El amor ¿Qué es el amor? ¿Cómo una palabra tan corta puede significar tanto? ¿Cuántos libros, poemas y canciones se han escrito en su nombre? ¿Cuántas personas no correspondidas han muerto por su causa? ¿Cuántos sacrificios no se han hecho para evitar el sufrimiento del ser amado?
Es el poder más grande existente en el ser humano, es la fuerza capaz de darle sentido a la vida, es el motor ante el cual nada puede permanecer estático. El amor produce amor. Pregúntenle a las abuelas que solían decir “amor con amor se paga”.
El conferencista Álex Rovira, autor del libro “Los siete poderes”, dice “El mayor de los poderes es el amor, que se manifiesta en la acción conjunta de las personas que combinan sus talentos para hacer que los sueños individuales y colectivos se hagan realidad en pos del bien común. De él nacen todos los demás poderes”, y agrega que está fuertemente ligado con la pasión para realizar una hazaña o enfrentarse a un reto.
El amor verdadero por los demás empuja al ser humano no sólo a hacer cosas por el bien individual y común, sino a poner todo el empeño posible en ellas, saltando obstáculos y evitando caer en el recurso de la queja o el victimismo, tan perniciosos para la fuerza interior. El amor todo lo puede, todo lo sana. El amor es energía positiva, es el sentimiento que nos permite dar y recibir, el que nos permite vivir, crecer, desarrollarnos, socializarnos, procrearnos, es el sentimiento que posee el mayor poder vibratorio.
Amor es fuerza de voluntad, es perseverancia, constancia, coraje, determinación a la hora de hacer algo. ¿Qué no harías por verdadero amor? ¿Hasta dónde serías capaz de llegar por evitar el dolor del ser amado?
Cuando se ama algo o a alguien, uno quiere adentrarse en la realidad del objeto o sujeto amado y mientras más se conoce lo que se ama, más crece el amor. “Lo que da sentido a nuestra vida, lo que nos ayuda a comprender qué nos está pidiendo la vida y nos permite seguir avanzando a pesar de todo, es el anhelo de amar y crear”, agrega Rovira. “Así, amar y comprender se unen para servir, desde la empatía, desde la voluntad de construir un bien común. Porque si la cultura y la verdad nos hacen libres, el amor y la voluntad nos hacen fuertes, y la unión de todos ellos hace que esta vida que nos ha tocado vivir sea más plena y llena de sentido”.
Para Edith Sánchez, escritora y periodista, amar es una realidad dinámica, constante, que se modifica, muta, hace metamorfosis con el tiempo. El amor atraviesa fases porque no es estático, y se expresa de diferentes maneras en cada ser humano. El amor hacia los padres, hacia los hijos, los hermanos, los tíos, los primos o los amigos no es el mismo que se experimenta hacia la pareja. Igual ocurre con el amor o la pasión que le imprimes a un sueño que persigues. Cuando alguien le dice a una pareja “te amaré toda la vida” o le profesa “amor eterno”, la mayoría de las veces lo hace en esa fase romántica del amor, que si bien es intensa, también es la más pasajera. De allí que muchas parejas que se veían increíblemente estables, terminan separándose porque no lograron superar la etapa del enamoramiento, esa que lleva a idealizar al otro y a no verlo como realmente es, y que nos impide ver con claridad las grandezas y restricciones de lo que sentimos. El amor irracional, pasional y romántico se transforma con el tiempo. Si se es capaz de aceptar esa mutación, respetando al otro tal como es y no como quisiéramos que fuera, cuando se entiende que el amor duradero está en la transición, y se supera ese escollo sin traumatismos, comienza el verdadero camino para amar. Amor no es sinónimo de estabilidad sino de cambio, de evolución, de crecimiento; no es sinónimo de imposición sino de aceptación y respeto. La autora compara el amor con un árbol robusto. Imagina todas las fases que se necesitan para que un árbol llegue a ser lo que es. Hay que buscar una tierra propicia para sembrar la pequeña semilla. Con muchos cuidos y amor, esa semilla brotará y empezará a crecer tratando de alcanzar el cielo. Al convertirse en árbol brindará flores y frutos y esparcirá nuevas semillas. Sánchez asegura que así es el amor “una vez que germina, ya nada lo acaba y seguirá creciendo y dando frutos para volver a iniciar el ciclo por siempre”. Para ella, cuando se ama de verdad, se ama para siempre. Quienes son padres lo saben perfectamente, aunque sus hijos no estén junto a ellos; quienes son amigos verdaderos lo saben perfectamente, aunque no compartan todos los días. La psicóloga Adriana Díez, coincide con Sánchez en que el amor sobrevive o empieza realmente cuando se