El Papa ha explicado en la Audiencia general por qué la oración es decisiva en la Iglesia
Catequesis del Santo Padre en español
La Iglesia es una gran escuela de oración. Muchos hemos aprendido a pronunciar las primeras oraciones estando sobre las rodillas de nuestros padres o abuelos. Quizá conservamos el recuerdo de mamá y papá que nos enseñaban a rezar las oraciones antes de ir a dormir. Esos momentos de recogimiento son a menudo aquellos en los que los padres escuchan de sus hijos alguna confidencia íntima y pueden dar su consejo inspirado en el Evangelio. Después, en el camino del crecimiento, se tienen otros encuentros, con otros testigos y maestros de oración (cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, 2686-2687). Es bueno recordarlos.
La vida de una parroquia y de toda comunidad cristiana está marcada por los tiempos de la liturgia y de la oración comunitaria. Aquel don que en la infancia recibimos con sencillez, nos damos cuenta de que es un patrimonio grande, un patrimonio muy rico, y que la experiencia de la oración merece ser profundizada cada vez más (cfr. ibíd., 2688). El hábito de la fe no es almidonado, se desarrolla con nosotros; no es rígido, crece, también a través de momentos de crisis y resurrecciones; es más, no se puede crecer sin momentos de crisis, porque la crisis te hace crecer: entrar en crisis es un modo necesario para crecer. Y el aliento de la fe es la oración: crecemos en la fe tanto como aprendemos a rezar. Después de ciertos pasajes de la vida, nos damos cuenta de que sin la fe no hubiéramos podido lograrlo y que la oración ha sido nuestra fuerza. No solo la oración personal, sino también la de los hermanos y hermanas, y de la comunidad que nos ha acompañado y sostenido, de la gente que nos conoce, de la gente a la que pedimos rezar por nosotros.
También por eso en la Iglesia florecen continuamente comunidades y grupos dedicados a la oración. Algún cristiano siente incluso la llamada a hacer de la oración la acción principal de su día. En la Iglesia hay monasterios, hay conventos, ermitas, donde viven personas consagradas a Dios y que a menudo se convierten en centros de irradiación espiritual. Son comunidades de oración que irradian espiritualidad. Son pequeños oasis en los que se comparte una oración intensa y se construye día a día la comunión fraterna. Son células vitales, no solo para el tejido eclesial sino para la sociedad misma. Pensemos, por ejemplo, en el papel que tuvo el monacato para el nacimiento y el crecimiento de la civilización europea, y también en otras culturas. Rezar y trabajar en comunidad lleva adelante el mundo. Es un motor.
Todo en la Iglesia nace en la oración, y todo crece gracias a la oración. Cuando el Enemigo, el Maligno, quiere combatir la Iglesia, lo hace primero tratando de secar sus fuentes, impidiéndole rezar. Por ejemplo, lo vemos en ciertos grupos que se ponen de acuerdo para llevar adelante reformas eclesiales, cambios en la vida de la Iglesia… Están todas las organizaciones, los medios de comunicación que informan a todos… Pero la oración no se ve, no se reza. “Tenemos que cambiar esto, tenemos que tomar esta decisión que es un poco fuerte…”. Es interesante la propuesta, es interesante, solo con la discusión, solo con los medios de comunicación, pero ¿dónde está la oración? La oración es la que abre la puerta al Espíritu Santo, que es quien inspira para ir adelante. Los cambios en la Iglesia sin oración no son cambios de Iglesia, son cambios de grupo. Y cuando el Enemigo −como he dicho− quiere combatir la Iglesia, lo hace en primer lugar tratando de secar sus fuentes, impidiéndole rezar, y llevándola a hacer esas otras propuestas. Si cesa la oración, por un momento parece que todo pueda ir adelante como siempre −por inercia−, pero poco después la Iglesia se da cuenta de haberse convertido en un envoltorio vacío, de haber perdido el eje de apoyo, de que ya no posee la fuente del calor y del amor.
Las mujeres y los hombres santos no tienen una vida más fácil que los otros, es más, también tienen problemas que afrontar y, además, a menudo son objeto de oposiciones. Pero su fuerza es la oración, que sacan siempre del “pozo” inagotable de la madre Iglesia. Con la oración alimentan la llama de su fe, como se hacía con el aceite de las lámparas. Y así van adelante caminando en la fe y en la esperanza. Los santos, que a los ojos del mundo suelen contar poco, en realidad son los que lo sostienen, no con las armas del dinero y del poder, de los medios de comunicación, etc., sino con las armas de la oración.
