La maternidad sigue siendo una de las grandes cuestiones sin resolver del feminismo
Descubrí a María Calvo Charro hablando de la falta de preocupación del feminismo por la maternidad. Luego he podido ver algunas de sus conferencias y, no es solo lo que dice, sino cómo lo dice. Porque para defender algo no hay nada mejor que creérselo, unión de mensaje y vida es la mejor arma de la educación, y el mensaje que necesita la mujer.
Es madre de cuatro hijos, profesora de Derecho Administrativo en la Universidad Carlos III, investigadora visitante en la Universidad de Harvard, profesora visitante en la Universidad de Williansburg (Virginia) y presidenta en España de FASSE-European Asociation Single Sex Education, además de autora de varios libros y monografías, relacionadas con el mundo del derecho, sociales o en defensa de la vocación que defiende.
Estamos viviendo no solo la falta de preocupación sino lo que casi podría llamarse un intento de destrucción de la maternidad. Digo intento porque confío en la llamada de la naturaleza femenina. ¿De qué se preocupa el feminismo realmente?
El feminismo actualmente parece que ha olvidado que su finalidad y razón de ser es la defensa de la mujer para que, respetando plenamente su feminidad y por lo tanto también esa huella psicológico materna que todas tenemos (seamos madres materialmente o no), pueda gozar en plenitud de los mismos derechos y libertades que los hombres. En los últimos años ha despreciado el bagaje natural de las mujeres, su especificidad, su naturaleza diferente a la del hombre; llegando incluso a negar, en ciertos sectores fuertemente ideologizados, la existencia de la feminidad, considerando que ser mujer es un “sentimiento” y que la feminidad es una mera “construcción social”. Así la mujer no puede conocerse a sí misma y está agotada por el ingente esfuerzo que le supone negar una esencia femenina que lucha por manifestarse.
El feminismo debería ser consciente de que en la actualidad, muchas mujeres inteligentes han desenmascarado la farsa de la intercambiabilidad de los sexos, quieren ser ellas mismas, aportando sus valores y cualidades, y están dispuestas a luchar contra los roles sociales que les imponen un trabajo según los cánones masculinos que implican renunciar a la maternidad y despreocuparse de la familia. Mujeres que quieren ser madres de familia pero que también desean estar inmersas en la vida pública y profesional sin renunciar a su feminidad. Mujeres que buscan el equilibrio en sus vidas y apuestan por un futuro fascinante en el ámbito personal (concediendo un lugar prioritario a la maternidad y la familia) y prometedor en el profesional.
¿Cuál ha sido su evolución?
Durante la Ilustración, en los años precedentes a la Revolución francesa, las mujeres comenzaron a organizarse para luchar contra su ostracismo. No querían seguir conformándose con la «discreta ignorancia y dignificante anonimato» que proclamaba para ellas Rousseau, y que había sido la tónica durante los siglos anteriores. La Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano fue precisamente un reconocimiento y proclama de los derechos única y exclusivamente de los varones, pues las mujeres no eran reconocidas ni siquiera como ciudadanas, por ser consideradas seres inferiores. Contra esta injusta situación grupos de mujeres valientes dieron lugar a un posterior movimiento feminista incipiente, puro, noble, cuya pretensión era simple y justa; la igualdad en derechos y deberes con los hombres en el ámbito público: derecho a la educación; derecho al trabajo; derecho al sufragio; igualdad ante la ley. Pero sin renunciar a su esencia y especificidad femenina. Mujeres sabedoras de su originalidad, que no pretendían imitar a los varones al precio de perder su identidad, sino que deseaban complementar una sociedad masculinizada con su especial aportación femenina y maternal. Es lo que Hoff Sommers denominó el feminismo “de equidad”.
