Con el enamoramiento se vislumbra lo que puede llegar a ser el amor, si se cuida y se "trabaja". Si no, se irá debilitando y marchitando...
Este post lo escribo repensando algunas ideas, en el arte de cuidar el amor de pareja, origen y fuente de la familia. Lo ilustro con la chimenea de los abuelos, ahora que acaba de irse al cielo el que nos "quedaba", pero sabiendo que nos va a ayudar más desde allí... Y nos ha dejado el ejemplo de una vida con poso, esforzada y coherente, llena de cariño, servicio abnegado y generosidad: ¡de vida!
Pongo también de complemento algún texto extraído de la "Amoris Laetitia".
Como hemos visto muchas veces, el amor es un gran regalo: "el regalo esencial". Sin embargo, algo vivo que necesita de nuestro cuidado y mimo para crecer. Con el enamoramiento se vislumbra lo que puede llegar a ser, si se cuida y se "trabaja". Si no, se irá debilitando y marchitando...
Hay que procurar amar cada día más y mejor, para no acabar amando menos y peor, y destruir ese amor.
"Trabajar" ese amor cada día con pequeños gestos y atenciones que lo reaviven. En los momentos buenos, y en los menos buenos, o incluso en los más difíciles, como los que vivimos por la pandemia.
El "sí" incondicional es la forma de hacer de ese enamoramiento algo estable que nos dé su energía y su calor en todas las circunstancias de la vida. Nos da libertad para centrarnos en lo importante: querer de veras a la otra persona.
El amor es "don de sí a los demás", en concreto a quien elegimos para compartir la vida; y fruto de él son la comprensión y el perdón.
Vamos a ir viendo unos "tips" imprescindibles en ese camino de aprender a amar más y mejor a la persona que nos ilumina todo el universo... Para luego, intentar hacerlos vida: luchando por hacerlo más y más real. Nacimos para amar y ser amados. El resto pasa, el amor permanece.
La confianza es la base del trato personal, y mucho más del amor. Confiar en la otra persona sin límites, ver sus cualidades y fortalezas, sus buenas intenciones, su esfuerzo por querer y alegrar la vida. Además, permite luchar por dar lo mejor de sí, pensando en el ser querido.
"La confianza hace posible una relación de libertad. No es necesario controlar al otro, seguir minuciosamente sus pasos, para evitar que escape de nuestros brazos. Esa libertad... permite que la relación se enriquezca y no se convierta en un círculo cerrado y sin horizontes... Al mismo tiempo, hace posible la sinceridad y la transparencia, porque cuando uno sabe que los demás confían en él y valoran la bondad básica de su ser, entonces sí se muestra tal cual es, sin ocultamientos".
Es mucho mejor y más eficaz ser buscador de talentos, que cazador de defectos... Confiar y ¡dar libertad!
"El verdadero amor valora los logros ajenos, no los siente como una amenaza, y se libera del sabor amargo de la envidia. Acepta que cada uno tiene dones diferentes y distintos caminos en la vida".
Son "frutos del amor". Comprender es más que entender con la inteligencia: es abarcar con el corazón, abrazar al otro interiormente. Ver lo mejor de él, disculpar pequeños errores, y dejar siempre una salida honrosa...
"Los esposos que se aman y se pertenecen, hablan bien el uno del otro, intentan mostrar el lado bueno del cónyuge más allá de sus debilidades y errores. En todo caso, guardan silencio para no dañar su imagen... No es la ingenuidad de quien pretende no ver las dificultades y los puntos débiles del otro, sino la amplitud de miras de quien coloca esas debilidades y errores en su contexto".
"Algo ignorado en tiempos de relaciones frenéticas y superficiales". Debemos ponerla en valor, ahora, más si cabe, ante tanto sufrimiento que estamos viviendo. El trato personal es de vital importancia, debido a la grandeza de cada persona. Poner el corazón, mostrar ternura. Algo tan valioso, por el mismo hecho de ser persona.
¿Cómo descubrirla y aprenderla?: ver la relación de una madre con su hijo pequeño... Cómo se "deshace" en cariño para que se sienta a gusto, muy querido. Sin pensar apenas en ella. Y muchos padres, que hacen otro tanto con los hijos, con su esposa... Y ella con él.
La esencia del amor es centrase en el ser querido, cambiar la perspectiva del yo, hacia el tú del otro. Como ya señalara Tomás de Aquino, "es más propio del amor, amar, que ser amado".
"Quien ama, no sólo evita hablar demasiado de sí mismo, sino que además, porque está centrado en los demás, sabe ubicarse en su lugar sin pretender ser el centro".
"Hay que evitar darle prioridad al amor a sí mismo como si fuera más noble que el don de sí a los demás... El amor puede ir más allá de la justicia, y desbordarse gratis, sin esperar nada a cambio."
Alcanzar el vivir para ti..., como señala Torelló.
Confiar en la otra persona, dejarle espacios vitales para que pueda ser a fondo quien es, porque es la única manera en que podrá mejorar, con la ayuda de nuestro cariño. Contar con el factor tiempo, con paciencia...
