Curan cuando se puede y cuidan siempre. Son aquellos que con los pies en el barro le dan sentido a una profesión milenaria
Desde hace 13 años la Dra. Marcela Saravia está instalada en Villa Minetti, una localidad santafesina en el límite con Santiago del Estero. Está agradecida con el “ida y vuelta” de la gente, pero le gustaría que llegara más formación a los pueblos.
No siempre el valor y la fama coinciden; ni los médicos más dedicados son los más visibles. Valoran el agradecimiento de quienes los necesitan más que algunos minutos en televisión. Forman parte de sus comunidades y están comprometidos con ellas. No tienen nada para vender; más bien comparten lo que tienen, lo que saben. Atienden en localidades remotas a familias humildes, no quieren dejar huérfana a ninguna enfermedad. Curan cuando se puede y cuidan siempre. Son aquellos que con los pies en el barro le dan sentido a una profesión milenaria. IntraMed quiere homenajearlos con este ciclo de entrevistas que se propone darles visibilidad a los “Invisibles”.
La doctora Marcela Saravia supo que quería ser médica desde el jardín de infantes. Ya desde su salita, le decía a sus compañeros que ella iba a ser “doctora de niños”. Hoy, en su rol de médica generalista, atiende a pacientes de todas las edades, incluso los chicos, así como lo había vaticinado. Se desempeña de forma exclusiva en el Hospital SAMco, de Villa Minetti, Santa Fe, una localidad de entre 10.000 y 12.000 habitantes a 70 kilómetros de Tostado.
Allí está desde hace 13 años, lejos de los grandes avances tecnológicos. “Al ser un centro de atención primaria tenemos un laboratorio y un equipo de rayos con sus años. Además somos pocos, dos médicos, un pediatra, psicóloga, odontóloga, asistente social y agentes sanitarios”, dice. Y agrega: “Me gustaría que tanto la tecnología, como también la formación de médicos y enfermeros llegaran más a los pueblos, porque esa falta de acceso cuesta cuando uno está alejado”.
Saravia, desde sus comienzos, sabe lo que es trabajar de lunes a lunes y reconoce que en el pueblo a veces no puede ir de compras tranquila en el supermercado porque la gente la para para hacerle consultas. “Al buscar solucionar problemas con tanta pasión, tengo a los pacientes ‘malacostumbrados’”, bromea. Más allá de la entrega, le pesa cuando los recursos faltan. Pero sabe que para sostenerse en regiones remotas, se debe tener “mucha vocación de servicio”. En sus propias palabras, la historia que compartió con IntraMed.
Trayectoria y llegada a Villa Minetti. Soy oriunda de Villa Guillermina, al norte de Santa Fe, pero me formé en Corrientes Capital. Allá trabajaba en un centro de atención primaria y los fines de semana hacía guardias en Villa Guillermina. Trabajaba de lunes a lunes, de enero a enero. Después salieron unos cargos de dedicación exclusiva, me anoté en distintas zonas y elegí Villa Minetti. Nos embarcamos a un puesto seguro, en el que también me pudiera quedar un poco más con mis hijos y con mi familia.
Días típicos de rutina. Realizo guardias dos veces a la semana y el resto de los días hago consultorio. Con la pandemia tenemos turnos dados cada 10 o 15 minutos. Antes elegíamos días específicos para hacer paps, pero después de la pandemia los hacemos cualquier día. Suelo colocar y quitar chips anticonceptivos, asistir a púerperas, pero también atiendo a adultos mayores y a niños. Cubrimos desde la hipertensión y la diabetes a la planificación familiar. Pero también tomamos casos sociales, que trabajamos con una psicóloga que viene una vez por semana o cada 15 días. Son por ejemplo, de chicos con problemas de adicciones, drogas o barbitúricos. Ahí hacemos todo un seguimiento para ver quiénes comercializan esas sustancias en el pueblo. Los hay de otros chicos con problemas familiares, con anorexia, en situaciones de abandono, por la falta de aseo o por una patología de la piel o porque se queman.
