Seguramente, las palabras más cariñosas que he recibido me las ha dedicado Luis Alberto de Cuenca. Un escritor amigo
Juan Manuel de Prada (Baracaldo, 1970) es escritor desde que tiene uso de razón. Dirigir su vida por la aventura de escribir brotó a los dieciséis años cuando entendió que su propósito de juntar letras tenía una explicación. La vocación abrió paso a la profesión, a su forma de vida y pasión.
Con tan solo veintiséis años despertó a la pluma de la crítica tras ganar 50 millones de las antiguas pesetas del Premio Planeta por el título ‘La tempestad’. Se convirtió en uno de los más jóvenes premiados de la historia del galardón. Sin embargo –sabiendo que estamos en España y la envidia es deporte nacional– cuenta que, en ese momento, semejante éxito ocasionó alguna que otra zancadilla por el camino. Después de todo, comenzó la carrera de uno de los escritores más conocidos de nuestro país. Se considera una persona austera, taciturna y pertinaz. Totalmente en contra de la literatura infantil contemporánea– cree que es un vehículo de adoctrinamiento ideológico– plantea al Ministerio de Educación que, dentro de los actuales planes de estudio, los niños lean a los grandes clásicos como ‘El Quijote’ de Miguel de Cervantes o ‘Las narraciones extraordinarias’ de Edgar Allan Poe. Dice que para formarse culturalmente hay que comprometerse, sacrificar las distracciones y pasatiempos para así lograr el objetivo marcado, tanto en lo intelectual como en el día a día: «Es mucho más fácil tener veintisiete novias en Tinder que tener una mujer a la que le dedicas tu vida entera».
Tradicional mejor que conservador, la polémica es otro de sus principales signos de identidad. Un hombre elocuente donde los haya, da gusto escuchar tanta sabiduría entre risas y espontaneidad.
¿Cuál cree que es el momento preciso cuando la vocación por las letras llama a su puerta? ¿Desde pequeño sabía que iba a ser escritor?
Desde muy niño sabía que quería ser escritor, tenía esa conciencia y sabía que quería vivir de mi oficio. Es verdad que a medida que pasa el tiempo, ese pensar es más incierto, más coherente. Al principio, cuando uno quiere ser escritor, imaginas casi como si fuera una especie de aventura. Mi primer modelo de escritor –entre comillas– era Tintín, el reportero y corresponsal de Le Petit Vingtième. Quiero decir que cuando eres niño, tienes ideas estrafalarias sobre este oficio. Luego, poco a poco, vas aquilatando esas ideas, ¿no? Pero la verdad es que siempre tuve esa vocación, no me conozco teniendo otra.
Entonces… ¿Su libro favorito en la infancia puede ser alguno de Tintín?
Bueno, los libros o tebeos de Tintín me gustaban mucho pero no los calificaría en ese lugar. Mi libro predilecto en la infancia… Hum… La verdad que es una pregunta complicada.
Tenemos tiempo jajaja
¿Sabes lo que pasa? Nunca he creído en la literatura infantil.
¿Por qué?
La literatura infantil es una plaga. Creo que es muy perjudicial para la salud intelectual de los niños. Es una vía de infiltración ideológica, de destrucción de las almas y cerebros. Creo que cualquier padre mínimamente responsable debe evitar que sus hijos lean literatura infantil, sobre todo la contemporánea. El único libro que de verdad considero que me impacta, es a la edad de once o doce años, ‘Las narraciones extraordinarias’ de Edgar Allan Poe. Es un libro que me deja completamente perplejo, perturbado. Todavía hoy lo sigo considerando como una obra maestra, lo habré leído docenas de veces. Me marcó muy profundamente. Primero, porque es una lectura que me provocó miedo… ¡el placer del miedo!, porque el miedo también puede ser placer.
Y luego, he leído lecturas posteriores cuando era adolescente, joven… pero Poe es uno de los grandes escritores y maestros de la literatura. Es un escritor que revoluciona el género de terror pero también revoluciona la literatura. Cuando era niño, no era consciente, pero con el tiempo, me fui dando cuenta de que era un escritor inmenso.
¿Las fábulas de Samaniego y sus moralejas tampoco le convencen?
