¿Dónde radica la verdadera identidad de la persona, el sentido, razón y raíz última de su grandeza y dignidad?
Como señalé al final del artículo anterior, recordaré la figura de mujeres −en línea con Catalina de Siena−, defensoras de valores que engrandecen la vida y dignidad humanas. Pero primero de todo, es fundamental tener clara la sustancia del tema, esto es: el sentido y por qué de esos valores que nos enaltecen. En otros términos, preguntarnos por su eticidad no según lo “políticamente correcto” −siempre circunstancial y que pone entre paréntesis lo esencial de la persona−, sino según lo “antropológicamente correcto”, con siglos de historia porque nació con la filosofía clásica griega y llega hasta nuestros días.
No estamos habituados a suscitar temas de calado metafísico, trascendente, y en última instancia de naturaleza religiosa, pero de eso se trata: ¿Dónde radica la verdadera identidad de la persona, el sentido, razón y raíz última de su grandeza y dignidad? Una mentalidad relativista quizá diría: ¿tiene sentido hablar hoy de verdad y, más aún, de verdad de la persona? Si no lo hiciésemos, decir “mujeres contracorriente” resultaría hueco, un hablar vacío, porque con tal expresión me refiero a un posicionarse razonado y razonable de esas mujeres ante opiniones, tendencias o conductas más o menos generalizadas y vividas a veces con un punto de folklore, pero contrarias a una sana antropología y, en definitiva, a la verdad de lo que somos y de nuestra razón de ser en este mundo.
Para aterrizar en el tema, la máxima “Dime con quién andas y te diré quién eres”, hoy podríamos concretarla: “Dime quién es para ti la persona humana y te diré qué piensas” sobre el valor de una vida en el seno de su madre; sobre el derecho del niño o de la niña de saber quiénes son sus padres; sobre la diferencia de sexos y el matrimonio; lo que piensas, en fin, sobre el sentido de la vida cuando al cabo de los años la persona está ya en los umbrales de la muerte. En otras palabras, y llamando a las cosas por su nombre, dime quién es para ti la persona humana y te diré qué piensas sobre el aborto, los vientres de alquiler, el llamado matrimonio gay, y la eutanasia. Estas son hoy, entre otras, las realidades en que nos jugamos el ser o no ser de la persona y de su dignidad. Más radicalmente aún, tocamos ahí el punto que nos diferencia a los humanos en lo esencial de nuestra vida: si la afrontamos contando con Dios o, por el contrario, como si Él estuviera de más y no existiese. Es la realidad que vemos y experimentamos a diario.
Sobre ese telón de fondo, decir “mujeres contracorriente” es referirnos a aquellas que, desde una visión trascendente de la vida y de lo que he llamado antropológicamente correcto, han defendido con obras y palabras la dignidad de la persona. Por eso, todas ellas al margen de sus concretas adscripciones religiosas, políticas, etc., se dan la mano en lo esencial de esos valores y, consecuentemente, en su defensa; así, su huella queda para la historia. Recordemos ya algunas de ellas.
En Teresa de Jesús, se combinan la mujer contemplativa y la de acción. Emprendedora y de fuerte personalidad, brilló por su espíritu resuelto y combativo, plasmado en la fundación de numerosos conventos. Sus escritos, fruto de la experiencia divina y del hondo conocimiento de la psicología humana, han iluminado e iluminan hoy innumerables vidas
Ya en el siglo pasado cabe destacar tres Teresas más: la de Lisieux, que dejó huella en y desde el Carmelo. La judía, Teresa Benedicta, que brilló en la universidad alemana por su reconocida altura filosófica, sin renunciar al testimonio de su fe, y que murió gaseada en Auschwitz por la barbarie nazi de su tiempo. Y la Madre Teresa de Calcuta que, con su plena dedicación al servicio de los más pobres y desheredados, ya era conocida en todos los rincones del mundo antes de que obtuviera el Premio Nobel de la Paz, en 1979.
A ninguna de ellas la he incluido entre las “mujeres contracorriente” por el hecho de ser santa; este grupo “contracorriente”, siempre abierto, no es monopolio de nadie. Por eso, señalaré algunas más de nuestros días que, al defender la verdad de la persona, destacan por sus declaraciones “políticamente incorrectas”.
Rita Rizzo, mundialmente conocida como madre Angélica, fallecida en 2016, revolucionó los foros sociales, fundando la cadena de televisión católica más grande del mundo (EWTN), y la red de radio WEWN. Pocos habrían apostado por su influencia universal, sabiendo que sus padres se divorciaron, que creció en medio de la miseria y que comenzó a emitir sus programas desde un garaje malamente apañado. Ella misma escribiría: “éramos pobres, pasamos hambre, y apenas si podíamos sobrevivir trabajando en los más raros empleos antes de que mi madre aprendiera el trabajo de tintorera”. El pasado 27 de marzo, sexto aniversario de su muerte, el cardenal Pell decía en su homilía: “era una mujer fuerte” que “movió montañas”, y “un estímulo para los que nacen en circunstancias familiares difíciles”.
Y entre “mujeres contracorriente” en activo, cabe mencionar a Päivi Räsänen, finlandesa, casada y madre de cinco hijos, de confesión luterana, que trabajó como médico antes de entrar en política; fue Ministra del Interior de 2011 a 2015. Por defender la vida desde el seno materno, el matrimonio natural entre varón y mujer, y cuestionar en Twitter a los líderes de su propia iglesia luterana por patrocinar oficialmente el evento LGBT 'Pride 2019', ha sido llevada a los tribunales, acusada de “delitos de odio”. El fallo del tribunal desestimó por unanimidad todos los cargos y Päivi comentó: “Una vez más, estoy dispuesta a defender la libertad de expresión y religiosa, no sólo por mí, sino por todos los que puedan verse afectados en un futuro. Agradezco a todos los que me han apoyado durante este calvario y les pido que sigan apoyándome”.
Roberta Metsola, maltesa, casada y madre de cuatro hijos, políglota y presidenta del Parlamento Europeo, también merece citarse aquí por sus declaraciones en defensa de la vida. Lo mismo ha hecho, en la arena política, América Rangel, diputada de Ciudad de México del PAN, que ha presentado una iniciativa para dotar de personalidad jurídica al niño no nacido. Dice que su proyecto tiene como objetivo «humanizar al mundo (…) Hay que dar su lugar y su estatus al no nacido». Aboga también por acompañar a la madre en todo momento −antes y después del parto− y porque el padre igualmente se involucre.
Mi pensamiento vuela ahora a tantas mujeres “anónimas”, silenciosas, que no salen en los medios de comunicación −madres, célibes, viudas, de múltiples profesiones…−, y que merecen un lugar en este colectivo de “mujeres contracorriente”. Solo Dios sabe de cada una de ellas; y no pocos tendrán también la suerte de conocer a algunas. Confieso encontrarme entre estos afortunados.