Con este bagaje llegó la revolución del 68, momento en el que el feminismo, una vez obtenida cierta igualdad en el ámbito público, demandó la igualdad asimismo en el ámbito íntimo, reproductivo y biológico; pretendiendo en palabras Burggraf, una «igualdad funcional de los sexos». Lo que solo podría conseguirse renunciando a la maternidad por medio del aborto y la anticoncepción. Y considerando todo lo relativo al hogar como una humillación degradante y la maternidad como “la tiranía de la procreación” (Simone de Beauvoir). Así, la mujer adoptó un rol masculinizado para poder sobrevivir en un mundo profesional dominado por los varones. En estas circunstancias la mujer comienza un triste viaje hacia su desfeminización sin apenas percibirlo.
La era postmoderna, es el momento en el que algunas certezas elaboradas a lo largo de siglos en la sociedad occidental, como la realidad empírica de la alteridad sexual (arraigada en la ciencia y el lenguaje), resultan totalmente reformuladas sobre bases emotivas e irracionales. Su objetivo: una modificación radical de la definición de lo que es el hombre y la mujer; una mutación antropológica: la reducción de la persona a su voluntad autorreferencial sobre la base de un subjetivismo irracional.
Se niega a priori la existencia de diferencias naturales, cualquier diferencia se atribuye a pautas culturales, “de género”, impuestas por la sociedad que han constituido un lastre para la emancipación de la mujer, por lo que deben ser superadas.
La expresión “feminismo de género” es una contradicción en sus propios términos, pues el feminismo defiende la feminidad, la esencia, la identidad, la especificidad de la mujer que exige y merece un reconocimiento conforme a su dignidad en igualdad de derechos y deberes con el varón en el ámbito público; pero respetando y concediéndole el tratamiento adecuado a su vertiente femenino-maternal en el ámbito privado.
¿Qué es ser madre hoy día?
Estamos viviendo una desculturización de la maternidad, en el sentido de que estamos perdiendo la capacidad de acoger al hijo cuando llega (como una sorpresa, un don, un regalo, inédito e imprevisto) y cómo llega (con todas sus imperfecciones, carencias o minusvalías).
La maternidad se ha convertido en un proceso planificado, programado y altamente tecnologizado debido a las técnicas de reproducción asistida que, junto con el Derecho, permiten a la mujer controlar hasta el detalle el proceso de traer vida al mundo o no. La mujer decide cuándo traer vida (con capacidad generativa o no), cómo traer vida (con sexo o no, con padre o no, con cuerpo o no, pues puede recurrir a vientres de alquiler) e incluso puede desechar los embriones que puedan tener defectos genéticos. En lugar de acoger al hijo, subproducto del amor de sus padres, hemos pasado a buscar el hijo “ideal”, producto de mis deseos en ocasiones narcisistas y autorreferenciales. En estas circunstancias, se corre el peligro de que sobre la madre sobrevuele el fantasma de la apropiación de la vida. Porque la realidad es que la libertad del ser humano requiere un comienzo indisponible.
La característica más absurda y negativa de esta ola feminista hipermoderna es la exclusión de la maternidad de su agenda política, como si el hecho de ser madre nada tuviera que ver con las mujeres. La maternidad sigue siendo una de las grandes cuestiones sin resolver del feminismo. En un momento en el que las mujeres dominan el proceso de procreación, resulta del todo absurdo seguir manteniendo el discurso propio de los años 60 del siglo pasado, de que la maternidad esclaviza y subyuga.
Las mujeres actualmente son muy libres para decidir si tienen o no hijos, pero una vez que los tienen, se encuentran mucho más desprotegidas que en tiempos pasados; como si la mujer que es madre debiera cargar sola con las consecuencias de haber optado por una decisión errónea, cuando podrían estar haciendo con su tiempo y dedicando sus energías a “cosas mejores”.
La teoría del género pretende obviar algo tan evidente como la naturaleza, el sexo con el que nacemos, y esto nos recuerda a la sociedad líquida de Bauman, de ahí la necesidad de rescatar el valor de la identidad. ¿Qué aporta esa diferencia?