Sí. Cuando era niño también leí este tipo de cuentos. Recuerdo que mi abuelo me los leía mucho. Eran las poesías de Gabriel y Galán, un poeta hoy olvidado, un poeta rural, mitad extremeño, mitad salmantino. Son poesías muy ligadas al campo, a lo rural… Es un poeta muy emocionante y todavía hay poemas suyos que sé de memoria. También hacíamos lecturas sobre la historia sagrada en la enciclopedia Álvarez… ¡Qué maravilla!, aquellos tiempos cuando todos los libros estaban en un solo volumen. También leíamos a los hermanos Grimm, Andersen, a los clásicos de siempre. Aunque he de decir que en líneas generales apenas leí literatura infantil.
¿Puede que la lectura de clásicos en la infancia y juventud se esté perdiendo? ¿Qué opina del nivel de lectura en los colegios?
Ciertamente, ciertamente… Hoy en día se puede completar el bachillerato sin haber leído un libro decente. Efectivamente, esto cada vez se está imponiendo más. A los chavales les hacen leer basura porque quieren destruirlos. Esos años son los más importantes de la vida porque las lecturas crean una impresión muy honda. Entonces, si tú lees bazofias políticamente correctas, llenas de paradigmas culturales que interesan al sistema, te conviertes en un lacayo, en un jenízaro, sistémico… Entonces sí, sí… me consta, me consta que a los chavales hoy en día, en los institutos y colegios, les hacen leer bazofias diversas. Creo que cualquier padre responsable tiene que impedir que sus hijos lean este tipo de basuras. Desde aquí, hago un llamamiento a los padres para que no pisen la sección de literatura infantil en las librerías.
¿Qué le gustaría recalcar para mejorar la literatura infantil?
La literatura infantil, en líneas generales, está escrita por señores y señoras—aquí está bien añadir el “inclusivo”—para que se vea que hay señores y señoras hijos*** e hijas*** [risas]. La literatura infantil está escrita por este tipo de personas que crean libros como si fueran lecturas para retrasados mentales. Pueden pensar que los niños son retrasados mentales y como son así, además no se nota toda la ideología que les metes, ¿no? Creo que hoy en día la literatura infantil fundamentalmente es un vehículo de adoctrinamiento ideológico.
¿Tres libros que, desde el Ministerio de Educación, deberían incluir en los planes de estudio?
Por supuesto, ‘El Quijote’. Esta lectura es fundamental. Me atrevería a decir que es relativamente sencilla. Cervantes tenía un estilo cristalino, un estilo que– tantos años después— sigue siendo plenamente accesible, ¿no? Se han hecho adaptaciones, traducciones… pero la realidad es que El Quijote sigue siendo un libro bastante comprensible y creo que un adolescente puede leerlo sin problema, con la guía de un profesor que sepa trasmitir la pasión de El Quijote es un libro que se puede leer tranquilísimamente. Luego nombres propios como Benito Pérez Galdós, Baroja, Unamuno… Tres buenas maneras de adentrarse en la literatura. El problema que existe para transmitir el amor por los libros es que, el profesor, tiene que amarlos. La realidad desgraciadamente es que, hoy en día, los profesores son seres rutinarios que entienden su trabajo como un medio de vida y no como un modo de vida. Lo que enaltecen los oficios y las profesiones es que, para ti, sean el alma que te habita. Creo que esta es la clave.
Al hilo de la juventud. ¿Cree que estamos atravesando una crisis de valores? ¿Qué conclusión saca de las generaciones más preparadas de la historia, según el cliché?
Bueno… En primer lugar, he de decir que, me perdonarás Isabel, pero no sois la generación mejor preparada de la historia. Hay una cultura bajísima. Este año he hecho una locura; he vuelto a la universidad y he visto el nivel que en estos momentos tiene la universidad española. Lo profesores malos tienen un nivel de octavo de EGB—estamos hablando de cuando yo tenía catorce años—. Los mejores profesores dan unas clases con un nivel de segundo de bachillerato, un nivel ínfimo que ha normalizado el infausto Plan de Bolonia. Lo más doloroso que percibí en esta estancia en la universidad era ver a chavales que tenían interés. El ansia de conocimiento, de adentrarte en las asperezas del saber, no ha cambiado. Lo que ocurre es que hay unos planes educativos que lo que tratan es de moldear la mente de las personas para destruirlas, para convertirlas en lacayos. Este es el gran drama. Pienso que hoy en día, un joven que quiera salirse de esto, del redil, de alguna manera tiene que complementar esa formación universitaria – opino que es una formación de escasísimo valor—pero que desgraciadamente es lo que te abre las puertas a este mundo podrido. Esta formación tiene que complementarse con una formación autodidacta. En este sentido, creo que la primera nota distintiva de la auténtica transmisión de conocimiento es la dificultad. Uno no puede conformarse con aquellas cosas que le resultan sencillas. Una «novelita» de cualquier botarate que escriben best sellers seguramente sea muy fácil su lectura, pero, una persona que de verdad quiera entender lo que es la literatura, tiene que leer libros que le vayan a plantear dificultades. En este sentido, pienso que uno tiene que exigirse y tratar de leer las grandes obras maestras de la literatura.
