El Santo Padre ha glosado la quinta Bienaventuranza durante la Audiencia general de hoy: “del Señor aprendemos a ser misericordiosos, pues Él nos precede y nos perdona antes; y al experimentar su perdón en nosotros, somos capaces de perdonar”
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy tratamos la bienaventuranza que dice: «Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia» (Mt 5,7). En esta bienaventuranza coinciden la causa y el fruto de la misma. Aquellos que ejercitan la misericordia serán “misericordiados”. Este tema del perdón recíproco está presente en toda la enseñanza del Señor, de modo particular, en la oración del Padrenuestro en la que pedimos: «Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden». Hay dos elementos que no se pueden separar: el perdón recibido y el perdón que se da. El hecho de la reciprocidad de la misericordia indica que tenemos que cambiar de perspectiva; no podemos denegar el perdón a quien nos ha ofendido, por muy difícil que sea, porque necesitamos recordar que sólo “perdonando a los demás, somos perdonados por Dios”.
Del Señor aprendemos a ser misericordiosos, pues Él nos precede y nos perdona antes; y al experimentar su perdón en nosotros, somos capaces de perdonar. La misericordia está al centro del cristianismo, y es la meta de todo camino espiritual; es uno de los frutos más bellos de la caridad, que nos hace libres y felices.
Nos detenemos hoy e la quinta bienaventuranza, que dice: «Bienaventurados los misericordiosos, porque alcanzarán misericordia» (Mt 5,7). En esta bienaventuranza hay una particularidad: es la única donde la causa y el fruto de la felicidad coinciden, la misericordia. Los que ejercen la misericordia encontrarán misericordia, serán “misericordiados”.
Este tema de la reciprocidad del perdón no está presente solo en esta bienaventuranza, sino que es recurrente en el Evangelio. ¿Cómo podría ser de otra manera? ¡La misericordia es el corazón mismo de Dios! Jesús dice: «Non juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados» (Lc 6,37). Siempre la misma reciprocidad. Y la Carta de Santiago afirma que «la misericordia prevalece frente al juicio» (2,13).
Pero es sobre todo en el Padrenuestro donde rezamos: «perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores» (Mt 6,12); y esa petición es la única que se repite al final: «Porque si les perdonáis a los hombres sus ofensas, también os perdonará vuestro Padre celestial. Pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestros pecados» (Mt 6,14-15; cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, 2838).
Hay dos cosas que no se pueden separar: el perdón dado y el perdón recibido. Pero muchas personas están en dificultad, no consiguen perdonar. Muchas veces el mal recibido es tan grande que lograr perdonar parece como escalar una montaña altísima: un esfuerzo enorme; y uno piensa: no se puede, esto no se puede. Este hecho de la reciprocidad de la misericordia indica que necesitamos darle la vuelta a la perspectiva. Solos no podemos, hace falta la gracia de Dios, debemos pedirla. Pues, si la quinta bienaventuranza promete alcanzar misericordia y en el Padrenuestro pedimos la remisión de las deudas, ¡quiere decir que somos esencialmente deudores y necesitamos alcanzar misericordia!
Todos somos deudores. Todos. Con Dios, que es tan generoso, y con los hermanos. Cada persona sabe que no es el padre o la madre que debería ser, el esposo o la esposa, el hermano o la hermana que debería ser. Todos somos “deficitarios” en la vida. Y necesitamos misericordia. Sabemos que también nosotros hemos hecho el mal, siempre falta algo al bien que deberíamos haber hecho.
¡Pero precisamente esa pobreza nuestra se convierte en la fuerza para perdonar! Somos deudores y si, como hemos escuchado al inicio, seremos medidos con la medida con que midamos a los demás (cfr. Lc 6,38), entonces nos conviene ampliar la medida y remitir las deudas, perdonar. Cada uno debe recordar que necesita perdonar, necesita el perdón, necesita la paciencia; este es el secreto de la misericordia: perdonando se es perdonado. Por eso Dios nos precede y nos perdona Él antes (cfr. Rm 5,8). Recibiendo su perdón, nos volvemos capaces a nuestra vez de perdonar. Así la propia miseria y la propia carencia de justicia se convierten en ocasión para abrirse al reino de los cielos, a una medida más grande, la medida de Dios, que es misericordia.
¿De dónde nace nuestra misericordia? Jesús nos dijo: «Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso» (Lc 6,36). Cuanto más se acoge el amor del Padre, más se ama (cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, 2842). La misericordia no es una dimensión entre otras, sino el centro de la vida cristiana: no hay cristianismo sin misericordia (cfr. S. Juan Pablo II, Dives in misericordia; Francisco, Misericordae Vultus y Misericordia et misera). Si todo nuestro cristianismo no nos lleva a la misericordia, hemos errado el camino, porque la misericordia es la única verdadera meta de todo camino espiritual. Es uno de los frutos más hermosos de la caridad (cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, 1829).
Recuerdo que este tema fue elegido desde el primer Ángelus que tuve que decir como Papa: la misericordia. Y esto se ha quedado muy impreso en mí, como un mensaje que como Papa tendría que dar siempre, un mensaje que debe ser para todos los días: la misericordia. Recuerdo que aquel día tuve también la actitud un poco “descarada” de hacer publicidad de un libro sobre la misericordia, recién publicado por el cardenal Kasper. Y aquel día sentí tan fuerte que ese es el mensaje que debo dar, como Obispo de Roma: misericordia, misericordia, por favor, perdón.
