En medio de las dificultades y la inestabilidad política, «nuestros bebés son un símbolo firme de esperanza, una promesa de vida, una razón para trabajar por el legado de un futuro brillante», afirmó la científica biomédica nigeriana Obianuju Ekeocha
«Veo esos $4.6 billones comprándonos miseria», afirmó Obianuju Ekeocha, una científica nigeriana de 32 años de edad, en una carta abierta a Melinda Gates, escrita a raíz del anuncio de la inversión de la millonaria cifra en la promoción de la anticoncepción en países en vías de desarrollo. Ekeocha describió lo que en verdad desean y necesitan las mujeres africanas: «Todo lo que puedo decir es que nosotros, como sociedad, amamos y acogemos a los bebés».
Una cultura abierta a la vida
«Habiendo nacido en un pueblo remoto en África —comienza su relato Ekeocha, quien actualmente se desempeña como científica biomédica en Canterbury, Inglaterra—, siempre he sabido que una nueva vida es bienvenida con mucho gozo y alegría. De hecho tenemos una canción especial en nuestra villa reservada para los nacimientos y otra especial para los matrimonios».
La realidad descrita por esta mujer africana es muy distinta a la que la ciudadanía de nuestros países imagina en un contexto de pobreza: «El primer día de vida de todo bebé es celebrado en todo el poblado con baile (¡verdadero baile!), aplausos y con el canto de una especie de ‘Gloria in excelsis Deo’», narró Ekeocha.
A pesar de las dificultades de la vida en las comunidades pobres en África, que según la científica motiva a la población a lamentarse abiertamente por sus problemas, «nunca escuché a una mujer quejarse de su bebé, nacido o por nacer». Esta cultura que valora la vida hace que las mujeres afronten con valentía sus embarazos pese a las carencias de servicios médicos y la escasez de recursos.
«Me entrené y trabajé en el entorno médico en África casi cinco años —prosigue la experta—, y nunca escuché el término "depresión postparto" hasta cuando vine a vivir a Europa». Con la alta tasa de natalidad de su país, Ekeocha calcula que presenciaba nacimientos de amigos cercanos y familiares casi mensualmente. En medio de las dificultades y la inestabilidad política, «nuestros bebés son un símbolo firme de esperanza, una promesa de vida, una razón para trabajar por el legado de un futuro brillante», afirmó la nigeriana.
Los efectos nocivos del antinatalismo
Por este motivo, la científica se indignó ante el reciente anuncio de la consecución de millonarios fondos dedicados a la promoción del antinatalismo en África, iniciativa liderada por Melinda Gates, esposa de uno de los hombres más ricos del mundo, el magnate de la informática Bill Gates. «Su petición es conseguir casi $5 billones para asegurarse de que la mujer africana es menos fértil, menos cargada y, sí, ella lo dice, más "liberada"». Ekeocha denunció que se pretende reemplazar el legado de la mujer africana, sus hijos, con el legado de una «sexualidad libre de niños».
Un aspecto poco destacado de la iniciativa es que tiene entre sus objetivos países en los que viven millones de mujeres católicas, que viven la enseñanza de la Iglesia sobre la familia y saben que las drogas y dispositivos contraceptivos son inherentemente divisorios. «Con la mayoría de las mujeres africanas practicando fielmente y adhiriéndose a una fe, hay una alta valoración de la sexualidad en la sociedad, especialmente entre las mujeres. La sexualidad es sagrada y privada», explicó Ekeocha. La promoción de la anticoncepción inevitablemente va a erosionar las raíces de la sociedad, en opinión de la científica, destruye la valoración de la vida humana y separa a las mujeres de su práctica religiosa, todo por la herencia del llamado "sexo seguro".
El acceso ilimitado a los contraceptivos «incrementaría seguramente la infidelidad y la promiscuidad, debido a que el proyecto multimillonario presenta el sexo como un deporte de placer que no acarrea responsabilidades —ni bebés», denunció la biomédica. «Piense en la extensión exponencial de VIH y otras enfermedades» que traería este cambio de comportamiento. Además, las drogas y dispositivos acarrean otros efectos secundarios en las mujeres, que no tienen acceso a un sistema médico eficiente que pueda tratar sus complicaciones. «Una mujer en África con una trombosis generada por anticonceptivos no tiene acceso a una línea de emergencia, o a una ambulancia o un paramédico. No, ella muere», denunció Ekeocha.
Muchas regiones de África tampoco cuentan con un manejo adecuado de desechos, ni tratamiento de aguas, por lo cual grandes cantidades de drogas y dispositivos se convertirán en una preocupante fuente de contaminación de las tierras y los ríos de donde se alimenta directamente la población.
«Veo esos $4.6 billones comprándonos miseria. Los veo comprándonos esposos infieles. Veo comprándonos calles privadas del bullicio inocente de los niños», lamentó la científica nigeriana. «Los veo comprándonos enfermedad y finalmente muerte. Los veo comprándonos un retiro sin el cuidado amoroso de nuestros niños».
Lo que las mujeres africanas necesitan
En la carta se destaca una petición, hecha con nombre propio a Melinda Gates, que solicita un cambio en sus intenciones. «Por favor, Melinda, escuche el clamor de corazón de una mujer africana y misericordiosamente canalice sus fondos para pagar por lo que verdaderamente necesitamos».
Lo que verdaderamente necesitan las mujeres de África fue citado por Ekeocha en una lista detallada al final de la comunicación. Las solicitudes incluyen: buenos sistemas de cuidado de salud (especialmente cuidados prenatales, neonatales y pediátricos), programas de alimentación para niños pequeños, mayores oportunidades de educación superior, promoción de la castidad, apoyo a las microempresas para mujeres y ayudas a las ONG existentes que combaten el tráfico de personas, la prostitución, el matrimonio forzado, la explotación infantil, la violencia doméstica y los crímenes contra la mujer.
«4.6 billones de dólares pueden en verdad ser su legado a África y otras partes pobres del mundo. Pero haga que su legado traiga vida, amor y felicidad al mundo necesitado», concluyó la carta.
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