El Papa ha concluido hoy sus catequesis dedicadas a las bienaventuranzas, con la octava de ellas: “Bienaventurados los perseguidos por la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos”
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy concluimos las catequesis dedicadas a las bienaventuranzas, y lo hacemos con la última de ellas que proclama la alegría que viene de la persecución a causa de la justicia. Esta bienaventuranza culmina un camino, que es el que conduce de una vida según este mundo a la de Dios, de una vida guiada por el egoísmo a la del Espíritu.
El mundo con sus ídolos y con sus estructuras de pecado no puede permitir un estilo de vida según el Espíritu de la verdad, por lo que rechaza la enseñanza del Evangelio, tachándola como un problema que se debe desechar y arrinconar. Esto muestra que la persecución lleva a la liberación interior, que rompe con las ataduras del mundo, produciendo una gran alegría, porque se ha encontrado un verdadero tesoro mucho mayor al que puede ofrecer el mundo. Por eso, tenemos que recordar a tantos cristianos, hermanos nuestros, que sufren persecución en diferentes partes del mundo. Ellos necesitan nuestra oración y experimentar nuestra cercanía.
La bienaventuranza que hoy meditamos no debe leerse en clave victimista. De hecho, no todo desprecio de los hombres es sinónimo de persecución. Jesús nos dice que somos «sal de la tierra», y llama nuestra atención ante el peligro de “perder el sabor”, porque no serviría más que para tirarla fuera y que la pisotee la gente. El cristiano está llamado a vivir el espíritu de las bienaventuranzas y que toda su vida haga gustar a los demás el buen sabor de Cristo y del Evangelio.
Con la Audiencia de hoy concluimos el recorrido por las Bienaventuranzas evangélicas. Como hemos escuchado, en la última se proclama la alegría escatológica de los perseguidos por la justicia. Esta bienaventuranza anuncia la misma felicidad que la primera: el reino de los cielos es de los perseguidos como lo es de los pobres de espíritu: comprendemos así haber llegado al término de un camino unitario desentrañado en los anuncios precedentes.
La pobreza de espíritu, el llanto, la mansedumbre, la sed de santidad, la misericordia, la purificación del corazón y las obras de paz pueden llevar a la persecución a causa de Cristo, pero esa persecución al final es causa de alegría y de gran recompensa en los cielos. El sendero de las Bienaventuranzas es un camino pascual que conduce de una vida según el mundo a la que es según Dios, de una existencia guiada por la carne –es decir, por el egoísmo– a la guiada por el Espíritu.
El mundo, con sus ídolos, sus compromisos y sus prioridades, no puede aprobar ese tipo de existencia. Las “estructuras de pecado”[1], a menudo producidas por la mentalidad humana, tan extrañas como son al Espíritu de verdad que el mundo no puede recibir (cfr. Jn 14,17), no pueden sino rechazar la pobreza o la mansedumbre o la pureza y declarar la vida según el Evangelio como un error y un problema, o sea como algo que marginar. Así piensa el mundo: “Esos son idealistas o fanáticos…”. Así piensan ellos.
Si el mundo vive en función del dinero, quien demuestre que la vida puede realizarse en el don y en la renuncia se convierte en un fastidio para el sistema de la codicia. Esta palabra “fastidio” es clave, porque el solo testimonio cristiano, que hace tanto bien a tanta gente que lo sigue, molesta a los que tienen una mentalidad mundana. Lo viven como un reproche. Cuando aparece la santidad y surge la vida de los hijos de Dios, en esa belleza ha algo de incómodo que llama a una toma de posición: o dejarse cuestionar y abrirse al bien o rechazar esa luz y endurecer el corazón, incluso hasta la oposición y al ensañamiento (cfr. Sb 2,14-15). Es curioso, llama la atención ver que, en las persecuciones de los mártires, crece la hostilidad hasta el ensañamiento. Basta ver las persecuciones del siglo pasado, de las dictaduras europeas: cómo se llega al ensañamiento contra los cristianos, contra el testimonio cristiana y contra la heroicidad de los cristianos.
Pero eso muestra que el drama de la persecución es también el lugar de la liberación del sometimiento al éxito, a la vanagloria y a los compromisos del mundo. ¿De qué se alegra quien es rechazado por el mondo por causa de Cristo? Se alegra de haber hallado algo que vale más que el mundo entero. «Porque, ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida?» (Mc 8,36). ¿Qué ventaja hay ahí?
Es doloroso recordar que, en este momento, hay muchos cristianos que padecen persecuciones en varias zonas del mundo, y debemos esperar y rezar que cuanto antes su tribulación se detenga. Son tantos: los mártires de hoy son más que los mártires de los primeros siglos. Expresemos a esos hermanos y hermanas nuestra cercanía: somos un único cuerpo, y esos cristianos son los miembros sangrantes del cuerpo de Cristo que es la Iglesia.
Pero debemos estar atentos también a no leer esta bienaventuranza en clave victimista, autocompasiva. Pues no siempre el desprecio de los hombres es sinónimo de persecución: justo poco después Jesús dice que los cristianos son la «sal de la tierra», y pone en guardia del peligro de “perder el sabor”, de lo contrario la sal «no vale más que para tirarla fuera y que la pisotee la gente» (Mt 5,13). Así pues, hay también un desprecio que es culpa nuestra, cuando perdemos el sabor de Cristo y del Evangelio.
