Luis Alberto Rosales es el director general de la Fundación Centro Académico Romano (CARF) que, desde 1989, ayuda a la formación de sacerdotes y seminaristas de todo el mundo en las facultades eclesiásticas de la Universidad de Navarra y en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz en Roma.
Gracias a la labor de la Fundación Centro Académico Romano en sus poco más de 30 años de vida, más de 40.000 personas entre sacerdotes, seminaristas, religiosos y religiosas han podido ampliar su formación en estas facultades para servir a la Iglesia en más de 130 países.
La realidad de este proyecto “que haría estallar la cabeza de cualquier economista”, destaca Luis A. Rosales, “es posible gracias a muchos pequeños donantes. Muchas veces no sabemos cómo van a salir las cosas y salen y yo siempre digo que es porque tenemos tres santos empeñados en esto”
La Fundación CARF nació hace ya más de 30 años. ¿Cuál fue la razón de este proyecto?
–En relación al nacimiento de CARF podemos hablar de dos orígenes: uno más cercano, el establecimiento, como tal, de la Fundación el 14 de febrero de 1989 y uno lejano. El lejano comenzó en 1978, cuando Juan Pablo II es elegido Papa. Una vez en la sede de Pedro, Juan Pablo II habló con Álvaro del Portillo, a quien conocía de las sesiones del Concilio Vaticano II y que había sucedido a Josemaría Escrivá al frente del Opus Dei, para indicarle que el Opus Dei debía establecer una universidad en Roma.
San Juan Pablo II era consciente de un punto clave del espíritu del Opus Dei que defendía san Josemaría, fallecido poco antes, era el amor a la Iglesia, al Papa y a los sacerdotes. Álvaro del Portillo le respondió que estaban las facultades eclesiásticas de Pamplona; pero Juan Pablo II insistió en la necesidad de la presencia de una universidad en Roma. Y le señaló además dos características que tenía que tener: por una parte, solidez de doctrina y además, estudios de comunicación, porque los sacerdotes tenía que saber de comunicación. A esto se sumaba la necesidad de solucionar la residencia de los sacerdotes y seminaristas que fueran a estudiar a Roma y Pamplona. Es decir, habría que hacer un seminario en Roma y otro en Pamplona y residencias…
Comenzaron entonces la búsqueda de un edificio para la universidad en Roma y para un seminario en Roma y otro en Pamplona; y comenzaron también las gestiones de créditos, alquileres, contratación de personal, servicios… Hasta que, en 1984 arranca lo que hoy es la Universidad Pontificia de la Santa Cruz.
Comenzaron a llegar los estudiantes: sacerdotes, seminaristas, religiosas y religiosos… y, en pocos años, se produjo un colapso económico. La razón es sencilla: en España, por ejemplo, tenemos muy claro “cuanto cuesta” un sacerdote; seguridad social, los sueldos… etc., pero en países como Brasil, Benin, Kenia o Nigeria, un sacerdote “cuesta” muchísimo menos, son cantidades ridículas para la Italia o la España también de entonces. Las cantidades que aportaban los superiores y obispos para sus alumnos eran ésas y, evidentemente, con lo que se puede destinar a un sacerdote en esos países no se paga una universidad privada, ni una residencia en Roma o Pamplona… Se produjo, pues, un colapso: no se podían pagar las nóminas, los servicios…
Ante este panorama, se vio la necesidad de una fundación y nace lo que hoy conocemos como CARF.
Pero no es sólo económica la razón de ser de CARF…
–No. De hecho, Álvaro del Portillo quiso que esta fundación tuviera dos misiones clave: la primera es que CARF debía difundir el buen nombre de los sacerdotes y fomentar las vocaciones sacerdotales… y la segunda, que fuera viable: que los obispos de todo el mundo pudieran tener la oportunidad de enviar a sacerdotes y seminaristas, o los superiores de órdenes religiosas a sus hermanos y hermanas, a realizar estudios en estas dos facultades eclesiásticas.
Don Álvaro, que era consultor de varias congregaciones vaticanas, era consciente de que había sacerdotes que tenían mal comportamiento, pero también de que, por cada uno de estos que actuaba mal, otros miles se dejaban la vida por los demás, y no sólo en países lejanos sino en Nueva York, en Roma o en Berlín y no había derecho a la mala imagen que, ya entonces, tenían los sacerdotes y la Iglesia.
Por esta razón, aunque siempre se necesita ayuda económica, el primer fin de CARF es fomentar las vocaciones y difundir el buen nombre de los sacerdotes por lo que si alguien no puede dar dinero, puede ayudar difundiendo la labor de CARF.
En este sentido, ¿cómo ayuda CARF a quienes quieren estudiar en estas facultades de Roma o Pamplona?
–El funcionamiento es el siguiente: los superiores religiosos (masculinos o femeninos) y obispos interesados se dirigen a las facultades eclesiásticas de la Universidad de Navarra o a la Universidad Pontificia de la Santa Cruz, pidiendo plaza y, posteriormente, si no se puede asumir el coste de estos estudios, piden una beca.
