La Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, que tiene lugar este domingo día 16, puede ser útil para reflexionar sobre cómo comunicamos nuestra fe, al hilo de las palabras del Papa Francisco, y de san John Henry Newman
Con el lema “‘Ven y lo verás’ (Jn 1,46). Comunicar encontrando a las personas dónde están y cómo son”, el Papa Francisco anima a “ponerse en marcha, ir a ver, estar con las personas, escucharlas”. La llamada a “ir y ver” es una sugerencia para toda forma de “expresión comunicativa”, dice el Santo Padre, y “es el modo con que se ha comunicado la fe cristiana, a partir de los primeros encuentros en las orillas del río Jordán y del lago de Galilea”.
“La fe cristiana inicia así. Y se comunica así: como un conocimiento directo, nacido de la experiencia, no de oídas”. subraya el Mensaje. “El “ven y lo verás” es el método más sencillo para conocer una realidad. Es la verificación más honesta de todo anuncio, porque para conocer es necesario encontrar, permitir que aquel que tengo de frente me hable, dejar que su testimonio me alcance”.
A continuación, el Mensaje papal se apoya en uno de los sermones de san Agustín, cuando dice: “En nuestras manos hay libros, en nuestros ojos hechos”. “El Evangelio se repite hoy”, prosigue el Vicario de Cristo, “cada vez que recibimos el testimonio límpido de personas cuya vida ha cambiado por el encuentro con Jesús. Desde hace más de dos mil años es una cadena de encuentros la que comunica la fascinación de la aventura cristiana. El desafío que nos espera es, por lo tanto, el de comunicar encontrando a las personas donde están y como son”.
“También el periodismo, como relato de la realidad, requiere la capacidad de ir allá donde nadie va: un movimiento y un deseo de ver. Una curiosidad, una apertura, una pasión”, señala Francisco, quien manifiesta que la red, con sus innumerables expresiones sociales, “puede multiplicar la capacidad de contar y compartir”, pero reconoce “los riesgos de una comunicación social carente de controles” y “fácil de manipular”.
Por tanto, el Papa llama “a una mayor capacidad de discernimiento y a un sentido de la responsabilidad más maduro”, porque “todos somos responsables de la comunicación que hacemos, de las informaciones que damos, del control que juntos podemos ejercer sobre las noticias falsas, desenmascarándolas. Todos estamos llamados a ser testigos de la verdad: a ir, ver y compartir”.
Personalmente, querría en estas líneas dar un paso más, desde una perspectiva profesional y cristiana, teniendo en la mente acontecimientos, seminarios que se suceden estas semanas, y lecturas personales.
El Papa se refiere a las inmensas posibilidades, tan reales, de la tecnología digital. “Potencialmente todos podemos convertirnos en testigos de eventos que de otra forma los medios tradicionales pasarían por alto, dar nuestra contribución civil, hacer que emerjan más historias, también positivas. Gracias a la red tenemos la posibilidad de relatar lo que vemos, lo que sucede frente a nuestros ojos, de compartir testimonios”.
En efecto, es cierto que “en la comunicación, nada puede sustituir completamente el hecho de ver en persona. Algunas cosas se pueden aprender sólo con la experiencia”, advierte el Mensaje; pero no lo es menos, en mi modesta opinión, que tanto en la transmisión de la fe, como en la de informaciones o noticias de actualidad, se requiere un factor clave: la confianza. Confiar en la persona o las personas que transmiten.
La mayoría de las redacciones se componen de gente que busca la información y está en contacto directo con las personas −podríamos denominar testigos directos− , y otros profesionales que la analizan y la transmiten. Todos son necesarios. Y la confianza, el hecho de fiarse unos de otros, tiene una relevancia total.
Nos fiamos de que esos reporteros cuentan de modo fidedigno las cosas, hasta el punto de dar la vida, como ha sucedido con los periodistas David Beriáin y Roberto Fraile, asesinados hace pocos días en Burkina Faso en el ejercicio de su profesión, y a los que los obispos españoles han manifestado en su Mensaje de estos días “nuestro reconocimiento, agradecimiento y oración. Dieron su vida por nuestra libertad”.
La confianza a la que nos referimos se refiere, como es obvio, a la que tuvo Natanael con Felipe cuando éste le dijo: “ven y verás” [“Natanael va y ve, y desde aquel momento su vida cambia”, escribe el Papa Francisco]. Pero también a la de los periodistas y comunicadores en el modo de trabajar en la información y valorarla; la de las personas en su trabajo, en sus relaciones familiares y sociales; o la de estas mismas personas cuando interactúan en las redes sociales o escuchan los mensajes que emiten las instituciones o los políticos. O a la credibilidad de las mismas instituciones, o personas, al emitir sus mensajes. Y es preocupante el deterioro. Cada vez nos fiamos menos, como se está comprobando en estos tiempos de pandemia con la vacunación, pero no sólo en este aspecto.
Es importante revitalizar la confianza, en concreto en los testigos, en los directos que citábamos antes, y en los indirectos, en las instituciones, en las personas. El Congreso “Inspiring trust” (Inspirar confianza), organizado por la Universidad de la Santa Croce en Roma, está hablando precisamente de esto, en un momento en que la desconfianza y la sospecha está afectando a todos, incluida la Iglesia.
En la transmisión de la fe, ya que “todos estamos llamados a ser testigos de la verdad”, como subraya el Papa, quizá venga bien tener en cuenta lo que decía san Pablo VI en Evangelii Nuntiandi: “El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los testigos que a los maestros”. Lo recuerda Mons. Mariano Fazio, vicario auxiliar del Opus Dei, que fue el primer decano de la Facultad de Comunicación Social Institucional en la citada universidad pontificia.
En el capítulo titulado “Ser un influencer”, de su libro “Transformar el mundo desde dentro” (Palabra), Mons. Fazio escribe: “Muchos dirán: pero yo no tengo ni la capacidad, ni los medios, ni las oportunidades para ocupar un puesto influyente en la sociedad. Pero se equivocaría quien pensara así: todos podemos ser influencers en el ámbito en que desarrollamos nuestras actividades cotidianas”.
El autor cuenta que en 1850, John Henry Newman, hoy canonizado, organizó unas conferencias para los católicos de Birmingham. En ellas les urgió “a ser verdaderamente católicos, a profesar su fe sin temores, a formarse doctrinalmente”. “A Newman no le preocupaba tanto lo que pudiera decir The Times o lo que se hablara en las aulas del Parlamento”, señala Mons. Fazio, “sino lo que llamaba la ‘opinión local’, es decir, lo que opinaran los anglicanos de los barrios de las ciudades y de las aldeas sobre sus vecinos católicos. E instaba a estos últimos a tener prestigio allí donde vivieran. El carnicero, el panadero, el peluquero, el vendedor de periódico o la verdulera anglicanos cambiarían de opinión [la Santa Sede había restablecido la Jerarquía católica en Inglaterra y surgió la polémica], al ver lo bueno que eran los católicos ingleses”.
Sobre las señales de la confianza, o cómo se inspira confianza, entre las que se encuentran la integridad o coherencia; la competencia o capacidad profesional; y la benevolencia (desear el bien del otro u otros), asuntos mencionados por el profesor Juan Narbona en el citado webinar “Inspiring trust” desde Roma, hablaremos otro día.
Rafael Miner, en omnesmag.com
Nota a pie de página.- Al que esto escribe, que no es nadie, le preocupa que en los atriles de los templos de su ciudad, con honrosas excepciones, se mencionen escasamente los mensajes del Papa, y tampoco los de los obispos, salvo algún texto oficial sobre aforos en los templos, por ejemplo.
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