Vemos un poco para atrás, miramos un poco la casa, como viven. También abordamos con la asistente social el tema de maltrato de mujeres y la interrupción del embarazo.
Principales problemas de salud en Villa Minetti. Son variados. Sobre todo existe hipertensión, diabetes, crecen los problemas de tiroides, problemas de piel. No tenemos desnutrición en niños, y en los pacientes pediátricos tenemos problemas respiratorios de acuerdo a la época. Acá también hay mucho Chagas, en gente adulta que no pudo hacer el tratamiento y que monitoreamos con el cardiólogo en Tostado.
Cómo se transitó la pandemia.
El teléfono no paraba de sonar, vos te ibas a tu casa, pero los llamados seguían: los pacientes se sentían mal, les faltaba el aire
Ya por suerte la población completa está vacunada con dos y tres dosis. Pero la pandemia fue muy dura. Nosotros pensamos que estábamos lejos de pasar por lo que pasamos, pero llegamos a tener 10 internados por COVID dentro del hospital y somos solo dos médicos y otros más que viene de guardia. Nuestro trabajo, como el de los enfermeros y el personal de limpieza fue agotador. Además a los pacientes más graves, que derivábamos porque necesitaban atención de mayor complejidad, terminaban falleciendo, no volvían. Eso pasaba cuando todavía no había muchas vacunas. Hoy tenemos problemas con la gente que no se quiso vacunar, pero al momento en que empezó la pandemia pensábamos que estábamos en una guerra. El teléfono no paraba de sonar, vos te ibas a tu casa, pero los llamados seguían: los pacientes se sentían mal, les faltaba el aire. Fue muy duro, pero gracias a Dios lo transitamos. A lo mejor quedan heridas porque se fue gente querida. Un compañero nuestro falleció de COVID, un enfermero, que no se contagió dentro del hospital sino estando de vacaciones y solo tenía una sola dosis.
Anécdotas con pacientes. Siempre me están buscando y me digo, “eso es bueno”, porque sos como un referente para ellos: siempre traté de solucionarle los problemas a la gente que vive en el campo y no puede llegar. Me involucro mucho. Ahora al estar la asistente social me separé un poquito de eso, de solucionarle todo a la gente, los “malacostumbré”, digamos. Por fuera de consultorio, no soy de juntarme mucho, de ir a sus casas. Sí lo hacía al principio, ni bien llegué. Ahora nos juntamos con dos o tres amigos. Pero la gente es buena, siempre está al servicio de una también. Cuando tuvimos que atravesar un problema de salud de mi marido, todo el pueblo rezó, nos acompañó. Nos adoptaron como hijos del pueblo.
Recompensas profesionales y personales de atender en Villa Minetti. Si te llaman, si te vienen a buscar debe ser porque hacés lo que hacés con tanta pasión y tanto amor, que esa es la recompensa. También el hecho de que hayan estado con mi familia cuando los necesitamos: no solo rezaron sino que donaron sangre, viajaron, estuvieron pendientes de ver que necesitaban mi mamá y mis hijos, porque ella tuvo que venir a cuidarlos desde Villa Guillermina. Porque con mi marido nos tuvimos que ir. Todo eso que te da la gente es la recompensa, además de que vivís es un pueblo tranquilo, sin la vorágine de una gran ciudad.
Pero sí me gustaría seguir formándome, aprender un poco más. Porque acá uno está muy solo, para formarte en vivo tenés que recorrer al menos 400 o 500 kilómetros. Ahora la virtualidad permite hacer cursos a distancia, pero no es lo mismo que hacer un curso de ecografía o de pediatría y estar palpando todo de cerca. Por eso me gustaría, desde la parte gubernamental, que se llegara más a los pueblos, para la formación y actualización de los médicos y los enfermeros. Eso cuesta mucho cuando uno está alejado.
¿Qué no le tiene que faltar a un médico que atienda en una zona remota? Vocación de servicio. Porque al estar en un pueblo, en el que no llegan los últimos avances tecnológicos, tenés que apelar mucho al ojo clínico. Y, sobre todo, amar lo que hacés.
Celina Abud Fuente y Marcela Saravia, intramed.net/
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