Yo vi a un hombre que mantuvo un testimonio de su Dios. Nunca dudó. Y el Señor lo libró del poder del infierno
De todos los pecados que cometemos, la duda es el más detestado por Dios Según el Antiguo y el Nuevo Testamento, nuestras dudas agravian al Señor, lo provocan, le causan mucho dolor. Vemos un gran ejemplo en el antiguo Israel, después que Dios libertó a su pueblo de las manos de Faraón.
El Salmista lamenta: “Pecamos nosotros, como nuestros padres; hicimos maldad, cometimos impiedad. Nuestros padres, en Egipto, no entendieron tus maravillas; no se acordaron de la muchedumbre de tus misericordias, sino que se rebelaron junto al mar, el Mar Rojo” (Sal 106, 6-7).
El escritor está haciendo una confesión aquí. ¿Cuál fue el pecado perverso que cometió Israel? Dudaron que Dios podría seguir liberándolos, aún después que él obró increíbles milagros para ellos en el Mar Rojo.
El Salmista nos está pidiendo imaginarnos como el pueblo de Dios estuvo regocijándose por la victoria al otro lado del mar. El Señor había realizado uno de los milagros más grandes en la historia de la humanidad, libertando a Israel de los poderosos Egipcios. Sin embargo, ¿cómo reaccionó este mismo pueblo después ante las situaciones difíciles?. Dudaron de la fidelidad de Dios.
El escritor está esencialmente diciendo: “¿Pueden creer esto?” Nuestro Señor se movió sobrenaturalmente a nuestro favor, librándonos del enemigo. Sin embargo, aún después de este increíble milagro desconfiamos de él. ¿Cómo pudimos provocar a Dios de esta manera?
Fue una historia totalmente diferente cuando Israel se paró en la victoria al otro lado del mar. Cantaron y danzaron cuando vieron al poderoso ejército Egipcio hundirse en destrucción: “Reprendió al Mar Rojo y lo secó, y los hizo ir por el abismo como por un desierto. Los salvó de manos del enemigo, y los rescató de manos del adversario. Cubrieron las aguas a sus enemigos; ¡no quedó ni uno de ellos! Entonces creyeron a sus palabras y cantaron su alabanza. (Sal 106, 9-12).
Los israelitas cantaron la canción correcta -un canto de alabanza al todopoderoso Dios- pero cantaron en el lado equivocado del mar. Cualquiera puede cantar y regocijarse después de obtener la victoria. Pero, Israel había fallado miserablemente en el lado de la prueba del Mar Rojo. No confiaron en Dios allí en lo absoluto.
Ahora, después que ellos experimentaron una milagrosa liberación de Egipto, el Salmista hace estas chocantes declaraciones: “Bien pronto olvidaron sus obras; no esperaron su consejo… aborrecieron la tierra deseable, no creyeron a su palabra”(Sal 106, 13-24)
¿Puedes ver lo que está pasando aquí? Dios se había probado a su pueblo en Egipto, realizando increíbles señales y milagros para ellos. En diez ocasiones separadas, trajo juicio sobre Egipto, pero guardó seguros a los Israelitas.
Sin embargo, según el Salmista, estos milagros no impresionaron a Israel en lo más mínimo. Cuando los tiempos duros llegaron, el pueblo probablemente miró atrás y consideraron ese pasado admirable, como puras calamidades naturales. Moisés trató de convencerlos que fue obra de Dios en favor de ellos. Les declaró, “El Señor está usando todos estos milagros con el propósito de facilitar su liberación.” Pero aún dudaron de Dios, descontando su poderosa obra.
Por supuesto, que no debemos basar nuestra fe sólo en milagros. En cambio, el Espíritu Santo fortalece nuestra confianza en el Señor, a través de circunstancias difíciles y pruebas. Sin embargo, aún así, Israel fue testigo de diez estremecedoras señales y milagros como nunca el mundo había visto. A pesar de eso, llegaron al Mar Rojo sin una partícula de fe en Dios.