¿Y la distracción con forma de pantallas que tenemos hoy en día no limita esa exigencia que comenta?
Ese es otro punto que cualquier persona que quiera formarse intelectualmente tiene que entender hacer un sacrificio. Las pantallas dispersan nuestra atención, introducen un componente de nerviosismo en nuestra vida y claro… No te puedes poner a leer Las confesiones de San Agustín y contestar un WhatsApp.
¿Y estamos preparados para semejante exigencia?
Uno tiene que fortalecer su carácter y para lograr esto hay que imponer renuncias en su forma de vida. Esto es así y tenemos que asumirlo ¿no? Pero no solamente en el ámbito del saber, es mucho más fácil tener veintisiete novias en Tinder que tener una mujer a la que le dedicas tu vida y viceversa.
¿Ha vuelto a la universidad para estudiar un doctorado en…?
Me estoy doctorando en Filología Española.
Y en general. ¿Cómo ve el panorama cultural en nuestro país?
En estos momentos estamos asistiendo a una uniformización de los seres humanos como en ninguna otra época. ¿Por qué? Creo que cuando rompes los lazos con la tradición te conviertes en una masa amorfa y los tiranos pueden modelar a su gusto. En cambio, las sociedades que creen y tienen una tradición están nutridas luego es donde surgen las personalidades diversas. Las sociedades tradicionales digamos que amparan mucho mejor al “genio”—no me refiero únicamente al genio “genial”—sino el genio de cada uno. Potencian que surjan vocaciones y personas diversas. Las sociedades que cortan lazos con la tradición son modeladas por el clima cultural de la época. Pienso que, en estos momentos, el mundo literario y el cultural, son dos universos profundamente sistémicos. Es decir, en este momento los escritores españoles—te diría una inmensa mayoría—son esclavos de los paradigmas culturales impuestos. Por lo tanto, son personas inanes que están contribuyendo a la destrucción del pueblo español. La mayor parte de las novelas que ahora se publican son “novelitas sistémicas” y la poesía es una “poesía banal” que ha perdido la necesidad del misterio, de alumbrar el misterio del alma humana. Todo esto se ha perdido y, cada vez más, asistimos a una llamada “cultura del ocio”. Las profesiones y oficios que tienen que ver con las artes y con la transmisión cultural, se han dejado en manos de personas que lo que quieren es destruir la herencia cultural, destruir nuestra tradición. Lo que en otra época eran expresiones del genio humano por la búsqueda de la belleza y sentido del mundo, ahora esto se ha convertido en “productos de entretenimiento”. Algún día todo esto reventará. En algún momento cogeremos los suplementos culturales y nos limpiaremos el culo con ellos.
Hablando del periodismo cultural, ahora cuenta con su columna en ABC, colaboraciones en XL Semanal y más pero, en el fondo, usted es una persona que ha conseguido no casarse con nadie.
Tuve la inmensa suerte de triunfar muy joven. Por este motivo no me “tenían fichado”. Si yo en vez de haber triunfado con veintiséis años hubiese sucedido con cuarenta, pues no hubiera triunfado. Logré pasar las aduanas en un momento que no me podían fichar. Cuando gané el Premio Planeta tenía veintiséis años –pobrecito de mí—Varias revistas culturales publicaron un texto exhortando a sus lectores a que no compraran mi libro porque era antiabortista. Me publicaron como una especie de… ¿como los carteles que se ponían en el Oeste?
“Se Busca…”
Y lo hicieron. Lo que pasa es que ya había pasado el relumbrón. Desde el primer momento que gano el premio me atacaron, machacaron mucho… Pero bueno. Conseguí entrar en contacto con mi público potencial, aunque mi caso es una situación excepcional.
