El 25 de marzo celebramos la fiesta de la Encarnación, el día en el que Dios se hizo hombre La grandeza de ser padre
La famosa película de Roberto Benigni comienza con una voz en off diciendo: “Esta es una historia sencilla, pero no es fácil contarla. Como en una fábula, hay dolor, y como una fábula, está llena de maravillas y felicidad”. Así es la vida, llena de maravillas y dolor. Este contraste, como el de las estaciones del año, como el sucederse del día y de la noche, llenan de gran riqueza nuestras vidas, le dan relieve, grandeza. La voz en off se repite al término del film: “Esta es mi historia. Ese es el sacrificio que hizo mi padre. Aquel fue el regalo que tenía para mí”. Podemos regalar ganas de vivir, sentido a la vida de los demás. Hacerles la vida bella, hermosa, agradable. Ver que todo tiene sentido, aunque haya contradicción, dolor. Reza la canción: “Decidles que hay esperanza / Que todo tiene un sentido /Que Jesucristo está vivo /Decidles que existe Dios”.
El 25 de marzo, fue la fiesta de la Encarnación, el día en el que Dios se hizo Hombre: tomó cuerpo, sentimientos y alma humana. Se hizo uno de los nuestros. Necesitó, como todos los hombres, estar nueve meses en el seno de su madre completando su desarrollo para poder ver la luz. Desde ese día, sin que hiciera falta esperar a la Navidad, Dios se había unido a la humanidad. La Virgen María, en estado de buena esperanza, comenzó a darle a su hijo nonnato todo su amor y cuidados.
Durante la gestación la madre sabe que no está sola. Ya no es una, sino dos. Entre madre e hijo comienza una historia de amor. Una relación de mutua dependencia, un intercambio de fluidos, sensaciones y emociones que les enriquece. Dos vidas paralelas, para siempre inseparables.
Un emocionante video se ha hecho viral en las redes sociales. Se trata del momento en que un bebé deja de llorar al sentir el corazón de su madre, que fue donado a otra persona luego de su muerte, tras el intento de varias personas por calmar su llanto. En la liturgia de ese día leemos: “Entonces dijo Isaías: Escucha, casa de David: ¿no os basta cansar a los hombres, que cansáis incluso a mi Dios? Pues el Señor, por su cuenta, os dará un signo. Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Enmanuel, porque con nosotros está Dios".
El Día Internacional de la Vida se viene celebrando en España anualmente desde 2011 en torno al 25 de marzo, como muestra de compromiso de la sociedad con la vida humana. Quienes defendemos la vida, desde su inicio hasta su fin natural, nunca perdemos la esperanza y estamos convencidos de que la sociedad dará un giro en su valoración. Tenemos la misión de mostrar lo bonita que es y de ayudar a aquellos que por diversas circunstancias no lo sienten así.
Hace unos días hubo una manifestación a favor de la vida en Madrid. Llamaba la atención la alegría de los asistentes. Alegría que contrastaba con la de las manifestaciones de días anteriores. De por sí la vida es bella, los que la aprecian y valoran disfrutan de ella, también en los malos momentos.
Recuerdo la reacción de un cordobés al que visité en un hospital. Ante la pregunta de cómo estaba, su respuesta fue: “Muy bien. Muriéndome, pero muy bien”. Me edificó su entereza y confianza en Dios.
Podemos perder el sentido de la vida, la percepción de que es un don, de que ni nos la podemos dar, ni quitar. La vida es para vivirla con sentido, para compartirla. Para dar gloria a Dios amando a los demás y viviéndola con Él, sabiendo que no acaba aquí. Hay vida eterna. Nuestro caminar aquí abajo encuentra su pleno sentido arriba: es camino del cielo.
Contrasta la pasión ecológica de nuestros días, el cuidado de la naturaleza, frente el desprecio de la vida humana. La práctica masiva del aborto, en nombre del derecho de las madres a decidir sobre su cuerpo, está conculcando el derecho fundamental de la vida del hijo. La práctica de las fecundaciones artificiales ha hecho desaparecer el respeto debido al embrión humano: es seleccionado, manipulado, desechado, congelado…La proliferación de los vientres de alquiler hace de la maternidad una especie de almoneda. Hemos olvidado que lo que tiene que ver con la vida se rige por unas normas éticas y morales, que no todo vale.
Enseña el Papa que la vida “que estamos llamados a promover y defender no es un concepto abstracto, sino que se manifiesta siempre en una persona de carne y hueso: un niño recién concebido, un pobre marginado, un enfermo solo y desanimado o en estado terminal, uno que ha perdido su trabajo o no puede encontrarlo, un emigrante rechazado o en un gueto... La vida se manifiesta concretamente en las personas”.