¿Alguien me va a convencer de que la eutanasia que se practicaba en sociedades antiguas era algo digno y que compensa recuperar?
Según para lo que nos interesa a cada uno o a cada partido político, se invoca lo que hacen en el resto de los países de nuestro entorno, es decir, en Europa. Así somos tantas veces de parciales o pillos, según se vea.
Para subir el salario mínimo, se compara con el que se recibe en otros países europeos, y me parece bien ese estudio comparativo, para ir mejorando según se pueda en nuestra economía.
Sin embargo, llega el momento de la eutanasia y no se menciona −mejor dicho, se esconde− que sólo está aprobada en tres países europeos, los del Benelux, y con experiencias muy desagradables en algunos casos. Es más: ni siquiera hay un debate social en grandes países europeos sobre la eutanasia. ¿Acaso les falta sensibilidad a esos países o son frívolos, o es que han llegado a conclusiones muy distintas respecto a la legalización de la eutanasia?
El Gobierno quiere sacar adelante la eutanasia cuanto antes, con una prisa que, al menos, resulta sospechosa. Quiere hurtar a la sociedad el necesario debate sobre una cuestión tan polémica, quiere aplicar su mayoría parlamentaria asumiendo políticamente esta ley sin escuchar a nadie, porque tiene miedo a la libertad.
Es lo que Leopoldo Abadía, el conocido articulista y antiguo profesor que tanto éxito tiene por escrito o en televisión, por su rigor-buen humor-sentido común, nada más conocer el programa del actual Gobierno, comentó en redes sociales: “¡Qué miedo tienen a la libertad!”.
Observo un considerable adormecimiento de la sociedad ante la eutanasia, como si fuera una cuestión de los políticos o una cuestión que no importa. A mí todo lo que se refiere a la vida y a la dignidad me importa mucho.
No hay persona que no se defina como respetuosa, defensora de la libertad y de la dignidad, pero lo que valen no son las declaraciones ampulosas, sino los hechos. Y los hechos califican a este Gobierno: su prisa excesiva por sacar adelante la eutanasia levanta muchas sospechas, cuando hay otras muchas cuestiones más urgentes para los españoles. No se quiere estudiar a fondo ni escuchar a la sociedad.
La eutanasia no es un derecho, aunque se le pretenda presentar con ese ropaje. No sirve tampoco el argumento de defender una muerte digna, ni tampoco el de evitar lo que se denomina “encarnizamiento”, pues no sé de nadie que defienda el denominado encarnizamiento, sino el sentido común y médico.
Como decía un médico hace unos días, ante un paciente con dolor hay dos opciones básicamente: eliminar el dolor y salvar al paciente, o eliminar al paciente. Este doctor apostaba claramente por eliminar el dolor, teniendo en cuenta lo mucho que se ha mejorado en estos años. La eutanasia apuesta por eliminar al paciente cuando pida que se le ocasione la muerte.
Los cuidados paliativos de que se dispone en la actualidad favorecen una muerte digna, y lo digno es aprobar una Ley de Cuidados Paliativos, no dar vía libre a la eutanasia.
Recuerdo las graves enfermedades y, en su caso, el fallecimiento de seres queridos, familiares y amigos. Alguno expresaba su deseo de querer morir, pero estaba bien atendido médicamente y no sufría, gracias a los cuidados paliativos. En algunos casos, se recuperaron de esa grave enfermedad y siguen viviendo, con alegría para ellos y su familia.
Soy partidario de la vida, no de la muerte: Y por ello estoy en contra de la eutanasia. Quieren hacernos creer que es algo “progresista”, y es un retroceso. No es un derecho, es un engaño, revestido de compasión y sentimentalismo, que aunque sean sinceras esas actitudes ante un enfermo terminal no valoran en justa medida el valor de la vida humana.
¿Alguien me va a convencer de que la eutanasia que se practicaba en sociedades antiguas era algo digno y que compensa recuperar? ¿Alguien se atreve a justificar la eutanasia que Hitler puso en marcha, con enfermos incurables o que suponían un gasto de entidad y atención costosa?
Apelo a las experiencias que todos tenemos de enfermedades graves o incurables de seres queridos. Yo de ahí saco muchas conclusiones. Ninguno ha fallecido indignamente ni sufriendo de modo trágico, sino con cariño, suavidad y compañía de su familia. Lo humano es ayudar a vivir, no ayudar a morir.
Javier Arnal, en elconfidencialdigital.com.
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