Hoy en día un escritor que no se ponga de rodillas ante los paradigmas culturales del progresismo lo tiene muy muy difícil, y esto es terrible. Cuando hablo de progresismo me refiero lo mismo a derechas e izquierdas, está división es ya carente de sentido, puesto que ambos bandos ideológicos comparten premisas liberales. Me parece que no hay más distinción que entre liberalismo y tradición. El hacer cultural que va a permitir que el mundo cambie lo vamos a custodiar muy pocos, ¿no? Por eso pienso que es esencial el cobrar conciencia del valor de las vocaciones artísticas y culturales. Para nuestros hijos, creo que son claves las labores que mismamente estáis desarrollando vosotros, un proyecto con esta sensibilidad literaria, artística y con esta necesidad de recuperar el pensamiento tradicional. Es muy importante el recuperar lugares de vanguardia en el mundo que se avecina. Ahora está muy de moda la llamada “batalla cultural”. A mí siempre me hace mucha gracia. Para que exista una batalla cultural, primero tienes que adherir a una forma de pensamiento. Este concepto no consiste en responder a las burradas que dicen los políticos, no cosiste en crear antagonismos. La batalla cultural consiste en brindar a la sociedad una alternativa y esa alternativa, solo se puede brindar si detrás hay algo consistente. Por eso es tan importante todas estas vocaciones que tienen que ver con las Humanidades.
‘Una biblioteca en el oasis’ es su último libro y el anterior, ‘Cartas del sobrino a su diablo’ un título que se parece al clásico ‘Cartas del diablo a su sobrino’. ¿Por qué ese guiño a C.S Lewis? ¿Uno de sus autores favoritos?
No diría de mis favoritos, pero sí que es un autor que tiene unas cuantas de obras extraordinarias. Obras además que todos estos temas de los que estamos hablando, él las intuye. Cuando lees ‘Las cartas del diablo a su sobrino’ o lees ‘La abolición del hombre‘ y tantas otras, descubres que era un hombre que veía lo que iba a suceder.
Cuando declararon el estado de alarma—que ahora dicen que no era legal—pues… tras esa situación tan perturbadora, empecé a escribir una serie de crónicas que titulé Cartas del sobrino a su diablo. Fue una aventura que me causó muchos problemas en el periódico.
No las entendían. Esto es otro de los dramas. Cuando escribes en un periódico, ya te estás dirigiendo a personas pues… prácticamente iletradas. Antes el tío que leía un periódico era, como mínimo, una persona que estaba habituada a leer la prensa. Hoy en día escribes un artículo y ese escrito se puede difundir por vías insospechadas acabando en manos de auténticos zoquetes. Y la verdad que estos artículos fueron muy poco comprendidos. También por parte de la dirección del periódico fueron artículos muy contestados y… la verdad que fue dura, estuvieron a punto de echarme. Después tuve la suerte que, desde Homo Legens, los reunimos todos y quedó un libro muy bonito. Es un libro al que le tengo cariño.
¿Más que a ‘Una biblioteca en el Oasis’?
Diferentes. Mi último libro es una colección de grandes obras de la literatura donde se toca la cuestión religiosa. Una de las características de la cultura de nuestro tiempo, me atrevería a decir que la cuestión religiosa prácticamente ha desaparecido de la cultura occidental. Es realmente sobrecogedor porque todas las civilizaciones se han caracterizado por hacerse las grandes preguntas que tienen que ver con el destino humano, con la existencia y relación con Dios…Y hoy en nuestra literatura es muy difícil encontrar autores que todavía tengan estas preocupaciones. Entonces, en este libro, reúno una gran serie de obras de toda la historia de la literatura, desde obras clásicas de Calderón, Cervantes, Tirso de Molina, hasta obras de nuestro tiempo pasando por los grandes autores que todos tenemos en la cabeza: C.S Lewis, Chesterton, Leonardo Castellani… Es una especie de canon nada académico porque en este libro hablo de grandes obras maestras, un catálogo sobre cuestiones sobrenaturales.
Vamos a pasar a una serie de preguntas rápidas:
¿Tres palabras que le definirían?
Austero, taciturno y…tenaz.
¿Y una descripción que le haya gustado de un tercero hacía usted como escritor?
No soy una persona a la que se le hayan dedicado muchos estudios o semblanzas. Seguramente, las palabras más cariñosas que he recibido me las ha dedicado Luis Alberto de Cuenca. Un escritor amigo.
Si se acabara el mundo, ¿qué libro salvaría?
¿Si se acabara el mundo? Hombre pues salvaría el Apocalipsis. Además, soy muy amante del Apocalipsis. He sido un poco el introductor de Leonardo Castellani, un gran escritor argentino, que escribió mucho sobre el Apocalipsis. Así que sí: Si se acabara el mundo salvaría El Apocalipsis que, además, sería el libro que más me serviría para lo que viniera después, ¿no? [risas]
Desde luego, muy buena chuleta. ¿Qué libro le regalaría a..?
