No se trata de un viaje como tantos otros. El patriarca Kiril acudió a Varsovia para firmar un documento conjunto entre católicos y ortodoxos. Ciertamente, el patriarca de Moscú mantiene una cierta "representatividad" de Estado y pueblo, a diferencia del catolicismo. Hasta el propio L'Osservatore Romano titulaba hace unas semanas, anticipando el acontecimiento: Come la fede in Cristo avvicina Russia e Polonia. Y, de hecho, el recibimiento en Varsovia por una guardia de honor recordaba el trato que se reserva a los máximos dignatarios de los Estados.
Pero, sin duda, este documento constituye un hito más en la creciente aproximación de ortodoxos y católicos. Sucede, además, en Polonia, crisol del encuentro —también con el pueblo hebreo— tras haber estado en el ojo del huracán de las batallas históricas. A pesar de las diferencias que perduran, es mucho más fuerte la unidad cristiana promovida cada vez con más fuerza por el Espíritu Santo.
Así lo reconocía, en una extensa entrevista a la agencia católica polaca Kia, el arzobispo emérito de Gniezno, Henryk Józef Muszynski: el documento que firmarían el 17 de agosto, el Patriarca de Moscú, primado de la Iglesia ortodoxa rusa, y el arzobispo de Przemysl de los Latinos, Józef Michalik, presidente de la Conferencia episcopal polaca, es una llamada conjunta a la reconciliación de las poblaciones rusa y polaca, y en particular de los fieles ortodoxos y católicos.
Un avance de ese documento —fruto del trabajo de tres años— se produjo ya el pasado 15 de julio en Katyn, terrible escenario de la masacre de veintitantos mil oficiales y prisioneros de guerra polacos ordenada por Stalin en 1943. El Patriarca de Moscú, después de la liturgia celebrada en la iglesia de la Resurrección, se refirió a la «escena de una tragedia que une a Rusia y Polonia, en un sepulcro común, en un lugar de mutua aflicción, de profunda emoción». Recordó que nada une más que la coparticipación en sufrimientos comunes.
Aunque el patriarca Kiril no oculta su aproximación a Benedicto XVI, considera prematura una relación personal semejante a la del patriarca de Constantinopla. No la descarta, a la vez que subraya cómo ortodoxos y católicos realizan cada vez más actividades conjuntas: «Puedo decir que, en la defensa de los valores cristianos de la vida en Europa y en la defensa de la cultura cristiana en Europa y en todo el mundo, la Iglesia Ortodoxa y la Iglesia Católica son aliadas y en gran parte piensan de la misma manera». Ahora ha subrayado que su viaje a Polonia era «su primera visita a un país de cultura occidental».
El objetivo inmediato es mejorar las relaciones entre Polonia y Rusia, practicando el espíritu cristiano del perdón. La investigación histórica no puede ser utilizada para fomentar odios, hostilidades o distanciamientos. Como señaló el metropolita Hilarión, que se ocupa de las relaciones exteriores del patriarcado, el cristianismo «en gran medida formó una cultura y una mentalidad nacional de los rusos y los polacos», y ambas comunidades tienen desafíos comunes, como «la indiferencia religiosa», el «secularismo agresivo» y la «inmoralidad».
Esta visita significa un nuevo avance, dentro de los múltiples gestos y declaraciones de católicos y ortodoxos, para fomentar el proceso de reconciliación entre polacos y rusos. El contencioso, como señalaba en La Croix el dominico Hyacinthe Destivelle, que trabaja en san Petersburgo, «es muy profundo, muy antiguo, pero, como decía Pablo VI, no puede haber ecumenismo sin purificación de la memoria». Sin duda, el proceso de reconciliación llevará su tiempo.
Lo importante es que la declaración conjunta del 17 de agosto contribuye a reflejar y fomentar un clima de confianza recíproca, dentro de un contexto en el que se mezclan antagonismos nacionales y conflictos interconfesionales. Pero, como escribía François-Xavier Maigre en La Croix, «esta visita es también un buen augurio para un acercamiento global entre Roma y el conjunto de las Iglesias ortodoxas».