Hace pocos días se cumplieron 100 años del nacimiento de Karol Wojtyla, luego Papa (y santo) Juan Pablo II. Un Papa procedente de otro continente, con otro modo de ser, en una época diferente… permite caer en la cuenta de una admirable y enriquecedora continuidad en los pontificados
“Hace cien años el Señor visitó a su pueblo: envió un hombre, lo preparó para ser obispo y guiar a la Iglesia”. Con estas palabras ha concluido el Papa Francisco el largo periodo de las Misas en directo desde Santa Marta: una excepción, que ha durado más de dos meses, a su propósito del inicio del pontificado de que sus Misas cotidianas no fueran públicas. Y, en efecto, hasta el 9 de marzo de 2020 era imposible tener el texto completo de las homilías de Casa Santa Marta: había solo una síntesis al final de la mañana.
Las palabras que he recogido al comienzo, sin embargo, no han sido pronunciadas en la residencia donde habita Bergoglio, sino en el altar donde reposan los restos mortales de san Juan Pablo II, y a él aludían.
Son del 18 de mayo de 2020, y ese día eran los cien años del nacimiento Karol Wojtyła, además de, por pura coincidencia, la reanudación en Italia de las Misas con pueblo. El Papa que está haciendo todo lo posible por crear puentes entre el norte y el sur del mundo tomaba así el testigo del Papa que hizo caer el muro entre el este y el oeste. Se ha manifestado una vez más la continuidad de la Iglesia en su diversidad. En la JMJ de 2020 en Roma, el Papa polaco había dicho a los jóvenes: “Veo en vosotros a los centinelas de la mañana”. Karol Wojtyła pensaba que eran necesarios centinelas, jóvenes en pie, dispuestos, en vigilia, en espera, porque el grano del mundo del tercer milenio estaba allí para florecer.
El Papa Bergoglio por su parte, en la JMJ de 2016 que celebró precisamente en Polonia, había dicho: “En este mundo guerra hace falta fraternidad; hace falta cercanía; hace falta diálogo; hace falta amistad”. Había sucedido que, como dice el Evangelio, además de las yemas del grano había despuntado las de la hierba. En 2016, los jóvenes habían llegado con el miedo a los atentados; todos nosotros tenemos miedo del Covid19 y de la crisis que llegará; y para afrontarla sentimos la necesidad de fraternidad, de diálogo y de amistad. Por eso estaremos unidos a Cristo a través del Papa, sea cual sea: venga de Polonia o de Argentina.