Job, hombre íntegro, recto, temeroso de Dios, rico y valorado, no sabe lo que se le vendrá encima
Satanás, sin embargo, no es avisado. «Y dijo Dios a Satanás: ¿no has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal?. Respondió Satanás al Señor: ¿Acaso teme Job a Dios balde? ¿no le has cercado alrededor de él, su casa y todo lo que tiene?. Al trabajo de sus manos has dado bendición; por tanto sus bienes han aumentado sobre la tierra. Pero extiende ahora su mano, toca todo lo que tiene y verás si no blasfema contra tí en tu misma presencia» (Jb 1, 8-11).
Satanás sostiene ante Dios que para Job es fácil creer, porque es rico y tiene salud, que su fe es interesada y la realidad es que Job no teme a Dios por nada. Para comprobar si Dios es justo por interés será puesto a prueba y Dios tiene confianza en que Job la superará. La desventura cae sobre su casa. Le saquearon los bueyes y los asnos. El fuego de Dios quemó las ovejas y los Caldeos le robaron los camellos. Sus siete hijos y tres hijas mueren en su casa. En todo esto Job no pecó y no atribuyó a Dios nada de injusto. Ha quedado sin nada y no blasfema: era un hombre virtuoso.
«Y dijo Dios a Satanás: ¿de dónde vienes?. Respondió Satanas a Yavé, y dijo: de rodear la tierra y de andar por ella. y el Señor dijo a Satanás: ¿no has considerado a mi siervo Jacob, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal, y que todavía retiene su integridad, aun cuando tú me incitaste contra él para que lo arruinara sin causa?. Respondió Satanás: piel por piel, todo lo que el hombre tiene dará por su vida. Pero extiende ahora tu mano y toca su hueso y su carne, y verás si blasfema contra tí en tu misma presencia» (Jb 2, 2-5).
«Entonces salió Satanás de la presencia de Yavé, e hirió a Job con una sarna maligna desde la planta del pie hasta la coronilla de la cabeza. Y tomaba Job un tiesto para rascarse con él, y estaba sentado en medio de la ceniza. Entonces le dijo su mujer: ¿aun retienes tu integridad? maldice a Dios y muere. Y él le dijo: Como suele hablar cualquiera de las mujeres fatuas, has hablado. ¿qué? ¿recibiremos el bien de Dios y el mal no lo recibiremos?. En todo esto Job no pecó con sus labios» (Jb 2, 7-10). Ha cogido la lepra. Job ya lo ha perdido todo y ha sido abandonado por todos, también por su mujer, pero no se rebela, le queda sólo la fe sin apoyo alguno. He aquí el inicio del drama. Job no sabe porqué ha sido puesto a prueba con tanto sufrimiento.
Comienzan seguidamente los diálogos entre Job y sus tres amigos Elifaz, Bildad y Zofar. Buscan el sentido del dolor del justo. Los amigos, en sus discursos,sostienen lo que todos creían y decían como parte de la tradición, esto es, los dolores y sufrimientos son señales del castigo de Dios, a causa de los pecadosdel mundo. Si un hombre sufre mucho es porque mucho ha pecado. Si quien sufre es un justo, entonces significa que está pagando por alguno de sus pecados o por los ajenos. Los tres amigos no quieren ponerse en la piel de Job.
"He aquí que él pasará delante de mí, y yo no lo veré. pasará y no lo entenderé. He aquí, arrebatará, ¿quién le hará restituir?, ¿quién le dirá "qué haces"? Jb 9, 11-12. ¿Quién vé a Dios?. ¿Quién puede saber realmente de él?".
Job se siente inocente y rechaza con pasión la creencia tradicional. «¿Hablaréis iniquidad por Dios? ¿Hablaréis por él engaño? ¿Haréis acepción de personas a su favor? ¿Contenderéis vosotros por Dios?» (Jb 13, 7-8). No se debe preocupar de salvar a Dios, sino al hombre: es él el que tiene necesidad de ser defendido. De este modo Job intenta afrontar verdaderamente el problema de Dios, es Él el que empuja a buscarle en todas partes. El misterio es misterio y no puede ser reducido ni encerrado en fórmulas.
Dios calla, no habla con nadie. Job está desesperado por el silencio de Dios, lo siente enemigo «Si yo le invocara y él me respondiese, aun no creeré que haya escuchado mi voz. Porque me ha quebrantado con tempestad y ha aumentado mis heridas sin causa. No me ha concedido que tome aliento, sino que me ha llenado de amarguras » (Jb 9, 16-18).
Job, con estas palabras, cree que la responsabilidad del mal es de Dios mismo. «Sin embargo es lo mismo. Os lo aseguro. Él hace perecer al inocente y al reo. Si en una calamidad caen víctimas en un instante, Él se rie de la desgracia de los inocentes. Deja a la tierra en poder de los malvados. Él oculta su rostro a los jueces. Si no es Él, ¿quién puede ser?» (Job 9, 22-24).
Para Job, se necesita un árbitro para eliminar las desigualdades. Es demasiado alto es desnivel entre el hombre y Dios «Si hubiera al menos un árbitro entre nosotros, que pusiera su mano sobre los dos, para que Dios aparte su vara de mí y no me atemorice su terror. Entonces, le hablaría sin temor, porque estoy convencido de que no soy así» (Jb 9, 33-35).
