Hasta para recibir regalos hay que saber. Nada es gratis. El secreto es el agradecimiento
Soy muy bueno recibiendo regalos. Es mi especialidad. Hay quienes son extraordinarios regalando, como mi mujer. El día de Reyes, por tanto, es más mi día. A estas alturas, los Reyes Magos se encargan ya de todo, y el arte de regalar lo analizaremos en otra ocasión. Siendo mañana el día en que se reciben tantos regalos, déjenme que les dé algunos consejos de utilidad pública sobre el difícil arte de ser regalado.
Es absolutamente oportuno que el artículo salga hoy, día de la tensa víspera, porque el quid de las celebraciones está en anticiparse. Lo hemos comprobado estos días: Nochebuena antes de Navidad, Nochevieja antes de Año Nuevo. En la misma línea, hoy, Noche de Reyes…
Se impone un sabio control de las expectativas. Si se pone usted a imaginar esos regalos que va a recibir seguro porque le hacen tanta ilusión que no los ha escrito en la carta de los Reyes Magos de lo evidentes que eran…, malo. Se lo digo ya. Huele a carbón, siquiera psicológico. La carta de los Reyes Magos, con su cartero real y toda la pesca, es parte de la tradición por algo. Sus Majestades son Magos, no nigromantes ni adivinos ni hechiceros.
Déjese de imaginaciones, y tire de memoria. Sopese −aunque esta sociedad que nos engorda también sentimentalmente nos mime y nos mienta− lo poco que se merece usted nada. Sólo alcanza la maestría en recibir regalos quien sabe que no tiene el más mínimo derecho a recibirlos. Si recapacita, cuando lleguen mañana por la mañana, entenderá mucho mejor lo gratuito del suceso, que nace de la milagrosa bondad de quien los hace y no de su historial de méritos.
El secreto es el agradecimiento. Hágalo público.
No se ponga a comentar del color del jersey que otro le hubiese gustado un poco más, o el precio de nada (¡son regalos y los han traído los Reyes Magos!), o ni siquiera su inmediata utilidad. Los regalos no son gratis, y el trabajo del regalado consistirá en encontrarles su acomodo perfecto: en leerse los libros, en usar esa bata, en utilizar ese extraño gadget.
Todo eso se andará. Pero lo importante (tan importante como para que se empiece a practicar un día antes) es el toque maestro del arte de ser regalado, esto es, la ilusión de usted, su alborozo. Su entusiasmo es el complemento imprescindible de cualquier regalo. Un artista del recibir lo sabe, y se convierte en un foco (subrepticio) de felicidad contagiosa. Media fiesta de mañana depende su alegría.