Monseñor Ocáriz, nos redescubre un tesoro que tenemos diariamente entre las manos con nuestro trabajo “todo cristiano es iglesia” y, a pesar de las propias limitaciones, en unión con Jesucristo puede llevar el amor de Dios “al torrente circulatorio de la sociedad”
El pasado primero de mayo, Día Internacional del Trabajo y festividad de San José Obrero, Mons. Fernando Ocáriz, publicó en varios medios de prensa del mundo el artículo titulado “El trabajo de cuidar al mundo”. Su visión sobre la relación entre trabajo, desde una perspectiva sobrenatural y los actuales oficios directamente relacionados con la salud; médicos, enfermeras, personal administrativo, y muchos etcéteras, ayudan a comprender que somos testigos, al menos desde las redes sociales, de verdaderos actos heroicos, que nos pueden parecer de lo más ordinarios y cotidianos.
Concretamente apunta: “En la respuesta a la pandemia, resaltan sobre todo las profesiones relativas al cuidado de las personas. Palabras relacionadas con “cuidar” ocupan los titulares: acompañar, llorar, proteger, escuchar… Esta situación nos hace pensar sobre el “para qué” y el “hasta dónde” de cualquier trabajo”.
Vienen a mi memoria ejemplos actuales, heroicos como el del sacerdote, Giuseppe Berardelli en Italia que cedió su respirador a un paciente joven que logró sobrevivir al coronavirus o del capellán −ingeniero− del Hospital de Cuidados Laguna Madrid, don José Ruiz, que “encadenó su muerte a la de su amigo Fermín, viudo hace un mes, y fallecido por coronavirus”. Seguramente estas historias van a multiplicarse, mostrando como dice don Fernando Ocáriz “la crisis del coronavirus ha puesto más de relieve: que en el mundo hay tantísimas personas buenas”; y es que seguramente usted y yo, nos acostumbramos a ver cientos de enfermeras que caminan con su uniforme blanco o celeste en las calles de Tegucigalpa o son compañeros de asiento del “colectivo”. Tal vez no es noticia, pero sí, efectivamente Honduras está llena de tantísimas personas buenas.
Pero no todos nos podemos dedicar a cuidar enfermos en el Seguro Social o en el Hospital Escuela. Policías, electricistas, albañiles, pescadores, agricultores, cuidadores, periodistas, empresarios, vendedores de “charamuscas”, todas y todos, con nuestro trabajo, hecho con el mejor empeño y perfección humana, tenemos que convertirnos en “cuidadores del mundo”. Así lo afirma Ocáriz: “Todo trabajo noble es reconducible, en última instancia, a la tarea de “cuidar personas”. Cuando procuramos trabajar bien y en apertura al prójimo, nuestro trabajo, cualquier trabajo, adquiere un sentido completamente nuevo y puede hacerse camino de encuentro con Dios”.
Cuida y salva vidas, el maestro que prepara una clase para darla en “Zoom”, la madre de familia que ahora tiene que cumplir con sus deberes domésticos, con la casa llena de “estorbos” que generalmente ensucian o desordenan sin cansancio. También cuida enfermos el bodeguero de almacenaje de cosas que no le pertenecen, o el que asiste a personas en otros países, a través del call center.
Y monseñor Ocáriz, nos redescubre un tesoro que tenemos diariamente entre las manos con nuestro trabajo “todo cristiano es iglesia” y, a pesar de las propias limitaciones, en unión con Jesucristo puede llevar el amor de Dios “al torrente circulatorio de la sociedad”, en una imagen que usaba San Josemaría Escrivá, que predicó el mensaje de la santidad a través del trabajo profesional. También con nuestro trabajo y nuestro servicio podemos hacer presente el cuidado de Dios hacia cada persona”.
Aprovechemos esta condición de confinamiento para salvar y curar a través de nuestro trabajo bien hecho y ofrecido a Dios por los demás, pongámonos nuestro uniforme blanco. Y feliz Día de las Madres.