En el capítulo 10, verdadero problema que a Job le preocupa es la falsa y deformada idea que los hombres tienen de Dios. Para muchos, creer se ha convertido en un tormento porque porque realmente Dios es oscuro y esquivo. Es verdad que Dios es creador y ha hecho bien todas las cosas, pero entonces, ¿porqué nos da la vida y luego también la muerte?,¿el deseo de crecer, de ser libres y fecundos y después todo se frustra y se derrumba?. Se diría que Dios nos ha creado para destruirnos, dándonos la vida para luego fallarnos, siempre consumidos por la nostalgia de todo lo que en nosotros queda pendiente.
También el capítulo 16 es un texto duro y dramático, donde Dios parece hostil. Job insiste en su conciencia y en su experiencia de Dios: Nace una tenue luz de esperanza. Job cree morir sin recibir una respuesta de Dios, pero intuye que su grito sobrevivirá. Le hará justicia.
En el capítulo 19, Job nos habla aun de revuelta contra Dios, aunque todavía cree en la justicia. Dios debe ser más justo que el hombre. Job intuye que la barrera misma de la muerte se romperá.
En el capítulo 23, Dios está verdaderamente ausente, si bien se esconde cuando debiera intervenir a favor del justo que sufre. Job se siente inocente y no soporta esta indiferencia de Dios. Aquí hay una gran intuición del misterio de Dios: Él se manifiesta en la oscuridad, Dios está presente en la ausencia. No tenemos otras palabras a nuestra disposición para hablar del misterio de Dios en la historia.
Al fin Yavé toma la palabra. Son dos largos discursos sobre la creación; se habla de dos animales, el hipopótamo y Leviatán, signo del inquebrantable. Dios no responde directamente a las preguntas de Job, pero sin embargo, lo invita a recorrer el camino del misterio que va desde la creación a Dios mismo, para terminar con el propio misterio del hombre. El misterio es pues sencillo: el universo está lleno de las maravillas que Dios desconoce, pero todas las cosas tienen un sentido y todo depende de la Sabiduría. Job no olvida que Dios está presente en la creación, aunque ésta sea un misterio para el hombre. Lo que significa que los criterios humanos son siempre insuficientes y radicalmente inadecuados para medir la justicia de Dios (Jb Caps. 38 al 41).
Ahora Job se abandona, ha entendido lo pequeño que es. Sin haber recibido una respuesta, se acepta a sí mismo y no vuelve a hablar de su inocencia. Éste es quizás el aspecto más importante. En el fondo Job, hablando con Dios, incluso se lo contestaba, continúa razonando según la Tradición; yo soy inocente, luego merezco la felicidad. Sobrevaloraba su inocencia. Se acuerda de que ésto le viene de una falsa imagen de Dios, un Dios según criterios humanos. «Job respondió al Señor diciendo: Yo sé que Tú lo puedes todo y que ningún proyecto es irrealizable para Tí. Sí, yo hablaba sin entender, de maravillas que me sobrepasan y que ignoro. Escucha, déjame hablar; yo te interrogaré y Tú me instruirás. Yo te conocía sólo de oídas, pero ahora te han visto mis ojos. Por eso me retracto, y me arrepiento en el polvo y en la ceniza» (Jb 42, 1-6).
«Después de haber dirigido estas palabras a Job, el Señor dijo a Elifaz de Temán: Mi ira se ha encendido contra tí y contra tus dos amigos, porque no han dicho la verdad acerca de Mí como mi siervo Job. Ahora consíganse siete toros y siete carneros y vayan a ver a mi siervo Job. Ofrecerán un holocausto por ustedes mismos, y mi siervo Job intercerá por ustedes. Y Yo, en atención a él, no les inflingiré ningún castigo humillante, por no haber dicho la verdad acerca de Mí, como mi siervo Job. Entonces Elifaz de Temán, Bildad de Súaj y Sofar de Naamá fueron a hacer lo que le había dicho el Señor, y el Señor tuvo consieración con Job» (Jb 42, 7-9).
«Después, el Señor cambió la suerte de Job, porque él había intercedido en favor de sus amifos y duplicó todo lo que Job tenía» (Jb 42. 10).
Esta vivencia nos habla de la experiencia humana, el problema del pecado, de la virtud, del bien y del mal. Para nosotros su libertad insondable, su modo de intervenir en la historia del hombre es un misterio y no tenemos medios ni criterios para comprenderlos adecuadamente. El sentido del sufrimiento está en las manos de Dios.
Job es simplemente el hombre, el hombre universal, de todos los tiempos y lugares, empujado por su experiencia a ponerse frente a Dios, con sus interrogantes, sus intuiciones y sus miedos.
Es fácil, en el momento de la prueba, perder la fe, no entender el sentido del sufrimiento y del dolor, pero, si como Job, sabemos afrontar la noche del sufrimiento, de las dudas, quizás también nosotros, en el silencio, encontraremos a Dios que nos espera. La fe, si es verdadera, debe erigirse sobre toda adversidad: sólo así podremos ser gratos a Dios.
Redacción de digilander.libero.it/
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