“Vivimos en un mundo donde el funeral importa más que el muerto, la boda más que el amor y el físico más que el intelecto. Vivimos en la cultura del envase, que desprecia el contenido.” (Eduardo Galeano)
Recuerdo el caso de una veinteañera que salía con un “galán” y estaban conociéndose, por decir “saliendo”, en mi época se decía “checar”. Ese “salir” es el puente para conocerse, convivir, mirarse, escucharse, y reconocer si se quiere iniciar una relación. De forma casual y de la nada, el galán comenzó a salir con otra niña, diferente, superficial y de ahí ellos se convirtieron en novios. De esto nunca se habló, nunca se expresó, todo siempre se quedó en intermitentes. Ella, una joven con mucha esencia, mucha vida interior y de reflexión, me decía: ¿Porqué todos corren a lo fácil? Y yo le decía que aprendiera a esperar, que aunque batallara para coincidir con jóvenes que quieran ir a profundidad, que tengan una conversación mayor a las ocurrencias de fin de semana, con valores cómo los de ella e intereses por encima cómo muchos, llegará ese niño que sepa valorar esa esencia, ese niño diferente a los demás que valore lo que hay en el interior.
Mentiría si digo que no observo una juventud con la nariz y el cuerpo perfecto, con niñas que parecen modelos, pero sin conversación. Con jóvenes guapísimos y bien vestidos, pero sin ganas de esforzarse por crecer cómo hombres y vencer retos profesionales. Y no es que quisiera generalizar, pero me salta y lo veo constantemente. No solamente los jóvenes, sino los adultos. Toda mujer nos esforzamos y damos latigazos por tener ese cuerpo perfecto, incluso las que somos mamás de hijos pequeños y estamos en nuestros treintas. Nos preocupamos mucho por el envase, y le dedicamos poco a lo interior.
Maquiavelo tenía razón cuándo decía que pocos ven lo que somos, pero todos ven lo que aparentamos. Y es que nos hemos convertido en una sociedad en la que se han ido transgiversando ciertos valores y han cambiado las escalas. Vivimos hoy en un mundo dónde se valoran más otras cosas, que la forma de ser y de pensar.
Nuestra sociedad hoy carece de líderes, de hombres y mujeres que vivan con integridad, de hombres y mujeres auténticos, que demuestren con su carisma cierta “gracia” y fuerza. Hemos ido tolerando que el hedonismo y el materialismo vayan consumiendo nuestras comunidades. Hemos ido tolerando todo tipo de acciones, al grado que en ocasiones, no sabemos distinguir entre el bien y el mal. Todo vale, todo se puede, y nada sirve lo suficiente. Estamos viviendo en una sociedad hueca, que busca la complacencia a sí mismo en todos los aspectos, que busca el poder y estar mejor o por encima de otros. Esta sociedad ha ido también transformando a cada persona que formamos parte de ella, contribuyendo a forjar seres más egoístas e individualistas, más insolidarios y egocéntricos, que con acciones expresan a gritos “Primero lo mío” a toda costa. Esto sin duda, es el reflejo de un vacío existencial.
Viktor Frankl, fundó la Logoterapia después de haber sobrevivido de un campo de concentración, y muchas de sus ideas se fundan, en que cuándo el hombre se cuestiona su propia existencia, vive la angustia de elegir el camino adecuado, y esa angustia. provoca angustia, pero hay que permitirnos vivirla. La realidad es que a mayor superficialidad, mayor angustia.
Permítete cuestionarte: ¿Te sientes vacío? Voltea a tu interior.
¿Qué haces por Dios, por TI, y por los demás? Busca conocerte, busca ver que hay adentro de ti. Que rencores y resentimientos tienes que soltar, qué inseguridades no te permiten avanzar, acepta a quién necesitas perdonar, pedir perdón y perdonarte. Examina cómo son tus amistades, si te quieren por quien eres o sólo te usan. Identifica 3 fortalezas o talentos y 3 valores en los que aportes algo positivo en los demás. Comprométete en hacer algo que nutra tu ambiente y aporte valor en dónde trabajas, convives, ayudas y vives.
¿Quieres comenzar a trabajar en tu valía personal?
Mira lo que hay adentro de ti con total honestidad, abrázalo, acéptalo y ámalo. No hay forma de crecer cómo personas si no nos adentramos a nuestro propio viaje.
“El hombre es un ser de pregunta, pero también es un ser de respuesta. El hombre es un ser que cuestiona, pero es también un ser que espera. El hombre es un ser que duda, pero también busca una respuesta. El valor del ser humano no está sujeto a una corriente ideológica, sino que es inherente a cada uno; no está ligado a una marca, sino a la esencia humana; no está configurada por el estatus, sino a la vida; no lo determina el tener, sino el ser.
El vacío existencial, reflejo de una sociedad posmoderna, es fruto de la carencia del valor más importante: el valor de la existencia humana.”