"Tener paciencia no es dejar que nos maltraten continuamente, o tolerar agresiones físicas, o permitir que nos traten como objetos. El problema es cuando exigimos que las relaciones sean celestiales o que las personas sean perfectas, o cuando nos colocamos en el centro y esperamos que sólo se cumpla la propia voluntad. Entonces todo nos impacienta, todo nos lleva a reaccionar con agresividad... El amor tiene siempre un sentido de profunda compasión que lleva a aceptar al otro como parte de este mundo, también cuando actúa de un modo diferente al que yo desearía".
El que ama de veras se pone al servicio del ser amado para ayudarle a lograr su mejor personalidad: lo mejor de él, con sus cualidades singulares y su forma de ser, específica, ¡única! Es un amigo incondicional.
"La paciencia... no es una postura totalmente pasiva, sino que está acompañada por una actividad, por una reacción dinámica y creativa ante los demás. Indica que el amor beneficia y promueve a los demás. Por eso se traduce como servicial". La vida no sirve si no se sirve..., porque se "mide" desde el amor.
El optimismo es lo propio de la persona: buscar lo mejor de cada uno, tender a su mejor versión, pensando en los que nos rodean. No es ser ingenuo, ni pretender lo que uno no puede hacer, sino apuntar a lo mejor de sí, partiendo de esa singularidad.
Con las motivaciones adecuadas para lograrlo, con empeño e ilusión. Con esperanza, que es la cualidad del caminante que sabe que va a llegar a la meta... Cueste lo que cueste. Con la ayuda de la persona querida: es una misión ¡para dos!
"Siempre espera que sea posible una maduración, un sorpresivo brote de belleza, que las potencialidades más ocultas de su ser germinen algún día. No significa que todo vaya a cambiar en esta vida. Implica aceptar que algunas cosas no sucedan como uno desea, sino que quizás Dios escriba derecho con las líneas torcidas de una persona y saque algún bien de los males que ella no logre superar en esta tierra".
El perdón es fruto del amor. Algo de veras imprescindible en cualquier relación. Mucho más en el amor de pareja. Es un bálsamo necesario para sanar heridas. A veces se sufre más, precisamente porque se le quiere, y duele más, aunque no sea una gran afrenta...
El perdón, como señala Jutta Burggraf, pone un punto y final en esas acciones, y en sus consecuencias, y permite un nuevo comienzo en los dos: una página en blanco. "¡Nunca dejar que se ponga el sol estando enfadados!"
"Si permitimos que un mal sentimiento penetre en nuestras entrañas, dejamos lugar a ese rencor que se añeja en el corazón... La tendencia suele ser la de buscar más y más culpas, la de imaginar más y más maldad, la de suponer todo tipo de malas intenciones, y así el rencor va creciendo y se arraiga. De ese modo, cualquier error o caída del cónyuge puede dañar el vínculo amoroso y la estabilidad familiar. El problema es que a veces se le da a todo la misma gravedad, con el riesgo de volverse crueles ante cualquier error ajeno. La justa reivindicación de los propios derechos se convierte en una persistente y constante sed de venganza más que en una sana defensa de la propia dignidad".
Desde el "sí quiero", la otra persona es parte de nuestro corazón; o más bien todo nuestro corazón. La crítica interna, la murmuración, el desprecio, hacen daño al que lo practica, aunque no sea consciente. Si sucede alguna vez, es preciso desterrarlo antes de que emponzoñe el corazón. No sirve de nada constructivo. Si se tiene algún reproche, después de pensarlo fríamente y con calma, se le dice a la cara con delicadeza y cariño. Nunca murmurando.
Sin "una reacción interior de indignación provocada por algo externo. Se trata de una violencia interna, de una irritación no manifiesta que nos coloca a la defensiva ante los otros, como si fueran enemigos molestos que hay que evitar. Alimentar esa agresividad íntima no sirve para nada. Solo nos enferma y termina aislándonos. La indignación es sana cuando nos lleva a reaccionar ante una grave injusticia, pero es dañina cuando tiende a impregnar todas nuestras actitudes ante los otros".
Para terminar, unas palabras sobre la familia, consecuencia del amor de los esposos, fructificado y concretado en ese "santuario del amor y de la vida".
La creación de una persona, mediante ese acto de amor maravilloso de los esposos, su crecimiento y educación, es algo sagrado para ellos. Nadie puede arrebatárnoslo. Y es reflejo del poder creador de Dios, que nos ha hecho a su imagen: libres, ¡capaces de amar!
Tenemos la misión de custodiar y hacer crecer ese amor, de acogerlo y estimularlo, de desarrollarlo y engrandecerlo: que despliegue todo su potencial. Lo que está llamado a ser.
En cada familia podemos tener de referencia y modelo a "la Familia de Nazaret, con su cotidianidad hecha de cansancios y también de pesadillas..." "Vivir con coraje y serenidad los desafíos de la familia, tristes y entusiasmantes", con ilusión y optimismo, para acometer ese desafío del amor, que Dios mismo nos lanza, día a día...
María José Calvo, en optimistaseducando.blogspot.com.
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