¿Su hija?
Tal vez le podría regalar una novela de Henry James , ‘Otra vuelta de tuerca’ que es cortita.
¿Mario Vargas Llosa?
Un libro de Leonardo Castellani, a ver si le desinfecto un poco de su liberalismo delicuescente.
¿Colette?
Hombre… a Colette es muy difícil regalarle algo para enseñarle… Bueno, le regalaría quizás una novela de Emilia Pardo Bazán. Seguramente, Los Pazos de Ulloa. Una gran escritora se reconocería en otra grande.
Por último, ¿Escohotado?
A Escohotado… ¿Qué le podría regalar? Creo que un libro de Donoso Cortés. ‘El ensayo sobre el catolicismo, liberalismo y socialismo’—que ya habrá leído—pero lo tiene muy olvidado. También le regalaría ‘El hombre eterno‘ de Chesterton porque soy consciente de su odio visceral hacia Chesterton. Coincidimos una vez en un acto y despotricaba con auténtico ensañamiento. Es natural, es una visión del mundo radicalmente opuesta a la suya. Me da pena las personas que se cierran. El materialismo destruye el alma y creo que Escohotado, siendo un hombre con una inteligencia verdaderamente admirable, pues está cerrado a lo sobrenatural.
¿Sus escritores favoritos?
He leído a muchos novelistas. Sin duda te digo Cervantes, Dostoievski y Proust.
¿Una biografía? ¿Sobre quién sería?
Bueno, ya la he escrito. Mi tesis doctoral será una biografía de dos mil páginas sobre una escritora catalana, llamada Ana María Martínez Sagi. Escribí un libro sobre ella publicado en el año 2000, ‘Las esquinas del aire’, basado sobre todo en su propio testimonio, pero luego, con el paso del tiempo, descubrí que me había mentido y que se había inventado su vida.
¿Y por qué ella?
Fue una mujer muy interesante. Leyendo un libro de entrevistas de los años treinta me llamó muchísimo la atención. Entonces decidí tratar de reconstruir su vida y para mi sorpresa, la encontré todavía viva, ya nonagenaria, pero todavía viva. Me impresionó mucho conocerla porque en su tiempo, fue una mujer destacadísima. A parte de poeta, periodista, había sido directiva del Fútbol Club Barcelona en 1930, campeona de tiro con jabalina… También había participado en la guerra como corresponsal, se exilió en Francia durante los años de la ocupación alemana… Una vida espectacular. Además, me legó su obra inédita. Me pidió que la publicara a los veinte años de su muerte—que se cumplieron el año pasado–. Y preparando esta antología, me di cuenta de que mucho de lo que me habían contado era falso. Por eso decidí dilucidar la verdad sobre su vida con la tesis.
¿A la vista escribir otro libro?
Quiero escribir una novela sobre la Guerra Civil en Madrid, que en España no la escribe nadie. Lo que pasa que, hoy en día, esa novela me puede llevar a la cárcel con esta nueva ley de memoria democrática que nos van a colar.
¿El escritor nace o se hace?
El escritor indudablemente nace. Todos los oficios que tienen que ver con una vocación tienen algo misterioso que precede a nuestra voluntad, pero, que exige el concurso de nuestra voluntad. Una persona con vocación literaria, si no la cultiva o entrena, esa vocación se echa a perder. Sin embargo, el escritor que nace luego tiene que hacerse, sobre todo a golpe de disciplina, tesón, de romper muchos folios ¿no? Hoy en día casi nadie escribe a mano—debo ser el último que escribe a mano—y hay que tirarse muchas horas delante del folio u ordenador. Hay que crear, como digo yo, una próstata del tamaño de un melón, si eres señor. Si eres señora, unas cartucheras que se te salgan por los brazos. El escritor debe tener muy buen culo; muchas horas de trabajo, capacidad de observación, saber mirar el mundo y leer mucho.
¿Lema de vida?
El escritor que más me ha marcado es Leonardo Castellani. Lo leí y me cambió radicalmente mi visión de la vida. Sus obras están llenas de pensamientos muy sabrosos, iluminadores y transformadores. Prefiero, antes de elegir solo una frase, invitar a nuestros seguidores a que lean cualquiera de sus obras y verán cómo van a encontrar mil unas frases verdaderamente geniales.
Isabel Lozano, en leerporleer.com/
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