Israel había llegado al lado de la victoria del Mar Rojo. El lugar donde estaban fue conocido en hebreo como “la entrada a un acantilado precipitoso.” El nombre también significaba “al borde de una crisis.” El pueblo de Dios fue posado al borde de un vasto desierto. Sin embargo, el Señor los había dirigido allí porque tenía un plan en su mente para ellos.
En los próximos días, Dios tuvo que proveer sobrenaturalmente para cada necesidad que enfrentara su pueblo. No había un supermercado en el desierto, entonces Dios tuvo que alimentarlos con maná del cielo. No había agua, pero Señor les trajo manantiales desde una roca para saciar su sed. No había centros comerciales, pero la ropa y el calzado de la gente milagrosamente nunca se gastaron. Dios nunca pasó por alto la más simple contingencia.
Aun más, él los cargó con plata y oro antes de salir de Egipto. Entonces, una vez que estuvieron en el desierto, los proveyó con una fortaleza sobrenatural. No hubo ninguna persona debilitada o enfermiza entre ellos. Dios los protegió del candente sol del desierto, cubriéndolos con una nube. Por la noche, produjo un fuego sobrenatural, defendiéndolos del enfriamiento del desierto y confortándolos con un fuego ardiente que iluminaba en la oscuridad.
Hasta este punto, permíteme hacerte una pregunta: ¿Por qué crees que Dios escogió a Israel como su pueblo? Después de todo, eran una nación muy pequeña, un pueblo insignificante. ¿Qué propósito tuvo Dios al sacarlos de Egipto y establecerlos en Canaán? ¿Fue para darles hermosos hogares, viñas, y abundante leche y miel? ¿Fue para proveerles una vida fácil, de modo que ellos pudieran ofrecerle libremente sacrificios y alabanzas de generación en generación?
No. Esta gran liberación no se trataba de que Dios traía a su pueblo a un lugar donde ellos pudieran complacerse a sí mismos en sus bendiciones. Está claro que el Señor estaba tratando de producir algo en su pueblo a través de esta experiencia. Él los llevó al borde de una catástrofe, para enfrentar una crisis como ninguna de las que antes habían conocido.
Simplemente, Dios quiso entrenar a su pueblo a ser sus mensajeros a un mundo perdido. Veras, su propósito desde el principio ha sido alcanzar a la humanidad perdida. Eligió a Israel para que fuera una luz a las naciones, un ejemplo resplandeciente de su gracia y amor. El quiso que el mundo supiera que él tiene un corazón lleno de amor hacia cada nación, aún aquellas que han pecado contra él.
Los profetas de Israel sabían esto. Ellos profetizaron una y otra vez que la ley de Dios saldría desde Jerusalén al resto del mundo. Y ahora, aquí en el desierto, Dios quiso formar una “primera generación” que confiaría en él completamente. Él quiso probarles a las naciones que hay sólo un Dios y que él obra sus prodigios y maravillas a través de un pueblo creyente.
Sin embargo, el Señor no obrará a través de un pueblo que está lleno de dudas e incredulidad. La Biblia dice: “… sin fe es imposible agradar a Dios…”(Hb 11, 6) Aún Jesús fue impedido a hacer sus maravillas cuando la gente no creyó: “Y no hizo allí muchos milagros debido a la incredulidad de ellos”(Mt 1, 58).
Dios todavía esta buscando un pueblo que confié en él completamente.
Amados, el Señor no nos salvó simplemente para que nos calentemos infinitamente en sus bondades, misericordias y gloria. Él tuvo un propósito eterno al escoger a cada uno de nosotros. Y ese propósito va más allá de bendiciones, compañerismo y revelación. El hecho es que el aún quiere alcanzar a la humanidad perdida. Y él está buscando un pueblo creyente y confiado, que él pueda formar en un gran instrumento evangelístico.
Nuestro Señor no usa ángeles como testigos de su gloria. Él usa a su pueblo. Y él desea entrenarnos como una especial y “peculiar” generación. “…vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable”(1P 2, 9). Él está buscando probar su palabra en nuestras vidas, para que el mundo crea cuando la proclamamos. Él desea presentar a las naciones incrédulas un pueblo fiel que ha sido conmovido por tiempos duros, quebrantado por pruebas profundas, y aún así continua confiando en él.
