Al hilo del estreno de Amazon «Los Anillos de poder», analizamos un libro −«Un camino inesperado», de Diego Blanco− sobre el cristianismo de Tolkien en su obras
La obra del escritor británico J.R.R. Tolkien vuelve de nuevo a estar de actualidad a raíz del estreno de la serie ”Los anillos de poder”. Un estreno que, dicho sea de paso, tiene más de sacarle jugo a una franquicia comercial rentable que de reproducción fidedigna del universo creado por este genial filólogo y escritor. Con esta ocasión he releído el libro de Diego Blanco Albarova, “Un camino inesperado, desvelando la parábola de ”El Señor de los Anillos” (editorial Encuentro), en el que analiza la obra de Tolkien desde la perspectiva de autor católico.
Este análisis que hace Diego Blanco, sin duda un gran conocedor y entusiasta de “El Señor de los Anillos”, ha sido abordado por diversos autores, pues la religiosidad de Tolkien era sin duda uno de los elementos más configurantes de su vida y es esencial tenerlo en cuenta si se quiere analizar correctamente su obra. Recomiendo a este respecto la obra de Caldecott, “El poder del anillo”, también de Encuentro.
Diferencias con C. S. Lewis
Tolkien era un autor católico, pero a mi entender, nunca pretendió hacer una parábola de sus creencias a través de su obra, como sí haría C.S. Lewis en “Las crónicas de Narnia”. Más bien esta perspectiva fue motivo de discusión literaria entre los dos amigos literatos y profesores de Oxford. Tolkien pretendía, como él dice a Milton Waldeman ‘crear un cuerpo de leyendas más o menos conectadas
Ese universo mitológico que Tolkien quiere crear tiene de trasfondo una antropología cristiana, de lucha del bien y el mal, de la realidad de un ser espiritual (Eru) que ha creado el universo, de una mano providente y de un sentido en la historia. Pero a mi entender nuestro autor no intentará plantear un paralelismo simbólico entre el catolicismo y su obra, tal como plantea Diego Blanco en su libro. Tolkien es simplemente un autor católico que escribe una obra literaria colosal y que, por ello, transmite una mirada católica de la realidad. Tal y como le ocurriera a Cervantes al escribir “El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha”.
Ahora bien, es verdad que el profesor, cuando crea su obra, tiene presente la fe católica y la hace concordar con su obra. Será cuidadoso en construir un universo que es eco fiel de Dios Creador, pero no anticipará ningún contenido de la revelación cristiana. Tolkien, además, no puede evitar que elementos tan queridos como la eucaristía o la Virgen María, tengan un reflejo en su obra. Galadriel y Elbereth serán dos personajes femeninos élficos que reflejen, de alguna manera, el arquetipo mariano. Y a ningún lector se le escapa que el pan del camino de los elfos, las lembas, tienen un parecido con la eucaristía. Tolkien se refiere a ello cuando dice que ‘cosas mucho más grandes pueden dar color a una mente cuando trata los detalles menores de un cuento de hadas’ (carta 213)
Como creador Tolkien escribió una obra grandiosa, un universo propio, en el que dejó la huella de su ser, profundamente católico. Podemos seguir el rastro de su autor, igual que descubrimos rasgos de Dios en su creación, sin caer necesariamente en un simbolismo literal. Ahí reside, a mi entender, la gran fuerza literaria y, por qué no decirlo también, evangelizadora de la obra del viejo profesor.