En el Evangelio de Lucas, Jesús hace una pregunta dramática que siempre nos hace pensar: «Cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará la fe sobre la tierra?» (Lc 18,8), ¿o encontrará solo organizaciones, como un grupo de “empresarios de la fe”, todos bien organizados, que hacen beneficencia, muchas cosas…, o encontrará fe? «Cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará la fe sobre la tierra?». Esta pregunta está al final de una parábola que muestra la necesidad de rezar con perseverancia, sin cansarse (cfr. vv. 1-8). Por tanto, podemos concluir que la lámpara de la fe estará siempre encendida sobre la tierra mientras esté el aceite de la oración. La lámpara de la verdadera fe de la Iglesia estará siempre encendida en la tierra mientras esté el aceite de la oración. Es lo que lleva adelante la fe y saca adelante nuestra pobre vida, débil, pecadora, pero la oración la lleva adelante con seguridad. Es una pregunta que los cristianos tenemos que hacernos: ¿rezo? ¿Rezamos? ¿Cómo rezo? ¿Cómo los loros o rezo con el corazón? ¿Cómo rezo? ¿Rezo seguro de que estoy en la Iglesia y rezo con la Iglesia, o rezo un poco según mis ideas y hago que mis ideas se conviertan en oración? Esa es una oración pagana, no cristiana. Repito: podemos concluir que la lámpara de fe estará siempre encendida en la tierra mientras esté el aceite de la oración.
Y esa es una tarea esencial de la Iglesia: rezar y enseñar a rezar. Transmitir de generación en generación la lámpara de la fe con el aceite de la oración. La lámpara de la fe que ilumina, que organiza las cosas realmente cómo son, pero que puede ir adelante solo con el aceite de la oración. De lo contrario se apaga. Sin la luz de esa lámpara no podremos ver el camino para evangelizar, es más, no podremos ver el camino para creer bien; no podremos ver los rostros de los hermanos a los que acercarse y servir; no podremos iluminar la morada donde encontrarnos en comunidad… Sin la fe, todo se derrumba; y sin la oración, la fe se apaga. Fe y oración, juntas. No hay otro camino. Por eso la Iglesia, que es casa y escuela de comunión, es casa y escuela de fe y de oración.
Saludo cordialmente a los fieles de lengua francesa. Hermanos y hermanas pidamos al Señor que infunda su Espíritu sobre las familias cristianas, para que sean iglesias domésticas donde los hijos, a través de la oración, sean formados en un sincero testimonio de vida marcada por la fe, la esperanza y la caridad. ¡Dios os bendiga!
Saludo cordialmente a los fieles de lengua inglesa. Con la alegría de Cristo Resucitado, invoco sobre vosotros y vuestras familias, el amor misericordioso de Dios nuestro Padre. ¡El Señor os bendiga!
Queridos hermanos y hermanas de lengua alemana, en este tiempo de Pascua, dejémonos inspirar por María y por los Apóstoles que estaban reunidos en oración unánime y preparados para la venida del Espíritu Santo. ¡Que la paz del Señor resucitado esté con vosotros!
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Pidamos a Cristo resucitado que nos ayude a mantener encendida la lámpara de la fe, que la renovemos a diario con el aceite de nuestra oración humilde y perseverante, y que nos envíe su Espíritu para poder llevar su Luz a todos. Que Dios los bendiga.
Saludo a todos los queridos oyentes de lengua portuguesa, y espero que las posibles nubes en vuestro camino nunca os impidan irradiar y exaltar la gloria y la esperanza depositadas en vosotros, cantando y alabando siempre al Señor en vuestros corazones, dando gracias al Padre por todo. ¡Que Dios os bendiga!
Saludo a los fieles de lengua árabe. Así como la lámpara necesita aceite para alumbrar, también nuestra fe necesita la oración para poder ver el camino para evangelizar y ver el rostro de nuestros hermanos necesitados. Sin fe todo se derrumba, pero sin oración la fe se apaga, por eso, saquemos siempre nuestra oración del “pozo” inagotable de la Madre Iglesia. ¡El Señor os bendiga a todos y os proteja siempre de todo mal!
Saludo cordialmente a todos los polacos. Os deseo que en este período pascual vuestros hogares se conviertan en escuelas de oración, donde podáis descubrir la presencia de Cristo resucitado. Que Él llene vuestros corazones de sus dones pascuales: paz, esperanza y alegría. Os bendigo de corazón.
Dirijo un cordial saludo a los fieles de lengua italiana. Espero que, en el clima de la alegría pascual, podáis poneros al servicio del Evangelio y de los hermanos.
Mi pensamiento va finalmente, como de costumbre, a los ancianos, jóvenes, enfermos y recién casados. Animo a todos a llevar una existencia generosa, edificada sobre la roca, es decir, sobre Cristo, nuestra única y sólida esperanza. ¡A todos mi bendición!
Fuente: vatican.va / romereports.com
Traducción de Luis Montoya
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