Vemos a Dios buscando un pueblo así en el tiempo de Gedeón. Cuando Gedeón extendió un llamado por voluntarios para enfrentar a los Medianitas, miles de Israelitas respondieron. Pero el Señor dijo a Gedeón, “Hay mucha gente contigo para que yo entregue a los Madianitas en tus manos… haz pregonar esto a oídos del pueblo: Quien se estremezca, que madrugue y regrese a su casa…”(Jc 7, 2-3).
Dios estaba diciendo a Gedeón, “Si alguien aquí tiene miedo, dile que se vaya a su casa de inmediato. No permitiré que mi pueblo sea infectado con temor.” Dios estaba devolviendo voluntarios de su ejército. Al punto que algunos 22,000 dudosos fueron enviados a su hogar. Gedeón eventualmente redujo el número de voluntarios a 10,000 pero Dios le dijo que todavía demasiados. El Señor finalmente se quedó con 300 soldados probados para la batalla.
Esto tiene que decirnos algo. Del mismo modo que el Señor busca mensajeros del evangelio para enviarlos al mundo, el no va a reclutar iglesias cuyas bancas están llenas de gente temerosa, dudosas y sin probar. El no buscará poderosas y eficientes organizaciones religiosas o seminaristas altamente calificados. Dios usa organizaciones y los de la más alta preparación, pero, en si mismas, ningunas de éstas tiene los recursos necesarios para ser los mensajeros tratados y probados de Dios.
Entonces, ¿qué es necesario para alcanzar un mundo herido y perdido? Un pequeño ejército de soldados que ha sido probado en la escuela de las penalidades y pruebas. Dios está buscando a aquellos que están dispuestos a ser probados. Así que él enlista a quienes están dispuestos a ser probados a fuego, aquellos cuya fe ha sido refinada como el oro más puro.
A través de mis años en el ministerio, me he dado cuenta de un patrón en la vida de la mayoría de los cristianos. Casi inmediatamente después que Dios nos salva, él nos lleva al desierto de la prueba. Esto fue cierto aún en la vida de Jesús. Después que nuestro Señor salió de las aguas bautismales, fue dirigido por el Espíritu al desierto, donde él fue extremadamente probado. (Ver Lc 4, 1-2). La misma cosa ocurrió con los Israelitas. No mucho tiempo después que Dios los liberó de Egipto, fueron dirigidos al borde de una crisis en el desierto.
¿Por qué esto es así? Es porque Dios está buscando un pueblo que confíe en él ante todo el mundo en situaciones imposibles. Y puedes estar seguro que el mundo está observando como sus siervos soportan tribulaciones y pruebas mientras se aferran a su fe.
Vemos esta clase de confianza demostrada por Daniel. Los celosos co-gobernadores de Daniel, prepararon un complot en su contra, convenciendo al Rey Darío que prohibiera la oración por 30 días. Tal como lo esperaban sus compañeros, Daniel desobedeció la prohibición del rey y siguió orando tres veces al día. Aunque el Rey Darío respetaba a Daniel, se vio forzado por su propio decreto de lanzarlo a la guarida de los leones.
Daniel estaba bien enterado que la pena por desobedecer la prohibición del rey era la muerte. A pesar de eso, nunca dejó de orar debido a que confió en Dios. Él sabía que el Señor lo veía a través de esta circunstancia.
A través de esta prueba tan rigurosa, el Rey Darío observó ansiosamente a Daniel. Hizo todo lo posible por salvar a Daniel, pero simplemente no pudo. Finalmente, justo antes de que Daniel fuera lanzado a los leones, el rey le aseguró, “El Dios tuyo, a quien tu continuamente sirves, él te libre”(Dan. 6:16). Pero, esa noche, el rey no pudo dormir. Las Escrituras dicen que él “se fue a su palacio, y se acostó en ayunas”(v.18).
Si le dices al mundo que Jesús es tu Señor - tu salvador y sanador, un Dios que puede hacer lo imposible - ellos observarán como reaccionas en situaciones imposibles. Sus ojos están pegados sobre cualquiera que se jacta de las bondades, el poder y la gloria de Dios. Y el diablo mira también, esperando la falla de nuestra fe.