La diferencia entre los sexos, la alteridad sexual, es el fundamento antropológico esencial del ser humano. Conocer y comprender las diferencias entre los sexos nos conduce a un mayor entendimiento y la posibilidad de enriquecernos juntos y complementarnos. Décadas de investigación en neurociencia, en endocrinología genética, en psicología del desarrollo, demuestran que las diferencias entre los sexos, en sus aptitudes, formas de sentir, de trabajar, de reaccionar, no son solo el resultado de unos roles tradicionalmente atribuidos a hombres y mujeres, o de unos condicionamientos histórico-culturales, sino que, en gran medida, vienen dadas por la naturaleza
Hombres y mujeres nunca han sido iguales, sino cada cual único a su manera; cada sexo amplía el carácter del otro. Hombres y mujeres habitamos en dos realidades emocionalmente diferentes; comprender esto y aprender sinceramente las estrategias más eficaces del otro sexo nos ayudará a acortar el espacio que nos separa.
La colaboración activa entre el hombre y la mujer debe partir precisamente del previo reconocimiento de la diferencia misma
En la crianza de los hijos, así como para concebir una vida, hombre y mujer proveen elementos propios, intransferibles e irremplazables desde la perspectiva biológica, en el acompañamiento de esa vida hacia la consagración de sus potencialidades también ambos son necesarios por igual y ambos hacen aportes diferentes, únicos, intransferibles e irremplazables
¿Por qué se ha llegado a instaurar el deseo y la emotividad como reyes de las acciones?
Una característica distintiva de estas ideologías igualitaristas y de sus prejuicios en contra de una explicación biológica es su devoción por una postura al margen de las evidencias, por unas creencias carentes de soporte empírico y el desprecio absoluto hacia aquellos descubrimientos científicos que puedan poner en duda sus principios.
Estamos en una hipermodernidad irracional y absurda que basa todo en sentimientos, emociones y rechaza el uso de la razón; de una racionalidad que nos conmina a actuar bajo máximas que se pueden convertir en ley universal. Se ha glorificado la liberación del deseo. Lo que emociona se considera auténtico, seguir el propio instinto, sin dar cabida a la razón, se considera liberador.
El deseo es, antes que la razón, la expresión más directa y pura del espíritu individual. La tendencia a hacer primar el deseo sobre la razón mantiene al individuo en una actitud adolescente, pues aquel carece de límite natural y, revestido de principio de legitimidad, no puede ser puesto en tela de juicio. Los deseos, incluso los más irracionales, son intocables
La feminidad, parece ser una palabra en desuso, como la virtud. Ya si lo unimos en la mujer virtuosa, apaga y vámonos. ¿Por qué hemos dejado de tener ideales de excelencia también en relación a lo que la mujer aspira a ser? ¿Dónde se queda eso de “ser la mejor versión de uno mismo”?
En relación con las mujeres en concreto, la pérdida o daño de las cualidades femeninas internas ha afectado a nuestro bienestar emocional, modificando directamente nuestra felicidad. El problema de la mujer ha dejado de ser externo para pasar a ser interno, psíquico, espiritual y anímico. La mujer necesita conocerse y aceptarse a sí misma para recuperar el control de su vida y ser dueña de su destino.
Debemos preguntarnos sin miedo ¿Quién soy yo? Los psiquiatras coinciden en que el factor de riesgo que más contribuye al fracaso de un proyecto vital es la falta de conocimiento propio. ¿A quién amo? es otra forma de responder a la pregunta ¿quién soy? (¿a mí misma? ¿a mi familia? ¿a mi trabajo?) El sentido de todo cambio, de toda transformación positiva, consiste en reencontrar la valentía de ser uno mismo, más cabalmente, más hondamente. Superando los miedos que distorsionan el propio pensamiento, las influencias poderosas de una sociedad ideologizada y que dejan poco espacio a la libertad para evaluar correctamente la realidad y obrar conforme a lo que se considera adecuado
Es muy triste que liguen la libertad casi exclusivamente al tema sexual, están vendiendo una libertad que en realidad tiraniza a la mujer, ahora pretender regalar anticonceptivos a las menores de 25 años por ejemplo, como si ese fuera el problema del aborto. ¿Es más libre la mujer actual que la de hace un siglo?
