Discurso del Papa a la Conferencia Internacional el viernes, 19 de noviembre de 2021
Eminencia, ilustres Señoras y Señores, queridos hermanos y hermanas, tengo el placer de daros la bienvenida a todos los aquí venidos de todas partes del mundo, a pesar de las dificultades debidas a la pandemia, para participar en la Conferencia Internacional “Erradicar el trabajo infantil, construir un futuro mejor”, que se tendrá esta tarde en el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral.
La plaga de la explotación laboral de los niños, sobre la que hoy reflexionaréis juntos, es de particular importancia para el presente y el futuro de nuestra humanidad. El modo en que nos relacionamos con los niños, la medida en que respetamos su innata dignidad humana y sus derechos fundamentales, expresan qué tipo de adultos somos y queremos ser, y qué tipo de sociedad queremos construir.
Deja atónitos y turbados el hecho que en las economías contemporáneas, cuyas actividades productivas se sirven de las innovaciones tecnológicas, tanto que se habla de “cuarta revolución industrial”, persista en cada parte del globo el empleo de niños en actividades laborales. Esto pone en riesgo su salud, su bienestar psicofísico y les priva del derecho a la educación y a vivir la infancia con alegría y serenidad. La pandemia ha agravado la situación ulteriormente.
El trabajo infantil no se debe confundir con las pequeñas tareas domésticas que los niños, en su tiempo libre y según su edad, pueden hacer en el ámbito de la vida familiar, para ayudar a los padres, hermanos, abuelos u otros miembros de la comunidad. Esas actividades son en general favorables a su desarrollo, porque permiten poner a prueba sus capacidades y crecer conscientes y responsables. ¡El trabajo infantil es otra cosa! Es explotación de los niños en los procesos productivos de la economía globalizada en beneficio de ganancias ajenas. Es negación del derecho de los niños a la salud, a la educación, a un crecimiento armonioso, que incluya también la posibilidad de jugar y soñar. Esto es trágico. Un niño que no puede soñar, que no puede jugar, no puede crecer. Es robar el futuro a los niños y, por tanto, a la misma humanidad. Es lesión de la dignidad humana.
La pobreza extrema, la falta de trabajo y la consiguiente desesperación en las familias son los factores que más exponen a los niños a la explotación laboral. Si queremos erradicar la plaga del trabajo infantil, debemos trabajar juntos para eliminar la pobreza, corregir las distorsiones del sistema económico vigente, que acumula la riqueza en manos de unos pocos. Debemos animar a los Estados y a los actores empresariales a crear oportunidades de trabajo digno con salarios justos que permitan a las familias satisfacer las necesidades de sus hijos, sin verse obligadas a trabajar. Debemos unir nuestros esfuerzos para promover una educación de calidad en todos los países, gratuita para todos, así como un sistema de salud accesible a todos, sin distinción. Todos los actores sociales están llamados a combatir el trabajo infantil y las causas que lo determinan. La participación en esta Conferencia de representantes de organismos internacionales, de la sociedad civil, de las empresas y de la Iglesia es un signo de gran esperanza.
Ruego al Dicasterio para la Promoción del Desarrollo Humano Integral, que también se encarga de promover el desarrollo de la niñez, que siga en esa labor de estimular, facilitar y coordinar las iniciativas y esfuerzos ya en marcha a todos los niveles en la lucha contra el trabajo infantil.
Y a vosotros, ponentes y participantes en este encuentro, os expreso mi gratitud: gracias por compartir vuestras habilidades y compromiso con esta causa que es una verdadera cuestión de civilización. Os animo a continuar por este camino, sin desanimaros por las inevitables dificultades, sino ampliando cada vez más la red de personas y organizaciones implicadas. Recordemos siempre las palabras de Jesús en el Evangelio: “Todo lo que hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis” (Mt 25,40).
Os encomiendo a vosotros, a vuestras familias y vuestro trabajo a la maternal intercesión de María Santísima, y os bendigo de corazón. Gracias.