El Salmista escribe, “¡Cuán grande es tu bondad, que has guardado para los que te temen, que has mostrado a los que esperan en ti, delante de los hijos de los hombres!”(Sal 31, 19) ¿Qué es esta “grande bondad” que Dios mantiene sobre aquellos que confían en él a través de tiempos difíciles? Es un impenetrable y glorioso testimonio para el mundo que tu fe puede sobrevivir en cualquier situación.
¿Cómo respondió Dios a la fe de Daniel? Cerró la boca de los hambrientos leones. A la mañana siguiente el Rey Darío despertó temprano, ansioso por ver si Dios había contestado las oraciones de Daniel. Rápidamente corrió a la guarida de los leones y “llamó a gritos a Daniel con voz triste… Daniel, siervo del Dios viviente, el Dios tuyo, a quien tú continuamente sirves, ¿te ha podido librar de la boca de los leones?”(Dn 6, 20).
Esta es todavía la pregunta del momento. Como Darío, el mundo ansia ver un testimonio del poder protector de Dios. Y continuará preguntándonos hasta que Jesús venga, “Oh, Cristiano, te veo sirviendo a Dios fielmente. Ayunas, oras y que testificas de su gloria y poder. Sin embargo, estás en la prueba de tu vida. Dime, ¿te ha sostenido Dios a través de esta circunstancia? ¿Cuál es tu testimonio ahora que estás en la guarida de los leones?
Puedes imaginarte el gozo de Darío cuando oyó la voz de Daniel, respondiendo: “¡Rey, vive para siempre! Mi Dios envió su ángel, el cual cerró la boca de los leones para que no me hicieran daño.”(Dn 6, 21-22). Daniel estaba vivo y muy bien. Sin embargo, no creo que este buen siervo haya dormido tranquilamente aquella noche. Daniel no era un súper humano, ni más que ninguno de nosotros hoy. Y nuestro Dios no espera que actuemos fuera de lo natural cuando enfrentamos esta clase de crisis. Nuestros sentimientos de vacilación durante tales momentos son normales.
En mi opinión, Daniel veló y oró toda la noche. Cada vez que un león bostezó, mostrando sus dientes, Daniel debió clamar silenciosamente, “Aún confío, Señor, y creo que tú cerrarás la boca de este animal.” Se afirmó en su fe. Y las Escrituras nos dicen: “…ninguna lesión se halló en él, porque había confiado en su Dios.” (Dn 6, 23).
Un hombre confió en Dios ante los ojos de los hombres. Y un reino completo fue impactado. La Biblia declara: “El rey Darío escribió a todos los pueblos, naciones y lenguas que habitan en toda la tierra:…De parte mía es promulgada esta ordenanza: Que en todo el dominio de mi reino, todos teman y tiemblen ante la presencia del Dios de Daniel. Porque él es el Dios viviente y permanece por todos los siglos, su reino no será jamás destruido y su dominio perdurará hasta el fin. El salva y libra, y hace señales y maravillas en el cielo y en la tierra; él ha librado a Daniel del poder de los leones.”(Dn 6, 25-27).
¿Entiende lo que estaba diciendo Darío aquí? Él estaba engrandeciendo a Dios, no precisamente por sus maravillas naturales, sino porque él había librado a Daniel de la muerte. Este rey pagano había visto a un creyente que verdaderamente creyó lo que predicó. Y, a su vez, él declaró, “Yo vi a un hombre que mantuvo un testimonio de su Dios. Nunca dudó. Y el Señor lo libró del poder del infierno.”
Existe un lugar en Cristo donde no hay ansiedad acerca del futuro. En este lugar, no hay temor de una súbita calamidad, aflicción o de desempleo. No hay temor de hombre, de fallas, o perder el alma. Este lugar es uno de total confianza en la fidelidad de Dios. El escritor de Hebreos lo llama el lugar del descanso perfecto.