La mujer ha llegado a ser independiente, pero no es libre, pues se halla sometida a nuevas esclavitudes, algunas mucho más perversas y obscenas que las de siglos pasados; como sucede con el comercio humano de los denominados “vientres de alquiler” que transforman a la madre biológica en “máquina impersonal de reproducción de la especie”, mero contenedor de un producto que además ha de ser fabricado según las exigencias del consumidor que lo encargó. Una sociedad que admite el “alquiler” de mujeres y “compra-venta” de seres humanos es una sociedad enferma que no valora en nada el proceso de la maternidad, ni el papel profundo y trascendental que la madre cumple en el mismo
Una sociedad que se empeña en rescatar a las mujeres de su propia feminidad y que considera el pudor como algo tóxico, es una sociedad que no se porta bien con las mujeres, no las trata como se merecen y esto las hace involucionar y las convierte nuevamente en el sexo “débil”
También actualmente, las mujeres en lugar de verse esclavizadas por visiones patriarcales sobre las funciones domésticas, se ven presionadas por las expectativas sobre el tipo de trabajo asalariado que parece valer la pena, y actúan tratando de satisfacer las aspiraciones que los defensores de la corrección política, las feministas radicales y los teóricos del género han puesto en ellas, en lugar de sus propias preferencias. Se trata de un nuevo tipo de esclavitud femenina que provoca que muchas mujeres se sientan ajenas a sus propios trabajos y enajenadas por la insoportable presión interna que les provoca el ingente esfuerzo de negarse a sí mismas, tratando de ahogar unas prioridades específicamente femeninas que luchan por manifestarse.
La revolución sexual y la ideología de género que ha venido de su mano no han liberado a nadie. Antes, al contrario, han provocado la esclavitud que implica la vaciedad interior, la ausencia de raíces, la ignorancia de las tradiciones generacionales, la pérdida del sentido antropológico de los acontecimientos, de la universalidad del ser humano
¿Cuál es el reto de la mujer en este siglo?
El acto más inteligente que podemos realizar actualmente para garantizar la felicidad del ser humano y el equilibrio de la familia, y por ende de la sociedad entera, es la comprensión de nuestra naturaleza femenina, pero también de la masculina que ha sido degradad en los últimos años
Es hora, pues, de recuperar lo perdido, exigiendo la devolución de nuestra integridad y dignidad femenina. Algo, sin lo cual, ningún ser humano, hombre o mujer, puede alcanzar el equilibrio personal. La ruptura con la biología no libera ni a la mujer ni al varón, es más bien un camino que conduce a lo patológico. Como afirma Allison Jolly, primatóloga de la Universidad de Princeton, «solo comprendiendo su verdadera esencia, la mujer (y asimismo el hombre) podrá tomar el control de su vida».
La sociedad precisa de mujeres que sepan lo que significa ser un hombre y los acepten y comprendan como tales. Mujeres deseosas de llevar al ámbito público y profesional sus especiales virtudes femeninas sin que ello signifique renunciar a una maternidad que las engrandece en todos los aspectos de su vida.
Y necesitamos hombres y mujeres decididos a formar familias estables en las que ambos cooperen y colaboren de forma generosa y equilibrada en la crianza y educación de sus hijos. Estos hombres y mujeres «nuevos» serán la base de una sociedad sana y con futuro.
En la sociedad actual es de justicia que las mujeres se realicen profesionalmente hasta donde ellas deseen y que los hombres se comprometan a fondo en la crianza, educación de los hijos y labores del hogar. Pero este arduo dificultoso camino hacia la igualdad no debe suponer nunca la negación de nuestras diferencias, de nuestras especificidades en cuanto hombres y mujeres.
Eres madre, profesional, defensora de nuestros valores… ¿Qué opinas de la imposición laboral de mujeres por las cuotas?