Hay que ser fieles al sendero humilde de las Bienaventuranzas, porque es lo que lleva a ser de Cristo y no del mundo. Vale la pena recordar el camino de San Pablo: cuando pensaba que era justo, en realidad era un perseguidor, pero cuando descubrió que era un perseguidor, se convirtió en un hombre de amor, que afrontaba alegremente los sufrimientos de la persecución que padecía (cfr. Col 1,24).
La exclusión y la persecución, si Dios nos concede esa gracia, nos hacen parecernos a Cristo crucificado y, al asociarnos a su pasión, son la manifestación de una nueva vida. Esa vida es la misma de Cristo, quien por nosotros los hombres y por nuestra salvación fue “despreciado y rechazado por los hombres” (cfr. Is 53,3; Hch 8,30-35). Acoger su Espíritu puede llevarnos a tener tanto amor en nuestros corazones que ofrezcamos la vida por el mundo sin compromisos con sus engaños y aceptando su rechazo. Los compromisos con el mundo son el peligro: el cristiano siempre está tentado a hacer compromisos con el mundo, con el espíritu del mundo. Eso −rechazar los compromisos y seguir el camino de Jesucristo− es la vida del Reino de los cielos, la alegría más grande, la verdadera alegría. Y luego, en las persecuciones siempre está la presencia de Jesús que nos acompaña, la presencia de Jesús que nos consuela y la fuerza del Espíritu que nos ayuda a avanzar. No nos desanimemos cuando una vida coherente con el Evangelio atrae la persecución de la gente: está el Espíritu para apoyarnos en ese camino.
Me alegra saludar a los fieles de lengua francesa. El viernes próximo se celebra la fiesta de San José Obrero: por su intercesión, encomiendo a la misericordia de Dios a las personas afectadas por el desempleo a causa de la actual pandemia. Que el Señor sea la Providencia de todos los necesitados y nos anime a ayudarles. Dios os bendiga.
Saludo a los fieles de lengua inglesa conectados a través de los medios de comunicación. Con la alegría de Cristo Resucitado, invoco sobre vosotros y vuestras familias el amor misericordioso de Dios nuestro Padre. El Señor os bendiga.
Saludo de corazón a los fieles de lengua alemana. Que el poder de Cristo Resucitado, del que somos miembros, mantenga siempre viva en nosotros la alegría del Evangelio y la fuerza de ser veraces testigos. El Señor os acompañe con su paz.
Saludo cordialmente a los fieles de lengua española que siguen esta catequesis a través de los medios de comunicación social. Los animo a seguir la senda de las bienaventuranzas, haciéndolas vida con quienes tienen cerca y sufren, de modo particular en estos momentos de adversidad y dificultad. El Señor les concederá experimentar, en medio de las circunstancias que les toca vivir, una gran alegría y paz interior. Que Dios los bendiga.
Saludo a los oyentes de lengua portuguesa. Encomiendo al buen Dios vuestra vida y la de vuestros familiares. Rezad también vosotros por mí. Animo a vuestras familias a reunirse diariamente para el rezo del Rosario bajo la mirada de la Virgen Madre, para que en ellas no se agote el aceite de la fe y de la alegría, que mana de la vida de cuantos están en comunión con Dios.
Saludo a todos los fieles de lengua árabe que siguen esta Audiencia a través de los medios de comunicación. Las Bienaventuranzas representan un camino de santidad, por el que caminamos para ser verdaderos discípulos de Cristo. Son la única vía para seguir su ejemplo, para ser como Él, y así acoger su Reino y obtener la verdadera alegría. El Señor os bendiga a todos y os proteja siempre del maligno.
Queridos polacos, saludo cordialmente a cada uno de vosotros y a vuestras familias. Pasado mañana iniciaremos el mes mariano, el mes de mayo. Permaneciendo en las casas a causa de la pandemia, aprovechemos este tiempo para redescubrir la belleza de rezar el Rosario y la tradición de las funciones marianas. En familia, o individualmente, en todo momento fijad con la mirada el Rostro de Cristo y el corazón de María. Que su materna intercesión os ayude a afrontar este tiempo de particular prueba. Os bendigo de corazón.
Saludo a los fieles de lengua italiana. Hoy celebramos la fiesta de Santa Catalina de Siena, compatrona de Italia. Esta gran figura de mujer sacó de la comunión con Jesús el valor de la acción y esa inagotable esperanza que la sostuvo en las horas más difíciles, incluso cuando todo parecía perdido, y le permitió influir en los demás, hasta los más altos niveles civiles y eclesiásticos, con la fuerza de su fe. Que su ejemplo ayude a cada uno a saber unir, con coherencia cristiana, un intenso amor a la Iglesia a una eficaz solicitud en favor de la comunidad civil, especialmente en este tiempo de prueba. Pido a Santa Catalina que proteja Italia durante esta pandemia; y que proteja Europa, porque es patrona de Europa, que proteja toda Europa para que permanezca unida.
Dirijo un pensamiento especial a los jóvenes, ancianos, enfermos y recién casados. A todos animo a ser testigos de Cristo resucitado que muestra a los discípulos las llagas ya gloriosas de su Pasión. Os bendigo de corazón.
Fuente: vatican.va / romereports.com
Traducción de Luis Montoya
[1] Cfr. Discurso a los participantes en “Nuevas formas de fraternidad solidaria, de inclusión, integración e innovación”, 5-II-2020: «La idolatría del dinero, la codicia, la corrupción, son todas “estructuras de pecado” −como las definía Juan Pablo II− producidas por la “globalización de la indiferencia”».
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