Esta clase de descanso perfecto fue ofrecido a Israel. Pero la duda del pueblo y su incredulidad los mantuvo fuera del descanso de Dios: “…aquellos a quienes primero se les anunció la buena nueva no entraron por causa de incredulidad.”(Hebreos 4:6). Los Israelitas vivieron en constante temor y espanto, siempre esperando que sucedería la próxima crisis. Como resultado, estuvieron desolados en sus pruebas.
Si Israel hubiera entrado en este descanso, la obra de Dios en su pueblo podría haber sido completa. Pero debido a que no fue así, el Señor continua buscando en cada generación por un pueblo que entrará: “Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios”(Hb 4, 9).
Dios nos está diciendo, “Esta oferta de descanso es para ti hoy. Todavía hay un lugar en mí donde toda duda y temor ya no exista más. Es un lugar donde estarás preparado para cualquier cosa que pueda venir.” Su Palabra nos impele: “Temamos, pues, no sea que permaneciendo aún la promesa de entrar en su reposo, alguno de vosotros parezca no haberlo alcanzado”(Hb 4, 1).
Hoy, multitudes del pueblo de Dios nada conocen del descanso en Cristo. Mientras leen reportes horribles en las noticias diarias -reportes de tragedias, calamidades, muertes- se llenan de temor y espanto. La constante oración de ellos es, “Oh, Dios, por favor no me quites a uno de mis seres queridos. Nunca podría sobreponerme al dolor.”
Sin embargo, si descansas en el Señor, no sucumbirás en esta clase de temor. No caerás en pánico o miedo súbito cuando seas golpeado por una crisis inesperada. Y no perderás la esperanza, acusando a Dios de traerte tamaños problemas. Si, soportarás el dolor que es común a cada ser humano. Pero, tendrás descanso en tu alma, porque sabrás que Dios tiene el control de todo lo que te concierne.
Mi esposa, Gwen, tenía 34 años de edad la primera vez que encontraron cáncer en ella. Estábamos devastados cuando recibimos la noticia. Precisamente cuando nos habíamos trasladado nuestra familia a Nueva York para iniciar un ministerio a las pandillas de las calles. Ahora, mientras caminaba las calles predicando a los miembros de pandillas y adictos, tenia que luchar contra las lágrimas de angustia y temor. Pero el Señor continuamente me aseguró, “Yo soy fiel, David. No te abandonaré a ti ni a tus seres queridos.” Dios caminó conmigo a través de esta penosa experiencia de cáncer, y con cada una que le ha seguido.
Sin embargo, el Señor no desea darnos victoria en una sola experiencia. Su meta no es que salgamos de una crisis diciendo: “Gracias, Dios, mantuve mi fe a través de esto.” Si, pudiste lograrlo a través de esa experiencia. Pero, de la misma manera como le ocurrió al victorioso Israel en el Mar Rojo, eventualmente otra prueba vendrá. Y esta puede ser una prueba totalmente diferente.
Vivir en el descanso de Dios es un estilo de vida. Él desea que seamos sostenidos por su paz y confianza en todas nuestras pruebas, sabiendo que nuestro sumo sacerdote es afectado por nuestras calamidades.
No entendamos mal: No estoy hablando acerca de colocarse en un estado de insensibilidad. Muchos profesores de la Nueva Era sostienen que la única manera de soportar las crisis futuras, es endurecer el corazón y neutralizar todo su amor. En cortas palabras, si dejas de preocuparte por la gente, no sufrirás dolor. De esta forma, podrás armarte contra las calamidades de la vida.
Sin embargo, Dios nunca es glorificado cuando sus siervos se adormecen asimismo hasta el punto de quedar aturdidos. Esto no es lo que significa su descanso. Es acerca de aprender a confiar en que él es fiel en sus promesas para nosotros en todas las cosas.
Soy padre de cuatro y abuelo de once. Y puedo decir honestamente, que nunca habría momento en que pueda hacerme a un lado y observar a uno de mis descendientes dolidos, sin querer entrar a su sufrimiento juntamente con ellos. En tales tiempos, he hecho todo lo que he podido para sanarlos y librarlos. Te pregunto, ¿cuánto más nos ama nuestro Padre celestial, que camina con nosotros en nuestras pruebas, y ansia sanar nuestras heridas?
