«Al final tampoco nos bajaron el precio de las compresas»
Deberías escribir tu columna sobre la nueva ley del aborto. La podrías titular «Al final tampoco nos bajaron el precio de las compresas». Tendrías que explicar que no aspiras a que quitarles la vida a los niños más indefensos sea ilegal, sino que esperas que pronto sea inconcebible. Para ti debe ser una obligación moral estar del lado de la vida, la libertad y la justicia hasta las últimas consecuencias. Aunque, bueno, piénsalo bien. Al fin y al cabo, eres joven todavía. Ya habrá otros que defiendan a los que no tienen voz. Además, con tu trabajo es muy fácil acabar enterrado en vida por una opinión minoritaria.
Escribe sobre eso, entonces, sobre las paradojas de la libertad de expresión en esta sociedad de identitarismos; sobre la cultura de la cancelación y toda la pesca. Podrías poner el caso de aquel periodista que sufrió el secuestro judicial de su libro por contar algo que un político prefería mantener oculto. Aunque tendrías que teclear con pies de plomo, porque últimamente los que amenazan con quemar librerías, impiden charlas en universidades y boicotean presentaciones se levantan contra el libro Nadie nace en un cuerpo equivocado. ¿Vas a decir, así, negro sobre blanco, que está mal usar la violencia contra un texto como ese?
Podrías ser más abstracto y tratar en general la cuestión de los ofendiditos. Podrías escribir, por ejemplo, sobre el derecho a sentirse contrariado en un país libre. Tuviste una buena idea hace unas semanas: citabas en francés a Baudelaire, y eso siempre le da un toque chic a una columna de revista cultural. Podrías esconderte en una metáfora o detrás de unos puntos suspensivos… Lo harías lo bastante genérico como para que los que siempre ejercen de víctimas no se vieran acusados. Correrías el riesgo, eso sí, de que se den por aludidos otros puritanos de distinto pelaje. Nunca estás a salvo de la libre interpretación.
Permíteme un último consejo: prevente contra el pecado de omisión. Si escribes cualquiera de esas columnas, no habrás escrito de Ucrania, y estando Europa en guerra vas a quedar de frívolo. Ni tampoco habrás dicho nada sobre el precio de la luz, el nuevo libro de Javier Marrodán, el huerto que habéis plantado en la redacción, la muerte de Domingo Villar, las nuevas formas de pobreza que reviste la juventud o el bautizo de tu hija, que para ti, no lo vayas a negar, es la noticia más relevante de los últimos meses.
Creo que tengo lo que buscas, querido. Lo mejor que puedes hacer es escribir una columna seria, dócil, inofensiva —sin emplear la primera persona, no te vayan a pedir responsabilidades— sobre tus dudas cuando te planteaste escribir lo del aborto. Pero ándate con ojo: escríbela en voz baja, con mucho cuidado de que nadie te lea.