En el ámbito laboral y profesional, la discriminación positiva nos infantiliza, no es necesaria actualmente y es contraproducente. Este sistema de incentivos y cuotas como políticas de protección para “grupos agraviados” provoca nuevos agravios contrarios al principio de igualdad de oportunidades, no ha alcanzado sus metas, con frecuencia resulta contraproducente, reduce los incentivos en general y engendra el rechazo de los no protegidos. De hecho, las etapas de mayor crecimiento económico y bienestar social de ciertas minorías se han producido en momentos en los que no se aplicaba ningún tipo de medida de discriminación positiva.
Las cuotas provocan que muchas mujeres no se preocupen por estar preparadas o no, reducen sus esfuerzos en la formación personal y trabajo diario ya que no necesitan rendir al máximo de su capacidad, pues saben que sencillamente se les aplicarán ciertas normas privilegiadas. Y los varones que no se benefician de estas medidas tampoco se esforzarán al máximo pues saben que tal esfuerzo resultará inútil. Ambos grupos responden ante las cuotas contribuyendo menos de lo que podrían a la sociedad en general. Y muchas mujeres las consideran humillantes o degradantes pues presuponen su incapacidad para realizar logros por sí mismas, lanzando la imagen estereotipada de que son el sexo débil. La colaboración y cooperación entre hombres y mujeres disminuye como consecuencia de la aplicación de la discriminación positiva que genera resentimientos entre ambos grupos.
Los sistemas de cuotas pueden suscitar resentimiento por parte de los hombres y provocar la huida de algunos de ellos por considerarse injustamente castigados. Las propias mujeres sufrirán la sensación de que su avance responde a la oportunidad del programa más que a su cualificación real o méritos propios. No es posible crear élites por medio de cuotas; lo que es preciso es que sea la mujer la que por su propia voluntad y medios luche por izarse a las más altas funciones y puestos de responsabilidad
Como jurista ¿qué opinas de las políticas y las leyes que se están aprobando con la justificación de ofrecer más derechos a la mujer para que así sea supuestamente más libre? Son derechos sin responsabilidad…
El derecho ya no es, como dijera Santo Tomás de Aquino, el uso de la razón para la consecución del bien común, sino que ahora “mi deseo es la ley”. Y los deseos pueden ser muy nobles, pero también pueden ser patológicos, egoístas, autorreferenciales, narcisistas y enfermizos. Este es el callejón sin salida de la soberbia auto-referencial del individuo, sin vínculos, normas y límites, alimentada por una cultura relativista y hedonista por la que los propios deseos pretenden ser convertidos en derechos, aunque se trate de crímenes abominables contra la vida como es el caso del aborto.
¿Qué supone para ti el 8 de marzo? ¿Cuál debería ser el día de la mujer?
Si hay algún movimiento que se haya pasado de frenada cuando ya estaba llegando a su destino, ese ha sido el feminismo de los últimos años. Y así lo muestra explícitamente el 8 de marzo. La exageración, el negacionismo, el victimismo, la misandria (odio a los hombres) y el catastrofismo se han convertido en sus características más destacables. Su deseo no es pacificar y unir, sino inflamar y dividir; no es la convivencia armónica, sino el enfrentamiento incendiario. Como consecuencia de todo lo anterior, la feminidad se ha vuelto oscura, la mujer ha perdido su característica energía interior, está apagada, desconcertada, cansada de ir en contra de su identidad nuclear.
Despotricar, quejarse, “dar la matraca” es la conducta estandarizada. La exageración y el catastrofismo se han convertido en la pauta del discurso feminista. Ser “víctima” está de moda en el nuevo feminismo, porque esta postura es mucho más cómoda que mostrarse fuerte, independiente y estoica. La victimización es una de las mayores perversiones del feminismo. De este modo, el poder público carga con la tarea de solucionarnos los problemas y facilitarnos la vida, como si de niñas incapaces de valerse por sí mismas se tratase. Lo cual sin duda resulta cómodo, aunque perjudicial a medio plazo, pues como sucede con la sobreprotección de los hijos, toda ayuda innecesaria incapacita.
