"Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan" (St 2, 19)
"Vinieron al otro lado del mar, a la región de los gadarenos. Y cuando salió él de la barca, en seguida vino a su encuentro, de los sepulcros, un hombre con un espíritu inmundo, que tenía su morada en los sepulcros, y nadie podía atarle, ni aun con cadenas. Porque muchas veces había sido atado con grillos y cadenas, mas las cadenas habían sido hechas pedazos por él, y desmenuzados los grillos; y nadie le podía dominar. Y siempre, de día y de noche, andaba dando voces en los montes y en los sepulcros, e hiriéndose con piedras. Cuando vio, pues, a Jesús de lejos, corrió, y se arrodilló ante él. Y clamando a gran voz, dijo: ¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te conjuro por Dios que no me atormentes. Porque le decía: Sal de este hombre, espíritu inmundo. Y le preguntó: ¿Cómo te llamas? Y respondió diciendo: Legión me llamo; porque somos muchos. Y le rogaba mucho que no los enviase fuera de aquella región. Estaba allí cerca del monte un gran hato de cerdos paciendo. Y le rogaron todos los demonios, diciendo: Envíanos a los cerdos para que entremos en ellos. Y luego Jesús les dio permiso. Y saliendo aquellos espíritus inmundos, entraron en los cerdos, los cuales eran como dos mil; y el hato se precipitó en el mar por un despeñadero, y en el mar se ahogaron. Y los que apacentaban los cerdos huyeron, y dieron aviso en la ciudad y en los campos. Y salieron a ver qué era aquello que había sucedido. Vienen a Jesús, y ven al que había sido atormentado del demonio, y que había tenido la legión, sentado, vestido y en su juicio cabal; y tuvieron miedo. Y les contaron los que lo habían visto, cómo le había acontecido al que había tenido el demonio, y lo de los cerdos. Y comenzaron a rogarle que se fuera de sus contornos. Al entrar él en la barca, el que había estado endemoniado le rogaba que le dejase estar con él. Mas Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho contigo, y cómo ha tenido misericordia de ti. Y se fue, y comenzó a publicar en Decápolis cuán grandes cosas había hecho Jesús con él; y todos se maravillaban." (Mc 5, 1-20)
Introducción
En el pasaje anterior, el Señor mostró su poder salvando a sus discípulos de las fuerzas físicas de la naturaleza, pero estas fuerzas físicas no son los únicos poderes del universo potencialmente hostiles e incontrolables para el hombre. También hay poderes espirituales que buscan la destrucción del hombre:
"Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestiales." (Ef 6, 11-12)
Así que, el relato nos va a llevar de la descripción del mar embravecido a un hombre fiero e indomable que estaba poseído por una legión de demonios. Y lo que nos va a hacer notar, es que el Señor Jesucristo tiene pleno dominio sobre ambos.
"La región de los gadarenos"
El evangelista nos dice que la región a la que llegaron era la de los gadarenos. Gadara era una de las ciudades que formaban "Decápolis" (literalmente: "diez ciudades") (Mc 5, 20). En la antigüedad, esta región al oriente del mar de Galilea había formado parte del territorio que Moisés había dado en herencia a la media tribu de Manasés, a la de Rubén y a la de Gad. En los tiempos de Jesús, aunque había judíos esparcidos por toda la región, en general se puede decir que era un territorio gentil. Sus ciudades eran esencialmente griegas: tenían sus dioses griegos, sus templos griegos y sus anfiteatros griegos; estaban consagradas a la manera griega de vivir. La presencia del hato de dos mil cerdos que vemos en el pasaje, siendo éste un animal prohibido para los judíos, nos recuerda que la influencia del paganismo era muy fuerte en esta región.
"Un hombre con un espíritu inmundo"
La noche en el mar había estado cargada de fuertes emociones: recordamos el temor de los discípulos ante la tempestad y luego ante el Señor cuando calmó el viento y el mar. Pero las emociones no habían terminado. Cuando llegaron a la orilla, seguramente ya muy entrada la noche, vino corriendo hacia ellos desde las tumbas un hombre endemoniado, desnudo, herido y gritando.
