En la Audiencia general de hoy, el Papa ha impartido su segunda catequesis en el ciclo dedicado al discernimiento, que comenzó el pasado 31 de agosto
Catequesis del Santo Padre en español
Proseguimos nuestra reflexión sobre el discernimiento —en este tiempo hablaremos cada miércoles del discernimiento espiritual— y para esto puede ayudarnos hacer referencia a un testimonio concreto.
Uno de los ejemplos más instructivos nos lo ofrece san Ignacio de Loyola, con un episodio decisivo de su vida. Ignacio se encuentra en casa convaleciente, después de haber sido herido en batalla en una pierna. Para liberarse del aburrimiento pide leer algo. A él le encantaban los libros de caballería, pero lamentablemente en casa había solo vidas de santos. Un poco a regañadientes se adapta, pero durante la lectura comienza a descubrir otro mundo, un mundo que lo conquista y parece competir con el de los caballeros. Se queda fascinado por las figuras de san Francisco y de santo Domingo y siente el deseo de imitarles. Pero también el mundo caballeresco sigue ejerciendo su fascinación sobre él. Y así siente dentro de sí esta alternancia de pensamientos, los caballerescos y los de los santos, que parecen ser equivalentes.
Pero Ignacio empieza también a notar las diferencias. En su autobiografía —en tercera persona— escribe así: «Cuando pensaba en aquello del mundo —y en las cosas caballerescas, se entiende— se deleitaba mucho; mas cuando después de cansado lo dejaba, hallábase seco y descontento; y cuando en ir a Jerusalem descalzo, y en no comer sino yerbas, y en hacer todos los demás rigores que veía haber hecho los santos; no solamente se consolaba cuando estaba en los tales pensamientos, mas aun después de dejando, quedaba contento y alegre» (n. 8), le dejaban un rastro de alegría.
En esta experiencia podemos notar sobre todo dos aspectos. El primero es el tiempo: es decir, los pensamientos del mundo al principio son atractivos, pero después pierden brillo y dejan vacíos, descontentos, te dejan así, una cosa vacía. Los pensamientos de Dios, al contrario, suscitan al principio una cierta resistencia —“Esto aburrido de los santos no lo leeré” —, pero cuando se les acoge traen una paz desconocida, que dura mucho tiempo.
Aparece entonces el otro aspecto: el punto de llegada de los pensamientos. Al principio la situación no parece tan clara. Hay un desarrollo del discernimiento: por ejemplo, entendemos qué es el bien para nosotros no de forma abstracta, general, sino en el recorrido de nuestra vida. En las reglas para el discernimiento, fruto de esta experiencia fundamental, Ignacio pone una premisa importante, que ayuda a comprender tal proceso: «En las personas que van de pecado mortal en pecado mortal, acostumbra comúnmente el enemigo proponerles placeres aparentes, tranquilizarles que todo va bien, haciéndoles imaginar deleites y placeres de los sentidos, para conservarlos y hacerlos crecer más en sus vicios y pecados; en dichas personas el buen espíritu actúa de modo contrario, punzándoles y remordiéndoles la conciencia por el juicio recto de la razón» (Ejercicios Espirituales, 314); pero esto no va bien.
Hay una historia que precede a quien discierne, una historia que es indispensable conocer, porque el discernimiento no es una especie de oráculo o de fatalismo o algo de laboratorio, como echar a suertes dos posibilidades. Las grandes preguntas surgen cuando en la vida hemos hecho un tramo de camino, y es a ese recorrido que debemos volver para entender qué estamos buscando. Si en la vida se hace un poco de camino, ahí: “¿Pero por qué camino en esta dirección, qué estoy buscando?”, y ahí se hace el discernimiento. Ignacio, cuando estaba herido en la casa paterna, no pensaba precisamente en Dios o en cómo reformar su vida, no. Él hace su primera experiencia de Dios escuchando su propio corazón, que le muestra una inversión curiosa: las cosas a primera vista atractivas lo dejan decepcionado y en otras, menos brillantes, siente una paz que dura en el tiempo. También nosotros tenemos esta experiencia, muchas veces empezamos a pensar una cosa y nos quedamos ahí y luego quedamos decepcionados. Sin embargo, hacemos una obra de caridad, hacemos algo bueno y sentimos algo de felicidad, te viene un buen pensamiento y te viene la felicidad, algo de alegría, es una experiencia nuestra. Él, Ignacio, hace la primera experiencia de Dios, escuchando al propio corazón que le muestra una curiosa inversión. Esto es lo que nosotros tenemos que aprender: escuchar a nuestro propio corazón. Para conocer qué sucede, qué decisión tomar, opinar sobre una situación, es necesario escuchar al propio corazón. Nosotros escuchamos la televisión, la radio, el móvil, somos maestros de la escucha, pero te pregunto: ¿tú sabes escuchar tu corazón? Tú te detienes para decir: “¿Pero mi corazón cómo está? ¿Está satisfecho, está triste, busca algo?”. Para tomar decisiones buenas es necesario escuchar al propio corazón.
