¿Quién no ha tenido un sueño como el de José? Se acerca la Navidad. Un buen momento para revisar nuestros sueños
Tenían su cuento escrito. Ella, la más guapa de la comunidad, reunía todas las gracias. No había otra igual. Por razones que ella misma ignoraba, destacaba por encima de todas. Él, de estirpe real, joven, fuerte y humilde. Un artesano trabajador e íntegro.
Se habían conocido en un pequeño pueblo de Galilea, estaban prometidos y soñaban con una vida tranquila. Hijos, trabajo, familia, amigos… Lo propio de su tiempo y lugar.
Un día, el cuento tomó un rumbo diferente. La pregunta de María asustó a José. ¿Hacer de padre de un Dios? No. Ese no era su destino. Siempre había intuido que ella había sido creada para algo muy especial. Un gran destino le esperaba. Pero ¿él?…
Mejor que ella sola siguiera su camino. A él esa misión le desbordaba. No estaba preparado. Y decidió abandonarla.
Pero una noche, un ángel del Señor le contó otro cuento, un cuento inesperado. Y le enseñó a soñar. Hay cuentos para dormir y cuentos para soñar. Los cuentos para dormir procuran que los ojos se cierren. Los cuentos para soñar intentan que se abran. Los cuentos para dormir terminan bruscamente cuando los párpados, vencidos por el sueño, se cierran hasta el día siguiente. Los cuentos para soñar solo empiezan de verdad al amanecer, cuando los ojos ven las primeras luces de día. Los cuentos para dormir tienen un final que muchas veces no se llega a escuchar. Los cuentos para soñar tienen cada día un principio… y un sabor de eternidad.
Hay cuentos para dormir… y cuentos para vivir, porque toda aventura empieza siempre por un sueño.
José despertó. Volvió a constatar que no estaba preparado para la misión que Dios le encomendaba. Pero, había aprendido a soñar y a desconfiar de sí mismo.
¿Quién no ha tenido un sueño como el de José? ¿Quién no ha cambiado mil veces el cuento que se escribió a sí mismo antes de saber que Dios también le pedía algo inesperado?
Se acerca la Navidad. Un buen momento para revisar nuestros sueños.