En el Nuevo Testamento vemos frecuentes casos de personas poseídas por demonios, y no debemos de confundirlos con casos de locura o epilepsia. Un endemoniado es un ejemplo extremo de lo que las fuerzas satánicas pueden hacer con una personalidad humana que ha caído bajo su dominio. Por el contrario, la dignidad más alta que puede experimentar el ser humano es que su cuerpo llegue a ser templo del Espíritu Santo y sea dirigido por él. En contraste con las fuerzas satánicas, el Espíritu Santo libera a los hombres del pecado, desarrolla su personalidad y dignidad e incrementa su dominio propio.
"Nadie podía atarle, ni aun con cadenas"
El cuadro que Marcos nos describe es aterrador: un hombre completamente descontrolado, como un animal salvaje e indómito. Nadie tenía fuerzas para dominarle, y a pesar de que habían intentado atarle, seguía siendo una amenaza para la seguridad de la gente en la comarca. Mateo nos dice que la gente eludía aquellos lugares (Mt 8, 28) "nadie podía pasar por aquel camino". Ofrece un buen ejemplo de la impotencia humana frente al poder de Satanás.
El diablo había dado un poder sobrehumano a este hombre: el endemoniado rompía los grilletes como si fueran un cordel. Muchas personas están fascinadas por tener un poder espiritual superior al de otras personas, y sin pensarlo dos veces, creen que cualquier experiencia que les proporcione capacidades extraordinarias, tiene que ser automáticamente válida y beneficiosa. Pero esto es falso. Es cierto que los seres espirituales pueden impartir a las personas poderes asombrosos, pero al final, esos poderes resultarán destructivos para la personalidad y el dominio propio del hombre. El endemoniado gadareno es un ejemplo claro de esto. ¿De qué le servía tener tanta fuerza física, si se había convertido en un ser tan débil espiritualmente?
"Andaba dando voces en los montes y en los sepulcros"
Esto nos muestra la profunda angustia, el dolor y tormento interior que aquel hombre sentía mientras deambulaba por las montañas y las tumbas excavadas en los costados de los acantilados. Pero también nos recuerda su estado y su final: vivía entre los muertos.
"Hiriéndose con piedras"
Tal vez en un esfuerzo por librarse de su tormento interior, este hombre se golpeaba a sí mismo con piedras. Estaba tan emocionalmente turbado que presentaba claras tendencias suicidas. Satanás siempre obra para la autodestrucción de la persona.
"Te conjuro por Dios que no me atormentes"
Cuando el endemoniado llegó a la presencia de Jesús, las cosas cambiaron inmediatamente. Los hombres de la región tenían miedo del endemoniado, pero éste tenía temor ante Jesús. Los poderes de las tinieblas resultan invencibles para los hombres, pero no para Jesús.
Vemos también que el endemoniado estaba preocupado porque Jesús, como Hijo de Dios, podía precipitar o anticipar su ruina final. Los demonios saben que llegará el día del juicio, cuando la libertad relativa que ahora gozan se terminará para siempre y está determinado para ellos su castigo final y terrible.
"¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo?"
El endemoniado estaba enterado tanto del nombre humano de Jesús como de su deidad, aunque éste era, al parecer, su primer encuentro con Cristo. Tal conocimiento demuestra que no se trataba simplemente de un loco; estaba poseído por poderes demoníacos que conocían la verdadera identidad de Cristo.
El endemoniado reconoció inmediatamente la majestad de Cristo, así que su primera reacción fue de un temor reverencial que le indujo a postrarse ante él. Aquí se cumple lo que dice (St 2, 19) "Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan".
"¿Cómo te llamas? Legión me llamo; porque somos muchos"
Nos sorprende que en este momento Jesús le preguntó por su nombre. ¿Qué importancia podía tener saber el nombre de este desdichado? ¿Por qué razón le preguntó Jesús su nombre? Su respuesta nos da la clave. No contestó dando el nombre que sus padres le habían puesto en el momento de su nacimiento, sino uno que describía su estado espiritual actual: "Legión me llamo". Tal vez quería poner en evidencia ante sus discípulos que no se enfrentaba ante un sólo demonio, sino ante muchísimos. Pero mucho más probablemente sirvió para que el endemoniado mostrara el estado en el que se encontraba: había renunciado a luchar por ser él mismo, por controlar su propia vida.