La misericordia de Dios es nuestra liberación y nuestra felicidad. Vivimos de misericordia y no nos podemos permitir estar sin misericordia: es el aire para respirar. Somos demasiado pobres para poner condiciones, necesitamos perdonar, porque necesitamos ser perdonados. Gracias.
Saludo cordialmente a los fieles de lengua francesa. Queridos hermanos y hermanas, especialmente en este periodo de Cuaresma os invito a recibir el perdón de Dios en el sacramento de la Reconciliación. Hallaréis así también la fuerza de perdonare a vuestra vez. Dios os bendiga.
Saludo a los fieles de lengua inglesa conectados a través de los medios de comunicación en nuestro camino cuaresmal hacia la Pascua. Sobre vosotros y vuestras familias invoco la fuerza y la paz que vienen del Señor Jesucristo. Dios os bendiga.
Saludo cordialmente a los hermanos y hermanas de lengua alemana. En la Cuaresma estamos llamados de modo particular a cultivar la actitud de la misericordia. Esto es fundamental para los cristianos: tener la humildad de pedir perdón y la generosidad de concederlo a los demás.
Saludo cordialmente a los fieles de lengua española, que siguen esta catequesis a través de los medios de comunicación. Pidamos al Señor que, en este momento particularmente difícil para todos, podamos redescubrir dentro de nosotros su presencia que nos ama y nos sostiene, y de este modo ser portadores de su ternura a cuantos nos rodean, con obras de cercanía y de bien. Que Dios los bendiga.
Queridos oyentes de lengua portuguesa, saludo y animo a todos en el camino cuaresmal que se nos propone, aunque de modo un poco diverso respecto al habitual de otros años. ¡Pero Dios, Padre de Misericordia, lo sabe! Os deseo un camino bendito que os permita seguir e imitar más de cerca a Jesús, la Misericordia divina in persona. Y así podáis decir, como San Pablo, «no soy yo quien vive, sino Cristo quien vive en mí». Sobre vosotros y vuestras familias descienda la bendición del Señor.
Saludo a todos los fieles de lengua árabe. Queridos hermanos y hermanas, Dios nos ha abierto la puerta de su misericordia desde que nos creó. Debemos abrir en nosotros la puerta de la misericordia con todos, porque por ella entra Dios para darnos su perdón y sus bendiciones. ¡El Señor os bendiga a todos y os proteja siempre del maligno!
Saludo cordialmente a todos los polacos. El tiempo cuaresmal nos invita a pensar en el misterio de la Misericordia de Dios. Recibiéndola podemos aprender el modo correcto de perdonar y de amar a nuestros hermanos. Que la prontitud de perdonar sea para todos no solo un compromiso cuaresmal, sino una actitud constante del comportamiento cristiano. Os bendigo de corazón.
Saludo cordialmente a los fieles de lengua italiana, con un pensamiento especial para los jóvenes, ancianos, enfermos y recién casados. Mañana celebraremos la solemnidad de San José. En la vida, en el trabajo, en la familia, en la alegría y en el dolor él siempre buscó y amó al Señor, mereciendo el elogio de la Escritura como hombre justo y sabio. Invocadlo siempre con confianza, especialmente en los momentos difíciles y encomendad a este gran Santo vuestra existencia.
Hago mía la llamada de los Obispos italianos que en esta emergencia sanitaria han promovido un momento de oración por todo el País. Cada familia, cada fiel, cada comunidad religiosa: todos unidos espiritualmente mañana a las 21:00 en el rezo del Rosario, con los Misterios luminosos. Yo os acompañaré desde aquí. Al rostro luminoso y transfigurado de Jesucristo y a su Corazón nos lleva María, Madre de Dios, salud de los enfermos, a la que nos dirigimos con la oración del Rosario, bajo la mirada amorosa de San José, Custodio de la Sagrada Familia y de nuestras familias. Y le pedimos que proteja de modo especial a nuestra familia, a nuestras familias, en particular a los enfermos y a las personas que están cuidando de los enfermos: médicos, enfermeros y enfermeras, voluntarios, que arriesgan la vida en este servicio.
Fuente: vatican.va.
Traducción de Luis Montoya
Introducción a la serie sobre “Perdón, la reconciliación y la Justicia Restaurativa” |
Aprender a perdonar |
Verdad y libertad |
El Magisterio Pontificio sobre el Rosario y la Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae |
El marco moral y el sentido del amor humano |
¿Qué es la Justicia Restaurativa? |
“Combate, cercanía, misión” (6): «Más grande que tu corazón»: Contrición y reconciliación |
Combate, cercanía, misión (5): «No te soltaré hasta que me bendigas»: la oración contemplativa |
Combate, cercanía, misión (4) «No entristezcáis al Espíritu Santo» La tibieza |
Combate, cercanía, misión (3): Todo es nuestro y todo es de Dios |
Combate, cercanía, misión (2): «Se hace camino al andar» |
Combate, cercanía, misión I: «Elige la Vida» |
La intervención estatal, la regulación económica y el poder de policía II |
La intervención estatal, la regulación económica y el poder de policía I |
El trabajo como quicio de la santificación en medio del mundo. Reflexiones antropológicas |