rompe la idealización típica de la etapa de enamoramiento que nos impide ver al otro como realmente es. En el enamoramiento proyectamos sobre la otra persona todas nuestras ilusiones y deseos. Entonces, si nos choca la realidad y vemos al otro con sus fallos y defectos, aceptamos esas diferencias y llegamos a amarlas tal cual son, es cuando realmente podemos hablar de amor, de encontrar y entender el amor duradero. “No tiene por qué ser perfecto, tiene que ser real y responder a las exigencias de cada momento para que permanezca en el tiempo”. Amar no tiene que implicar dolor, martirio o masoquismo. Alicia Yagüe Fernández, psicóloga, asevera que “Amar no es sufrir, no es sacrificar constantemente y apostar siempre al negro. Amar no es estar ciego, no es justificar hasta lo innombrable ni perdonar por misericordia cualquier hecho. Amar no es depender, no es desarrollar un cordón umbilical que te encadene a tu pareja. Amar no es solo cuestión de cantidad, sino de calidad. Amar no es sobreproteger, no es ir detrás resolviendo todos los problemas que siembra el otro ni proteger entre algodones a un niño atrapado en un cuerpo de adulto. Y, por supuesto, amar no es terminar desgarrados física ni mentalmente, si nuestra relación perjudica nuestro equilibrio emocional e incluso, quizá, nuestra salud e integridad física, sin duda estamos amando en exceso y demasiado mal… Si amar resulta doloroso es momento de amarse a uno mismo para detener el dolor”. “Amarse a uno mismo es el principio de una historia de amor eterna” (Quote 3) (Oscar Wilde) En “El arte de amar” Erich Fromm, refiere que “El amor es un poder activo en el hombre; un poder que atraviesa las barreras que separan al hombre de sus semejantes y lo une a los demás; el amor lo capacita para superar su sentimiento de aislamiento, y no obstante le permite ser él mismo, mantener su integridad. En el amor se da la paradoja de dos seres que se convierten en uno y, no obstante, siguen siendo dos”. Fromm dice que amar es dar, pero también implica elementos básicos comunes a todas las formas de amor que son interdependientes: cuidado, responsabilidad, respeto y conocimiento. El cuidado: El amor es la preocupación activa por la vida y el crecimiento de lo que amamos. Se ama aquello por lo que se trabaja, y se trabaja por lo que se ama. ¿Qué madre no ama a su hijo y le prodiga cuidados desde el nacimiento hasta incluso la adultez?
La responsabilidad: Ser responsable significa estar listo y dispuesto a responder. Pero la responsabilidad, en su verdadero sentido, es un acto enteramente voluntario, constituye mi respuesta a las necesidades, expresadas o no, de otro ser humano.
El respeto: Respeto no significa temor y sumisa reverencia; denota la capacidad de ver a una persona tal cual es, tener conciencia de su individualidad única. Respetar significa preocuparse porque la otra persona crezca y se desarrolle tal como es. El respeto sólo es posible si yo he alcanzado independencia; si puedo caminar sin muletas, sin tener que dominar ni explotar a nadie.
El conocimiento: El conocimiento sería vacío si no lo motivara la preocupación. Hay muchos niveles de conocimiento; el que constituye un aspecto del amor no se detiene en la periferia, sino que penetra hasta el meollo. Sólo es posible cuando puedo trascender la preocupación por mí mismo y ver a la otra persona en sus propios términos. Puedo saber, por ejemplo, que una persona está molesta, aunque no lo demuestre abiertamente.
El neurólogo y psiquiatra Viktor Frankl coincide con Fromm al señalar que “Nadie puede ser totalmente conocedor de la esencia de otro ser humano si no le ama. Por el acto espiritual del amor se es capaz de ver los trazos y rasgos esenciales en la persona amada; y lo que es más, ver también sus potencias: lo que todavía no se ha revelado, lo que ha de mostrarse”.
Queremos finalizar nuestro post citando nuevamente a nuestro autor original Álex Rovira, quien compara la vida con un laberinto. Todo ser humano atraviesa ese laberinto con el peligro de perderse por miedos, dudas o falta de equilibrio y el equilibrio lo dan dos fuerzas complementarias: la emoción o el amor y el conocimiento, la reflexión, el criterio o la razón.
“Sin la pasión, el entusiasmo, la alegría, la inteligencia emocional y la inteligencia social, la humanidad no se humanizaría, no evolucionaría, no crecería y se quedaría fijada en umbrales de máxima incompetencia que nacen del miedo. Y lo que nos hace vencer el miedo, es el amor… Los humanos estamos diseñados para encontrar sentido a la vida, a través del amor y eso es lo que nos hace seguir adelante”.