Los evangelios nos informan del hecho de que una persona puede estar esclavizada por más de un demonio al mismo tiempo (Mt 12, 45) (Mc 16, 9), pero este caso es singular. ¿Qué nos intenta enseñar?
De la misma manera que el Imperio Romano había conseguido conquistar Israel por medio de sus legiones, este miserable hombre se encontraba totalmente ocupado y dominado por las fuerzas demoniacas que lo mantenían en una situación de opresión y muerte. Notamos entonces que el propósito del diablo para con el ser humano es de tipo militar: conquistar y dominar.
"Y le rogaba mucho que no los enviase fuera de aquella región"
El Señor Jesucristo es más poderoso que el diablo y sus legiones: ni una legión de demonios podría hacer frente a su voz de mando.
¿Por qué no querían los demonios irse de aquella región? Realmente no lo sabemos, pero tal vez podemos suponer que la forma de vida de aquellas gentes, junto con la dureza de sus corazones, los hacía presa fácil para los demonios.
"Envíanos a los cerdos para que entremos en ellos"
¿Por qué le pidieron al Señor que los enviase a los cerdos? Tampoco esto lo sabemos con seguridad, pero tal vez sea porque los demonios necesitan un cuerpo por medio del cual poder operar. Aunque a parte de este versículo, no leemos en la Biblia de demonios habitando en animales. Y tampoco en este caso estuvieron mucho tiempo, porque rápidamente se precipitaron al mar y murieron. Por todo ello, debemos ser muy prudentes al sacar conclusiones de este hecho.
Lo que es evidente es que no podían resistir la orden de Cristo, y aun para entrar en los cerdos necesitaban de su permiso.
El Señor les permitió que fueran a los cerdos, pero cuando éstos se precipitaron por el despeñadero y murieron, esto causó una grave pérdida a sus propietarios. Algunos han cuestionado la actitud del Señor por esto. Pero en este caso, como en muchos otros, se acusa injustamente al Señor de aquello que realmente hizo el diablo. Recordemos que el Señor sólo les dio permiso para ir a los cerdos, él no hizo nada más. Fue Satanás quien destruyó los cerdos.
"Sentado, vestido y en su juicio cabal"
Una vez que los demonios salieron del hombre, el cambio fue radical. Ahora estaba con Jesús "sentado, vestido y en su juicio cabal". Nadie había soñado con conseguir algo parecido de este hombre. Y es que el poder del Señor Jesucristo llega allí donde ni el gobierno, ni los asistentes sociales, ni psiquiatras, ni familia, ni amigos pueden llegar. Nadie antes había conseguido que este hombre estuviera en paz consigo mismo y con sus semejantes.
Cristo lo había liberado de los espíritus inmundos y había restaurado su libertad y dignidad. Ya no era el loco que andaba desnudo gritando noche y día por los sepulcros e hiriéndose con las piedras. Era un hombre nuevo, y eso, gracias a Cristo.
"Y tuvieron miedo y comenzaron a rogarle que se fuera de sus contornos"
Es curioso que la reacción que todo esto provocó en los habitantes de Gadara fue de temor. ¿De qué tenían miedo? Aparentemente tenían miedo del poder sobrenatural de Cristo. Su presencia en medio de ellos les inspiraba temor. Así que decidieron que lo mejor era que Cristo se fuera de allí. ¡Es incomprensible!
La presencia de Cristo en medio de ellos era una garantía de que los demonios no volverían a hacer algo similar con ninguna otra persona. Y además, el ver al endemoniado en su nueva condición, debería haberles llenado de gozo y admiración por Cristo.
Pero aquellos hombres se habían sentido golpeados en donde más les dolía: su dinero. Como consecuencia de la liberación del endemoniado, ellos habían perdido un gran hato de cerdos, por lo tanto, no podían sentir alegría por nada de lo ocurrido. Seguramente por esto le invitaron a irse. No valoraron todo el bien que Jesús podría haber hecho en la región. ¡Cuántos más endemoniados o enfermos había todavía allí! Pero parecía que apreciaban muchos más sus posesiones que las personas. En el conflicto entre los negocios y el bienestar espiritual, los negocios eran lo primero para ellos, como tan a menudo sucede en la actualidad. Son un ejemplo terrible de ceguera materialista.
