El prelado del Opus Dei nos invita a vivir la Pascua con el gozo de saber que Cristo ha resucitado y haciendo memoria de los motivos de alegría que el Señor nos concede
Queridísimos: ¡que Jesús me guarde a mis hijas y a mis hijos!
En este tiempo de Pascua celebramos el gran motivo de nuestra alegría: ¡Cristo ha resucitado! Además, cada uno tendrá otros motivos para estar alegre: sentirse querido y comprendido por quienes tiene cerca, alguna celebración familiar, una satisfacción en el trabajo, parientes que salen adelante en medio de las dificultades, etc. Todas esas realidades −grandes y pequeñas, tantas veces mezcladas con el límite y el sufrimiento humano− son un don de Dios y nos muestran que la cercanía de Cristo Resucitado en la vida de cada uno también se manifiesta en lo bueno que realizamos o que nos sucede.
Hagamos memoria agradecida de esos momentos, también cuando algo de tristeza quiera asomarse a nuestra alma. La Virgen Santísima, a la que reconocemos como causa de nuestra alegría, nos ayudará a estar contentos y a ser, como deseaba san Josemaría, “sembradores de paz y de alegría”.