Por esto Ignacio sugerirá leer las vidas de los santos, porque muestran de forma narrativa y comprensible el estilo de Dios en la vida de personas no muy diferentes de nosotros, porque los santos eran de carne y hueso como nosotros. Sus acciones hablan a las nuestras y nos ayudan a comprender el significado.
En ese famoso episodio de los dos sentimientos que tenía Ignacio, uno cuando leía las cosas de los caballeros y otro cuando leía la vida de los santos, podemos reconocer otro aspecto importante del discernimiento, que ya mencionamos la vez pasada. Hay una aparente casualidad en los acontecimientos de la vida: todo parece nacer de un banal contratiempo: no había libros de caballería, sino solo vidas de santos. Un contratiempo que, sin embargo, encierra un posible punto de inflexión. Tan solo después de algún tiempo Ignacio se dará cuenta, y en ese momento le dedicará toda su atención. Escuchad bien: Dios trabaja a través de los eventos no programables, ese por casualidad, por casualidad me ha sucedido esto, por casualidad he visto a esta persona, por casualidad he visto esta película, no estaba programado, pero Dios trabaja a través de los eventos no programables, y también en los contratiempos: “Tenía que dar un paseo y he tenido un problema en los pies, no puedo…”. Contratiempo: ¿qué te dice Dios? ¿Qué te dice la vida ahí? Lo hemos visto también en un pasaje del Evangelio de Mateo: un hombre que está arando un campo se encuentra casualmente con un tesoro enterrado. Una situación completamente inesperada. Pero lo importante es que lo reconoce como el golpe de suerte de su vida y decide en consecuencia: vende todo y compra ese campo (cf. 13,44). Os doy un consejo, estad atentos a las cosas inesperadas. Aquel que dice: “pero esto por casualidad yo no lo esperaba”. Ahí te está hablando la vida, ¿te está hablado el Señor o te está hablado el diablo? Alguien. Pero hay algo para discernir, cómo reacciono yo frente a las cosas inesperadas. Yo estaba tan tranquilo en casa y “pum, pum”, llega la suegra y ¿tú cómo reaccionas con la suegra? ¿Es amor o es otra cosa dentro? Y haces el discernimiento. Yo estaba trabajando en la oficina bien y viene un compañero a decirme que necesita dinero y ¿tú cómo has reaccionado? Ver qué sucede cuando vivimos cosas que no esperamos y ahí aprendemos a conocer nuestro corazón, cómo se mueve.
El discernimiento es la ayuda para reconocer las señales con las cuales el Señor se hace encontrar en las situaciones imprevistas, incluso desagradables, como fue para Ignacio la herida en la pierna. De estas puede nacer un encuentro que cambia la vida, para siempre, como el caso de san Ignacio. Puede nacer algo que te haga mejorar en el camino o empeorar no lo sé, pero estad atentos y el hilo conductor más bonito es dado por las cosas inesperadas: “¿cómo me muevo frente a esto?”. Que el Señor nos ayude a sentir nuestro corazón y a ver cuándo es Él quien actúa y cuándo no es Él y es otra cosa.
Mañana celebraremos la fiesta de la Natividad de la Virgen María. María experimentó la ternura de Dios como hija, llena de gracia, para después donar esta ternura como madre, a través de la unión a la misión de su Hijo Jesús.