Desde CARF pedimos que, al menos, aporten lo que costaría su mantenimiento en los países de origen porque el “todo gratis” no es formativo. Hay ocasiones en las que nos encontramos con el problema de las plazas, porque no siempre hay sitio en las residencias y los seminarios. En Roma se cubren, en cierta medida, con los Colegios nacionales, pero no es lo mismo. En las residencias y seminarios internacionales se les cuida muchísimo, es una familia y ellos lo aprecian de manera especial.
¿De qué países proceden los estudiantes? ¿Todos son becados?
–En las facultades eclesiásticas de la Universidad de Navarra y en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz encontramos estudiantes de más de un centenar de nacionalidades. De hecho, el tercer país con mayor número de alumnos es Estados Unidos. Lógicamente, a un estadounidense, un alemán o un español que pueda costearse los estudios no se le da una beca.
¿Qué tipo de persona colabora con CARF?
–CARF es una fundación española. Aunque apoye a estudiantes de 133 nacionalidades, la mayor parte de nuestros socios son españoles. Es verdad que cada vez hay más variedad, ya que a través de internet se llega a todas partes.
Nuestros cauces son el boletín, nuestro sitio web y las redes sociales, por las que han entrado donaciones de otros países. La mayoría son donativos “humildes”: muchísimas personas que dan 5 euros al mes o 20 euros año. La inmensa mayoría, el 80%, son de este tipo de pequeñas aportaciones. Esto es muy bonito. Evidentemente se necesitan donativos importantes porque si no, esto no es viable, pero la mayoría son de pequeñas cantidades.
En CARF no admitimos donaciones anónimas. Todas tienen nombre y apellidos; aunque no conocemos al 90% de quienes realizan estos donativos. Son muchas personas buenas, que ven el Boletín en su parroquia o alguna publicación en las redes sociales. Una vez que nos ayudan se intenta mantener más o menos un pequeño seguimiento desde la fundación por si surgiera algún tema. Podemos decir que no hay una relación causa-efecto de nuestro trabajo a lo que sucede, y las cosas salen. Yo lo achaco a que hay tres santos (san Juan Pablo II, san Josemaría y el beato Álvaro del Portillo) muy empeñados en que esto salga adelante, porque es asombroso. En cualquier actividad comercial se conoce el negocio y aquí no sabemos de dónde viene la mayor parte.
Las Facultades Eclesiásticas de Navarra y la Universidad de la Santa Cruz están ligadas al Opus Dei ¿Cómo conocen CARF y su labor fuera del ámbito de la Obra?
–La realidad es que el 85 % de los becados no tienen relación con el Opus Dei. En nuestra historia hemos trabajado con más de 1.200 diócesis y centenares de congregaciones religiosas. Esto supone que CARF es muy conocido entre los obispos y superiores religiosos de todo el mundo. El prestigio de las universidades de Navarra y la Santa Cruz es muy grande también. Los obispos y superiores eligen estas facultades por muchos motivos y, con la ayuda de CARF, solucionan también temas como el alojamiento o la atención de los estudiantes.
Con más de 30 años de camino recorrido, ¿qué balance hace de la labor desarrollada por CARF?
–Estamos muy contentos. Cuando el hoy beato Álvaro del Portillo confió a esta fundación la misión que tiene, todo era un sueño. Es una alegría y un motivo para dar gracias a Dios. Realmente es una maravilla ver donde se ha llegado. Y mirando al futuro, dónde se llegará será donde Dios quiera.
Ningún plan de marca hubiera soñado esto: ser conocidos y ayudar a gente del mundo entero… y menos aún sin tener certeza de cómo puede salir este dinero, que es mucho, y, a pesar de todo al final, la cosas salen. Salen porque allí arriba tenemos tres pares de manos que nos ayudan.
Algunas cifras
En su Memoria 2021, la Fundación Centro Académico Romano recoge algunos de los principales números de su tarea.
El pasado año la fundación obtuvo 9.715.000 euros a través de donaciones periódicas, testamentos, donaciones puntuales e ingresos derivados de patrimonio. De esta cifra un 75,04% se destinó a la formación de sacerdotes y seminaristas y un 0,8% al patronato de acción social.
En Roma
Los sacerdotes y seminaristas que realizan sus estudios en Roma acuden a la Universidad Pontificia de la Santa Cruz que dispone de cuatro facultades eclesiásticas: Teología, Filosofía, Derecho Canónico y Comunicación Social Institucional, y de un Instituto Superior de Ciencias Religiosas.
En en plano residencial, en Roma se encuentran el Seminario Internacional Sedes Sapientiae y los Colegios Sacerdotales Altomonte y Tiberino
España
Las Facultades Eclesiásticas de la Universidad de Navarra se componen de las facultades de Teología, Filosofía, Derecho Canónico, y del Instituto Superior de Ciencias Religiosas.
En Pamplona, los estudiantes pueden residir en el Seminario Internacional Bidasoa y también en los Colegios mayores Echalar, Aralar y Albáizar, junto con la residencia Los Tilos.
Un estudiante conlleva unos 18.000 euros de gasto por curso: 11.000 euros aproximadamente de alojamiento y manutención, 3.500 de complemento por formación académica, unos 2.700 de matrícula universitaria y 800 de formación humana y espiritual.
Maria José Atienza, en omnesmag.com/
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