Jaime Nubiola presenta veinte pensadores y pensadoras del pasado reciente con grandes mensajes para seguir pensando hoy
La obra de Nubiola, Pensadores de frontera es un libro contracorriente. Nuestra cultura ha evolucionado hacia la simplificación. Mientras el mundo se hace cada vez más complejo, las herramientas para comprenderlo se simplifican al máximo. Etiquetas, mensajes breves, dispersión, tecnologías que funcionan como disolventes de la atención, han convertido el pensamiento en una clasificación de categorías simples, que permiten al que comunica encerrar en casillas estrechas a los autores y pensadores, y reducir la realidad cultural a un esquema maniqueo. Creyentes y ateos, rojos y azules, buenos y malos, hipertensos e hipotensos. Nubiola explora en este libro las zonas de frontera del pensamiento, ese lugar en el que los grandes de la filosofía han tanteado en la oscuridad, o en la luz cegadora, en la búsqueda de un puente entre lo real físico y lo trascendente, entre la razón y la fe. Y lo hace de una forma que cualquier iletrado puede seguir su exposición y asimilar sus razonamientos.
Pensadores que tienen puentes
Pensadores de frontera analiza el pensamiento de veinte autores. Todos son autores conocidos. Hay en cada caso un perfil biográfico que nos ayuda a situar al pensador en su tiempo. Todos son autores que han tendido puentes, que «abren caminos que nos ayudan a cada uno de nosotros a pensar más y quizá a acercarnos a Dios», pensadores que han articulado la relación entre la ciencia y la religión.
La idea de la que parte el tomo firmado por Jaime Nubiola son las palabras de Juan Pablo II en la Universidad Complutense en la mañana del 3 de noviembre de 1982: «La síntesis entre cultura y fe no es solo una exigencia de la cultura, sino también de la fe. Una fe que no se hace cultura es una fe no plenamente acogida, no totalmente pensada, no fielmente vivida».
Hannah Arendt
Vamos con algunos de ellos para que el lector tenga ejemplos sobre los que valorar si merece la pena comprar y leer este libro. La respuesta de quien escribe esta reseña es un si rotundo. Hannah Arendt, una de las pensadoras más influyentes del siglo XX. Era de origen judío, pero no era religiosa, no creía en Dios, al menos a la manera tradicional. Pero era una mujer de fe, fe en la razón, fe en la humanidad y fe en el mundo.
Arendt pensaba que el hombre era capaz de encarnar la maldad, pero esa maldad humana no proviene del cálculo y del pensamiento sino precisamente de la falta de reflexión y de la superficialidad. Arendt deja siempre la puerta abierta a la trascendencia. «Lo que Arendt hace en sus escritos es preparar el terreno para que quepa Dios. En un mundo donde el hombre es malo y su razón también lo es, Dios no puede existir. Dios existe cuando el hombre se comprende a si mismo como lo que es, cuando se sabe poseedor de grandes capacidades y a la vez capaz de los más grandes horrores, cuando pone confianza en si y a la vez deja espacio para el misterio que lo supera».
En la frontera de Wittgenstein
Y en la frontera con otros pensadores. Como Albert Camus, según Hannah Arendt «el mejor hombre que tiene Francia», el Camus que escribe que a menudo lee que le declaran ateo, palabra que para él no significa nada. «En todo sufrimiento, escribe Camus, hay un resplandor excelso de eternidad». En el libro se dialoga también con Dostoievski, buscador de Dios y de la belleza, con Van Gogh, que busca los colores de Dios. Pensador para Nubiola no es solo el filósofo. Pensadores somos todos. Unos expresan su pensamiento con la pintura, otros con la literatura.
En la obra del profesor Nubiola rastreamos el origen de algunas de las corrientes de pensamiento actuales, como el ecologismo, fundado por Thoreau en su exilio de Walden, cuando se siente uno con la naturaleza. Nos presenta biografías estremecidas por la búsqueda de Dios, como la de Etty Hillesum, que encuentra la trascendencia en los barracones de los campos nazis (Auschwitz) en los que morirá: «Dentro de mi hay un pozo muy profundo. Y dentro está Dios. A veces me es accesible, pero a veces hay piedras y escombros taponando ese pozo y entonces Dios está enterrado. Hay que desenterrarlo de nuevo».
La pasión solidaria por la verdad
Otras veces el autor llega a un pensador a través de su obra como en el caso de Imre Kertész, del que comenta su última obra: La última posada. En el libro hay capítulos para Antonio Machado, para Franz Kafka, para C. S. Lewis, para María Zambrano, para MacIntyre, Simone Weil y para Ludwig Wittgenstein, ese pensador que afirmó: «no soy un hombre religioso pero no puedo dejar de ver cada problema desde un punto de vista religioso».
Una de las grandes ideas que sostienen este repaso por los pensadores que han vivido en ese mundo de los límites, de la frontera, es la idea de Alejandro Llano de que «la pasión por la verdad es radicalmente solidaria. La idea de que se pudiera avanzar en solitario hacia la posesión del conocimiento es una ficción ilustrada y un mito romántico. El verdadero saber se recibe de otros y se entrega a otros, se comparte en una comunidad viva que de continuo ensaya y rectifica, aplica e inventa, arriesga lo ya logrado para abrir una brecha hacia territorios aún por roturar. La Universidad es una escuela de solidaridad».