Para entrar en el descanso de Dios, tenemos que renunciar a nuestros propios esfuerzos y sudor. Solamente la fe nos introduce en este perfecto descanso: “Pero los que hemos creído entramos en el reposo.”(Hb 4, 3). Simplemente, decidimos en nuestros corazones creer que Dios es fiel para libertarnos en todas las circunstancias, no importa cuán imposibles puedan parecer.
“Porque el que ha entrado en su reposo, también ha reposado de sus obras, como Dios de las suyas.”(Hb 4, 10). Cuando descansamos en Cristo, ya dejamos de poner una cara de intrépidos en los tiempos de problemas. No inflamos una aceptación falsa de nuestra crisis. Y no nos preocupamos de que podamos rendirnos ante el temor y empezar a cuestionar el amor de Dios. En pocas palabras, nuestra “mentalidad de esfuerzo” ha cesado de manejarnos. Ahora, hemos aprendido simplemente a confiar en el Señor.
¿Cómo desarrollamos esta clase de confianza? Buscamos al Señor en oración, meditamos en su Palabra y caminamos en obediencia. Puedes objetar, “Pero todas esas cosas son obras.” Estoy en desacuerdo. Todos son actos de fe. Mientras observamos estas disciplinas, confiamos en que el Espíritu Santo esta obrando en nosotros, construyendo un estanque de reservas de fortaleza para nuestro tiempo de necesidad. Puede ser que no sintamos como la fortaleza de Dios entra a nosotros o que sintamos su poder formándose en nosotros. Pero, cuando nuestra próxima prueba venga, estos recursos celestiales se manifestaran en nosotros.
Esta es la razón primordial por la que busco al Señor diligentemente - ayunando, orando, estudiando, tratando de obedecer sus mandamientos mediante el poder del Espíritu Santo. No es porque sea un ministro que desea presentarse como ejemplo. Hago estas cosas porque sé que todavía tengo muchas pruebas por delante. Mientras siga sirviendo al Señor, el diablo nunca me dará descanso. Tendré que enfrentar intensos combates, ataques sorpresivos. Y a pesar de todas las victorias y paz que ya he experimentado, siempre necesitaré los recursos celestiales que me ayuden a soportar.
Quiero ser un soldado que está totalmente preparado para el campo de batalla. Y sé que la victoria es ganada mucho antes de que la batalla empiece. Es ganada en el campo de servicio, de entrenamiento o acondicionamiento o preparación. Cuando el enemigo súbitamente viene a mí, necesitaré todas la munición que este disponible. Y esa munición es suplida por la poderosa Palabra de Dios, que yo guardo en mi corazón. Así que, la próxima vez en que el diablo ataque, estoy confiado en que tendré de dónde sacar las reservas. Habré ganado la pelea a solas con Dios, antes de entra al campo de batalla.
¿Es usted un soldado comprometido, creyendo que Dios te está equipando ahora mismo? Si es así, entonces estarás cumpliendo tres requisitos:
Mientras estudias las Escrituras, estás empezando a comprender cuánto Dios te ama. Si no estás convencido de su absoluto amor por ti, no podrás superar cualquier crisis que venga. Y serás convencido de su amor solamente devorando su Palabra.
Nuestro Señor desea que clamemos a él en nuestros tiempos de crisis. Pero la oración durante nuestros tiempos duros y difíciles no es suficiente. Tenemos que buscar a nuestros Padre en los tiempos buenos también. Nuestra fe no debe ser ocasional. Tiene su desarrollo en una constante relación con el Señor.
Estás confiando que Dios no permitirá que enfrentes ninguna prueba sin darte los medios para soportarla.
Si una gran prueba viene sobre ti, no tienes que preocuparte si serás fuerte o desmayarás. Nuestro Padre da la gracia cuando es necesario. Y si has desarrollado una relación íntima y cercana con él, él derramará su perdurable gracia sobre ti cuando la necesites.
Dios te invita a entrar en su reposo - hoy.
Por David Wilkerson, en tscpulpitseries.org/
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