En este marco, no es de extrañar que las jóvenes generaciones de mujeres no quieran ser feministas, pues identifican el término con extremismo, odio, fealdad, revanchismo y confrontación: “el fascismo del feminismo contemporáneo” como afirma la feminista de izquierdas Camille Plagia. Cuando lo que la mayoría de las jóvenes desea es tranquilidad, cooperación, ilusión por el futuro, responsabilidad, libertad para ser ellas mismas y tomar sus propias decisiones en el ámbito personal y laboral; conviviendo en armonía y pacíficamente con el sexo opuesto.
El día de la mujer debería coincidir con el “Día de la Madre”, porque aunque no todas las mujeres hayan tenido o vayan a tener hijos, todas sin excepción tienen o han tenido una madre; ellas son el prólogo en el libro de nuestras vidas, y con su maternidad han demostrado expresamente la esencia más hermosa de la feminidad. Maternidad y feminismo deberían ir unidos, no se trata de ser o no madres sino de la capacidad que tenemos las mujeres de acoger, nutrir, comunicar, compartir, empatizar. En definitiva, de humanizar la sociedad desde su raíz más profunda.
Las jóvenes reciben un mensaje que nosotras no recibimos ¿qué podemos hacer ante ello? ¿Qué mensaje darías a las jóvenes?
Hay una nueva generación de mujeres modernas, con grandes aspiraciones, alejadas de los convencionalismos sobre la autoafirmación femenina, elocuentes, divertidas, valientes y desacomplejadas que desean celebrar la feminidad sin vilipendiar la masculinidad, sino haciendo a los hombres partícipes de su celebración. Quieren alcanzar sus sueños por medio de su propio esfuerzo, ser independientes, con confianza en sí mismas, responsables de sus actos, sin culpar a los demás de sus problemas, sino luchando con sus propias armas por superarlos; sabedoras de que la libertad implica una responsabilidad individual. Y, la mayoría de ellas, desea y aspira a una vida en común con un hombre, en armonía y respeto.
Las animaría a encontrar el camino de vuelta a nosotras mismas. Es tiempo de curar las heridas producidas por nuestra masculinización forzosa a lo largo de décadas, de aprender a valorarnos en cuanto mujeres, de recobrar nuestra naturaleza perdida y exigir el respeto que merece, de ser ecologistas con nuestra feminidad, de retornar a lo natural, de encontrar nuestra propia voz y alcanzar la plenitud. Para ello se precisa valor, casi heroico, puesto que la sociedad en general no valida este modelo de mujer y deberemos estar preparadas para ser criticadas, minusvaloradas y saboteadas por aquellos que identifican equivocadamente lo femenino (y en especial la maternidad) como algo pasivo, improductivo, inferior, débil, dependiente; pero es el precio de la fidelidad a una misma, de la autenticidad y, en consecuencia, de la felicidad, nuestra y de los que nos rodean y amamos.
Entrevista de Pilar Castañón a María Calvo Charro, en womanessentia.com
Introducción a la serie sobre “Perdón, la reconciliación y la Justicia Restaurativa” |
San Josemaría, maestro de perdón (1ª parte) |
Aprender a perdonar |
Verdad y libertad |
El Magisterio Pontificio sobre el Rosario y la Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae |
El marco moral y el sentido del amor humano |
¿Qué es la Justicia Restaurativa? |
“Combate, cercanía, misión” (6): «Más grande que tu corazón»: Contrición y reconciliación |
Combate, cercanía, misión (5): «No te soltaré hasta que me bendigas»: la oración contemplativa |
Combate, cercanía, misión (4) «No entristezcáis al Espíritu Santo» La tibieza |
Combate, cercanía, misión (3): Todo es nuestro y todo es de Dios |
Combate, cercanía, misión (2): «Se hace camino al andar» |
Combate, cercanía, misión I: «Elige la Vida» |
La intervención estatal, la regulación económica y el poder de policía II |
La intervención estatal, la regulación económica y el poder de policía I |