Jaculatoria de San Nicolás «porque te amo, mi Dios y mi Señor»
Para contextualizar. No tengo tradición de Santa Claus, pero no soy anti-Papa Noel. Las costumbres foráneas entran por dos vías: empujando a una preexistente o llenando el hueco que deja la anterior, ninguna es mi caso.
Es más, me resulta simpático San Nicolás (en alemán Sankt Niklaus), tanto en su estética actual como en la antigua. De que sea gordito, barbudo y vestido de rojo no tiene la culpa Coca-Cola, ya era así antes de la campaña publicitaria de 1931.
Yo propongo, como se dice ahora, ir más allá, e incorporar algunas tradiciones más al ‘espíritu’ navideño, por ejemplo, «el cachete al hereje». Según la tradición: entre los obispos que asistieron al Concilio de Nicea estaba San Nicolás de Myrra. El Concilio Ecuménico condenó al arrianismo y redactó el Símbolo de la Fe, en el cual se expuso en palabras exactas la fe ortodoxa, la fe en el Señor Jesucristo como el Hijo de Dios, que es de su misma naturaleza que el Padre. Durante los debates, cuando San Nicolás escuchó las palabras blasfemas, se indignó tanto que le dio una bofetada a Arrio delante de todos.
Cuentan que el Emperador ordenó detener y deponer a Santa Claus por su comportamiento. El santo fue visitado en su celda por Nuestro Señor que le preguntó «¿Por qué estás aquí?», a lo que Nicolás respondió «Porque te amo, mi Dios y mi Señor». Jesús le entregó un ejemplar de los Evangelios y la Santísima Virgen invistió a Nicolás con su palio. Cuando llegó a oídos de los obispos reunidos, devolvieron a San Nicolás su dignidad episcopal, y desde entonces es normal que en las representaciones del santo aparezcan en las esquinas Nuestro Señor entregándole unos Evangelios y la Virgen con su palio.
Lástima que la lista de asistentes al Concilio no confirme la asistencia de San Nicolás, pero es una buena historia, que pone de manifiesto que:
1. No es cierto que «cualquier tiempo pasado fuese mejor»
2. Que las relaciones entre autoridades eclesiásticas no están siempre exentas de tensión
3. Que teólogos que dicen tonterías y tienen mucho predicamento los ha habido en todas las épocas
Y, que al final el Espíritu Santo cuida en todo momento a su Iglesia y nos hace un regalo tan maravilloso como en Nicea: un «Credo». Aunque haya puñetazos de por medio. Desde luego no es justificable la violencia física, ni la falta de caridad, pero ejemplo de Santa Ira sí que tenemos.
En cualquier caso, seguro que ahora os cae un poquito mejor Santa Claus, y que cuando veamos a figurantes suyos en la entrada de un gran almacén, nos puede servir de industria humana para recitar una jaculatoria como San Nicolás «porque te amo, mi Dios y mi Señor»
Desde luego, amenazar a un niño que cree en Santa Claus con el «te va a inscribir en la lista de los niños malos» adquiere una nueva dimensión, ¿no?