Dios cuidó de Josefina Bakhita, la acompañó en el proceso de curación de las heridas causadas por la esclavitud hasta hacer que su corazón, su mente y sus entrañas fueran capaces de reconciliación, libertad y ternura
Queridos hermanos y hermanas, dirijo mi saludo y agradecimiento a los organizadores de la Jornada mundial de oración y reflexión contra la trata de personas, promovida por la Unión Internacional de las Superioras Generales y la Unión de los Superiores Generales. Un gracias especial al grupo Talitha Kum que coordina la iniciativa en colaboración con tantas organizaciones locales e internacionales.
El tema de este año es: “La fuerza del cuidado. Mujeres, economía y trata de personas”. No invita a considerar la condición de las mujeres y niñas, sometidas a múltiples formas de abuso, incluso a través de matrimonios forzados, esclavitud doméstica y laboral. Las miles de mujeres y niñas que son objeto de trata cada año denuncian las dramáticas consecuencias de los modelos relacionales basados en la discriminación y el sometimiento. Y esto no es una exageración: ¡miles!
La organización de las sociedades en todo el mundo aún está lejos de reflejar claramente el hecho de que las mujeres tienen la misma dignidad y derechos que los hombres. Lamentablemente, se constata que “las mujeres que sufren situaciones de exclusión, maltrato y violencia son doblemente pobres, porque frecuentemente se encuentran con menores posibilidades de defender sus derechos” (Fratelli tutti, 23).
La trata de personas, a través de la explotación doméstica y sexual, devuelve violentamente a mujeres y niñas a un supuesto rol de subordinadas a la prestación de servicios domésticos y sexuales, a su figura de proveedoras de cuidados y dispensadoras de placer, que propone un patrón de relaciones marcado por el poder del género masculino sobre el femenino. Incluso hoy, y a un alto nivel.
¡La trata de personas es violencia! La violencia sufrida por cada mujer y niña es una herida abierta en el cuerpo de Cristo, en el cuerpo de toda la humanidad, es una herida profunda que afecta también a cada uno de nosotros.
Son muchas las mujeres que tienen el coraje de rebelarse contra la violencia. Los hombres también estamos llamados a hacerlo, a decir no a toda violencia, incluida la que se ejerce contra las mujeres y niñas. Y juntos podemos y debemos luchar para que los derechos humanos se expresen de forma específica, en el respeto a la diversidad y en el reconocimiento de la dignidad de toda persona, teniendo en cuenta de manera particular a quienes se ven vulnerados en sus derechos fundamentales.
Santa Josefina Bakhita nos muestra el camino a la transformación. Su vida nos dice que el cambio es posible cuando nos dejamos transformar por el cuidado que Dios tiene de cada uno. Es el cuidado de la misericordia, es el cuidado del amor que nos cambia profundamente y nos hace capaces de acoger a los demás como hermanos y hermanas. Reconocer la dignidad de cada persona es el primer acto de cuidado. Es el primer acto de cuidado: ¡reconocer la dignidad! Y cuidar hace bien a todos, a quien da y a quien recibe, porque no es una acción unidireccional sino que genera reciprocidad. Dios cuidó de Josefina Bakhita, la acompañó en el proceso de curación de las heridas causadas por la esclavitud hasta hacer que su corazón, su mente y sus entrañas fueran capaces de reconciliación, libertad y ternura.
Animo a toda mujer y niña a que se comprometa con la transformación y el cuidado, en la escuela, en la familia, en la sociedad. Y animo a todo hombre y niño a que no se quede al margen de este proceso de transformación, recordando el ejemplo del Buen Samaritano: un hombre que no se avergüenza de inclinarse por su hermano y cuidarlo. Cuidar es la acción de Dios en la historia, en nuestra historia personal y en nuestra historia comunitaria. Dios cuidó y cuida de nosotros todo el tiempo. Cuidar, juntos, hombres y mujeres, es la llamada de esta Jornada mundial de oración y reflexión contra la trata: juntos podemos hacer crecer una economía del cuidado y contrarrestar con todas nuestras fuerzas toda forma de abuso de la trata de personas.
Queridas hermanas y queridos hermanos, sé que muchos estáis participando en esta Jornada de oración y reflexión, de varios países y de diferentes tradiciones religiosas. A todos os expreso mi gratitud y aliento: sigamos adelante en la lucha contra la trata de personas y todo forma de esclavitud y explotación. Os invito a todos a mantener viva la indignación –¡mantener viva la indignación!– y encontrar cada día la fuerza para comprometerse con determinación en este frente. No tengáis miedo ante la arrogancia de la violencia, no; no os rindáis a la corrupción del dinero y del poder.
Gracias a todos y adelante, ¡no os desaniméis! Que Dios os bendiga a vosotros y a vuestro trabajo. ¡Gracias!