El pasado 11 de febrero se ha cumplido el primer centenario del nacimiento de Antonio Millán-Puelles (1921-2005).
Su obra forma parte del patrimonio espiritual español del siglo XX. Aunque quizás el lector apenas sepa nada, o no sepa nada en absoluto, de Millán-Puelles, le haré gracia aquí de resumir la biografía del filósofo, la cual, aun siendo interesante, lo es menos que sus ideas. Sí, Millán-Puelles fue filósofo, lo que significa que se interesó por los asuntos más dispares y nunca fue partidario de la filosofía «pura». Algunos de esos asuntos son de la clase de los que en apariencia solamente interesan a los filósofos, mientras que otros hieren en lo vivo de la más rabiosa y acuciante actualidad. Por supuesto, de esta última es la política, y de la política en la obra de Millán-Puelles van a ocuparse las líneas que siguen.
En 1977, ante las primeras elecciones a Cortes tras la muerte de Franco, se preguntaba: «¿Estamos los españoles preparados para una efectiva convivencia tan divergente o pluralista en las ideas como esencialmente solidaria en el común respeto a las personas?» (diario ABC, 25/05/77). La pregunta venía a cuento, no de cuestionarse la capacidad democrática del pueblo español, sino de la posibilidad próxima del juego sucio. Ante ello, decía nuestro autor: «… si las minorías directivas de los diversos grupos ideológicos practican el juego sucio de la insidia contra sus discrepantes, y si el pueblo llano se divierte con semejante jolgorio, nadie tendrá derecho a sostener que aquí ya somos demócratas; a no ser en el pésimo sentido, que ya denunciara Ortega, de los que hacen de la democracia una “purulenta secreción” de almas resentidas y morbosas. Y si de hecho la democracia autorizara a difamar al prójimo oponente –pretextando que es ésta una facultad de la que todos pueden hacer uso– sería menester decir, sin ninguna clase de reservas, que tal igualitarismo habría alcanzado la más cínica forma de una totalitaria plebeyez». ¿Han cambiado las cosas en 2021?
Recuperar la política
Antes, en 1964, se había referido Millán-Puelles a la idea de la democracia al paso del comentario a un libro de R. Calvo Serer: El lema de Max Beloff, «la máxima representación posible y el mínimo inevitable de coacción», tiene la flexibilidad suficiente para dar cabida a la prudencia y no dejar aislada a la política en los rígidos moldes de un absolutismo utópico. La democracia misma tampoco es un «absoluto». Su existencia requiere determinados presupuestos y condiciones, fuera de los cuales no es posible.
El utopismo de tantos revolucionarios y fanáticos del siglo XIX, y aun del nuestro, consistió en intentar la plena realización del ideal democrático cuando sus condiciones y requisitos faltaban enteramente, o no habían alcanzado el desarrollo y la madurez precisos. Se pretendió implantar la democracia, sin ningún correctivo, donde no había ni el suficiente respeto a la ley, ni la imprescindible base económica equitativamente participada por todos los miembros de la sociedad, ni una adecuada educación cívica, etc., etc.» (en ABC, 18/09/64). Y añadía: «¿Pero es la democracia solamente un efecto de ciertos imprescindibles requisitos o, por el contrario, actúa también de algún modo como causa o concausa de ellos? […] En cualquier caso, como ideal que da sentido a los medios y cauce a la evolución, la democracia es fecunda incluso antes de que las instituciones se hayan ajustado por completo a su espíritu. Lo decisivo es que este exista y se perciba».
«¿Pero es la democracia solamente un efecto de ciertos imprescindibles requisitos o, por el contrario, actúa también de algún modo como causa o concausa de ellos?Antonio Millán-Puelles
La ideología del Estado del bienestar es la dominante en Occidente desde el final de la II Guerra Mundial. En nombre de ella, el Estado ha ofrecido a los ciudadanos seguridad y servicios, pero lo ha hecho en buena medida a base de restarle iniciativa, es decir, libertad y participación en la vida política. Las líneas antes transcritas de Millán-Puelles remiten de nuevo la mirada sobre lo político hacia la sociedad. Un síntoma llamativo del desenfoque resultante de la nueva ideología es la distinción entre lo político y lo social, en la convicción sobreentendida de que la participación política no equivale a la actividad social.
La inmediatez de los acontecimientos genera lucidez
Millán-Puelles llama al protagonismo del ciudadano, de manera que la democracia ha de ser, antes que un régimen o forma de lo político, una mentalidad social. Es la democracia la idea de que el protagonista de la vida política es la de la sociedad, la cual estriba, no tanto en sus asambleas o en la actividad de sus representantes, sino en la esforzada actuación de las madres de familia, de los labradores, de los mecánicos, de los empresarios, etc., etc. En esto consiste esencialmente la libertad política: en la capacidad de cada ciudadano para contribuir por sí mismo al bien común.
Ese Estado del bienestar que tiende a suplantar la iniciativa ciudadana bien se puede llamar «socialismo», aunque en un sentido muy específico de este término. «La iniciativa privada –dice nuestro filósofo– ha sido objeto de críticas de todo tipo a lo largo de la historia. Algunas de ellas han llegado a tener un carácter propiamente ideológico y han cristalizado en una fórmula que globalmente se designa con el nombre de idea socialista o socialismo, en su nivel más corto» (Obras completas, XII, p. 442). No se piense que en estas palabras queda retratado solamente el progresismo de izquierdas; el de derechas no se queda corto (a los hechos me remito).
Una mirada que sobrevuele la inmediatez de los acontecimientos genera lucidez, eso que parece molestar tanto a políticos, periodistas y grandes empresarios.
José J. Escandell, en eldebatedehoy.es/noticia/sociedad
Introducción a la serie sobre “Perdón, la reconciliación y la Justicia Restaurativa” |
San Josemaría, maestro de perdón (1ª parte) |
Aprender a perdonar |
Verdad y libertad |
El Magisterio Pontificio sobre el Rosario y la Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae |
El marco moral y el sentido del amor humano |
¿Qué es la Justicia Restaurativa? |
“Combate, cercanía, misión” (6): «Más grande que tu corazón»: Contrición y reconciliación |
Combate, cercanía, misión (5): «No te soltaré hasta que me bendigas»: la oración contemplativa |
Combate, cercanía, misión (4) «No entristezcáis al Espíritu Santo» La tibieza |
Combate, cercanía, misión (3): Todo es nuestro y todo es de Dios |
Combate, cercanía, misión (2): «Se hace camino al andar» |
Combate, cercanía, misión I: «Elige la Vida» |
La intervención estatal, la regulación económica y el poder de policía II |
La intervención estatal, la regulación económica y el poder de policía I |