Incontables multitudes siguen prefiriendo a Cristo lejos de ellos por temor a que su comunión con él sea causa de alguna pérdida material, social, económica o personal. Y así, tratando de salvar sus bienes, pierden sus almas.
Es muy triste, pero es algo que ocurre con mucha frecuencia. Cuando un notorio pecador se convierte a Cristo y su vida cambia, las personas que le conocían antes, muchas veces en lugar de convertirse ellas mismas, prefieren alejar a Cristo de sus vidas, e incluso intentan persuadir a la persona para que él también deje a Cristo.
Y el Señor se fue. Aquellas personas no sabían lo que estaban perdiendo. De esto aprendemos un principio fundamental: El Señor no se queda donde no es bienvenido. El no obliga a nadie a tener fe en él o a amarle, nunca se impone por la fuerza.
"Vete a tu casa, a los tuyos"
Pero cuando el Señor ya se iba en la barca con sus discípulos, el que había estado endemoniado le rogaba que le dejase estar con él. La petición era evidencia de la nueva vida que ahora tenía. Quien ha sido salvado por el Señor, desea estar con él. Sin embargo, el Señor no se lo permitió, sino que le dijo que se fuera a su casa, y a los suyos.
Cuando comenzamos esta historia nos encontramos al endemoniado viviendo solo en los sepulcros, así que, con esta orden, lo que Cristo deseaba era restaurar a este hombre social y familiarmente. El hogar debe ser el primer lugar donde el creyente debe dar evidencias de su nueva vida.
La verdadera actividad misionera comienza en la casa. No es coherente hacer grandes esfuerzos a favor de la evangelización de otras partes del mundo mientras que desatendemos la educación cristiana de nuestros propios hijos, por ejemplo.
Además, el Señor le dio una misión: "cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho contigo, y cómo ha tenido misericordia de ti". Su misión consistía en testificar de las grandes cosas que Jesús había hecho con él, precisamente en la región donde no habían querido admitir la obra personal del Salvador. A pesar del rechazo de los gadarenos, el Señor en su misericordia, les dejó el testimonio del hombre sanado. Nadie necesitaba más al Señor que ellos.
"Comenzó a publicar en Decápolis"
Cuando Jesús estuvo en Decápolis, este fue un primer contacto con la civilización griega. Y el hombre que había estado poseído por la legión de demonios y a quien Cristo salvó fue el primer misionero que el Señor mandó a predicarles.
En cuanto a la labor que realizó, hay que subrayar que su gozo y gratitud le llevó mucho más allá de su propia ciudad, extendiendo su actividad misionera por todo Decápolis. En cierto sentido, podríamos decir que el gadareno pudo hacer lo que le impidieron a Jesús.
Tres ruegos
Hallamos aquí tres "ruegos" al Señor, uno de los cuales admitió, desechando los otros dos.
Cuando el endemoniado se acercó al principio a Jesús, le suplicó que le dejara. Cristo no atendió esta petición porque el hombre no actuaba con libertad, sino bajo la poderosa influencia de los demonios.
Más tarde los gadarenos le rogaron que se fuera de sus contornos. Cristo accedió a irse, ya que esta petición era expresión de su libre voluntad, hecha con los ojos abiertos y a la plena luz de toda la evidencia. Cristo respeta la elección de los hombres.
Cuando Jesús se iba, el que había estado endemoniado le rogó que le dejara ir con él. Cristo no le dejó, puesto que ahora estaba a sus órdenes, pertenecía a su Reino y por lo tanto estaba a su servicio.
Conclusión
Por supuesto que este endemoniado era un caso extremo, pero con todo, es una advertencia de lo que significará para los seres humanos perecer bajo el poder del pecado y Satanás. Y esto será así, a menos que sean liberados por Cristo (Ef 2, 2) (Col 1, 13).
Luis de Miguel, en escuelabiblica.com/
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