Por eso hoy deseo expresar mi cercanía a todas las madres. De forma especial a las madres que tienen hijos que sufren: hijos enfermos, hijos marginados, hijos presos. Una oración particular para las madres de los jóvenes detenidos: para que no disminuya la esperanza. Lamentablemente en las cárceles son muchas las personas que se quitan la vida, a veces también jóvenes. El amor de una madre puede preservar de este peligro. Que la Virgen consuele a todas las madres afligidas por el sufrimiento de los hijos.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua francesa, en particular a los fieles venidos del Senegal con Monseñor Paul Abel Mamba, Obispo de Tambacounda. Hermanos y hermanas, que nuestra oración diaria nos haga contemplativos en la acción, hombres y mujeres que reconocen a Dios en todas las cosas; afine el oído de nuestro corazón para reconocer la presencia del Señor y descubrir poco a poco cómo el Espíritu Santo nos guía.
Saludo a los peregrinos de lengua inglesa presentes en esta Audiencia, especialmente a los provenientes de Dinamarca, Malta, Sudán del Sur, Nigeria y Estados Unidos de América. Sobre vosotros y vuestras familias invoco los dones de sabiduría, alegría y paz otorgados por el Espíritu Santo. ¡Dios os bendiga!
Queridos hermanos y hermanas de lengua alemana, tratemos de estar siempre despiertos y atentos a lo que Dios quiera decirnos y mostrarnos, porque a veces se deja sentir de manera muy sorprendente. Si estamos abiertos a su presencia, transformará nuestra vida de una manera maravillosa. ¡Os lo deseo de corazón!
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Pidamos al Señor que nos envíe su Espíritu para que nos ayude a discernir y a reconocer su presencia, aun en las situaciones imprevistas y dolorosas de nuestra vida, como fue para san Ignacio el tiempo de la convalecencia. Que Dios los bendiga. Muchas gracias.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua portuguesa, de modo especial a los fieles de las diócesis de Palmeira dos Índios y de Toledo y al grupo de Portugal: que el Señor os colme de alegría e ilumine las decisiones de vuestra vida, para que cumpláis fielmente el querer del Padre celeste para vosotros. Rezad por mí; no os faltará mi oración y la Bendición de Dios.
Saludo cordialmente a todos los polacos. En la catequesis de hoy he hablado de San Ignacio de Loyola y de como la lectura de las vidas de santos le llevó a la conversión y le enseñó el discernimiento espiritual. Por esto os animo también a vosotros a descubrir la vida de los santos de vuestro pueblo para que reconozcáis como el Señor os ha guiado en el pasado y qué os pide hoy. Os bendigo de corazón.
Saludo a los fieles de lengua árabe. El discernimiento es la ayuda para reconocer los signos con los que el Señor se deja encontrar en situaciones imprevistas, incluso desagradables. De ellos puede nacer un encuentro que cambie la vida, para siempre. ¡El Señor os bendiga a todos y os proteja siempre de todo mal!
Doy una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua italiana. En particular, saludo a los seminaristas de Verona, a la Acción Católica de Lucca, a las familias con niños que padecen atresia esofágica, acompañados por el obispo de Macerata, al grupo de cuidados intensivos neonatales del Hospital San Camillo Forlanini de Roma. Saludo y agradezco a la delegación de L'Aquila, encabezada por el obispo Auxiliar y el Alcalde.
Mi pensamiento va finalmente, como de costumbre, a los ancianos, jóvenes, recién casados, que son muchos, y sobre todo a los muchos enfermos aquí presentes, a los que expreso mi cercanía y mi cariño. Y no olvido a la masacrada Ucrania. Allí hay banderas. Ante todos los escenarios de guerra de nuestro tiempo, pido a cada uno que sea constructor de paz y que rece para que en el mundo se difundan pensamientos y proyectos de concordia y reconciliación. Hoy estamos viviendo una guerra mundial, ¡detengámonos por favor! A la Virgen María encomiendo las víctimas de toda guerra, de cada guerra, de modo especial la querida población ucraniana. Os bendigo de corazón.
Fuente: vatican.va / romereports.com
Traducción de Luis Montoya
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