposos?
En un matrimonio sano existe una relación activa, interés del uno por el otro, participación en la vida del otro. Una relación entre dos personas no consiste en tiranizar, exigir y mandar, sino, ante todo, en pedir, en dar, en ayudar y en responder el uno al otro. Consiste en alegrarse de todo corazón con el otro y también en poder sobrellevar juntos los momentos difíciles; aceptar al otro tal como es, así como uno se acepta a sí mismo con sus defectos y debilidades. De tal manera, los esposos tampoco llegan a exigirse demasiado mutuamente, con pretensiones egoístas o con unas expectativas infantiles de ser mimados como en los tiempos de la niñez.
Una buena relación implica comprender que cada uno necesita más amor que “merece”; es más vulnerable de lo que parece; y todos somos débiles y podemos cansarnos.
¿Ves posible que se enfrenten con realismo y serenidad las crisis que se presentan en todos los matrimonios?
Nadie puede hacernos tanto daño como los que debieran amarnos. “El único dolor que destruye más que el hierro es la injusticia que procede de nuestros familiares” −suelen decir los árabes. Hay, realmente, situaciones, en las que el matrimonio y la familia pueden llegar a ser un tormento. Donde se ama, se da y la persona se abre al otro, es fácil ser herido. Pero, a pesar de eso, una crisis no es una catástrofe.
Todo matrimonio pasa por situaciones difíciles, igual que toda persona humana, cuando crece, experimenta sus crisis de desarrollo. Es muy normal que haya momentos duros en la vida. Conflictos y divergencias de opiniones existirán siempre allí donde varias personas vivan en estrecho contacto. Uno nota monotonía, desazón, quizá la falta de una plena realización profesional; ve que los planes se derrumban y que los hijos son muy distintos de lo que se deseaba. A veces, con los años, crece el remordimiento de no haber dado al otro todo lo que se le podía haber dado... Lo decisivo es la actitud que se adopta ante estas situaciones: aprovechar la oportunidad para estrechar los lazos de unión y, superando juntos las dificultades, buscar el camino de reconciliación. A menudo, esta disposición de perdonar es la única esperanza de marchar hacia un nuevo comienzo. Toda crisis trae consigo un cambio, y puede ser un cambio hacia una madurez mayor, hacia una confianza más plena.
Hacia una mejor calidad de vida
¿Qué función ocupa el hogar en la sociedad actual?
Hoy en día, en que la mayoría de las personas realizan su trabajo en fábricas, empresas, administraciones, oficinas y tiendas, necesitan un hogar que les espere a la vuelta. La labor más importante, y a la vez la más difícil, de un ama de casa consiste en crear ese ambiente de hogar. Para la serenidad de una familia es importante que alguien tenga tiempo, que no esté siempre agobiado y con cosas más importantes en la cabeza que el simple saber escuchar, tranquilizar, consolar o animar; hay que deshacer tensiones, amortiguar las desilusiones, compartir uno con otro los éxitos y discutir los problemas ¡Qué bien, cuando existe para todo esto un punto de apoyo!.
Pero el trabajo de la casa, ¿no es muy monótono?
La profesión de ama de casa −porque así puede ser considerada cuando se desarrolla con competencia− no es necesariamente una ocupación monótona y aburrida. Tiene sus ventajas. Una muy agradable es que ella se puede organizar el horario y el trabajo a su manera. Toda mujer puede decidir en su casa lo que va a hacer en cada momento −aunque no siempre, sí al menos en proporción mucho mayor que en las demás profesiones. Esto confiere libertad y autonomía.
Si el trabajo del hogar se identifica con limpiezas pesadas, con fregotear suelos o ir de cabeza por cada motita de polvo que se descubre, es lógico que se le atribuya una connotación negativa. Ciertamente el aburrimiento, la rutina y las manías acechan el trabajo del ama de casa, pero en cualquier profesión existen trabajos repetitivos. El presidente de una compañía, por ejemplo, tiene que estampar su firma cientos de veces al día; seguramente no lo envidiamos por esa tarea, pero no dejamos de pensar que su ocupación es valiosa y apetecible.
¿Piensas que las mujeres deberían volver al “dulce hogar”?
Pienso que la tarea de compaginar el trabajo fuera de casa con las exigencias de la familia compete tanto a los hombres como a las mujeres. A todas las personas se les debe dar la posibilidad de hacer libremente lo que creen que es bueno, sin tener que estar siempre suscitando nuevas polémicas.
Cada familia es original y única. En la situación concreta, el amor de los esposos puede originar situaciones muy distintas, y hasta contrarias. Ni hay soluciones hechas para la organización individual de la vida familiar cotidiana, ni es apropiado juzgar desde fuera sobre una situación concreta.
¿Familia o profesión? ¿Qué aconsejas a las mujeres?
En primer lugar, no es importante lo que la persona hace sino cómo lo hace. Ni el trabajo ni la familia son soluciones en sí mismas para los problemas individuales o interpersonales, y ambos conllevan ventajas y riesgos.
El trabajo de una mujer fuera de casa podrá, efectivamente, redundar de muy diversas maneras en beneficio de la familia, en primer lugar porque esto facilita el diálogo abierto y la comprensión con el marido y los hijos. Hoy en día, no sólo se requieren madres que sepan llevar perfectamente la casa, sino ante todo madres que sean capaces de ser amigas.
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