El mundo contemporáneo anestesia con gran eficacia la conciencia y el sentido moral. Uno de los problemas de nuestro tiempo es lo aturdidos que estamos, por bienes, noticias, escándalos o excitaciones, para percibir lo bueno y lo bello
La película de la Navidad es Qué bello es vivir (Frank Capra, 1946). Family Man (Brett Ratner, 2000) es una inteligente y, sobre todo, interesante variación, que puede servirnos para volver a ver la de Capra al sesgo, con la imaginación y con un perspicaz espolvoreado de perspectivismo.
Supongo que, cuando salió, los críticos de cine subrayarían esa relación hasta la saciedad, pero escribo habiendo visto la peli sin haber repasado reseñas. Aunque quizá, como la cosa es tan obvia, y los críticos tienen su prurito por lo alambicado, no insistirían tanto. La mayor coincidencia es la reflexión sobre las vidas posibles, esto es, las biografías divergentes a partir de una decisión que se toma o no. Otra coincidencia es la intervención más o menos angélica para que el protagonista viva sus posibilidades perdidas. Y el campanilleo que anuncia la intervención.
Lo que libra a la película de ser un mero remake, una copia fácil (además de la esplendorosa belleza de Téa Leoni, todo hay que decirlo) son unas sutiles variaciones que reflejan nuestra época. El pudor, por ejemplo, con el que se trata el elemento cristiano: apenas una cruz de ventanas iluminadas que se ve al fondo en la escena de la intervención sobrenatural, la nieve cayendo como la gracia y el día de Navidad tímidamente mentado un par de veces. Nada más.
Lo más interesante es que, a diferencia de Qué bello es vivir, donde el protagonista tiene un ataque de desesperación que lo lleva al borde del suicidio, aquí los personajes están muy satisfechos con las vidas sin amor, de consumismo absoluto, regodeo en el éxito y búsqueda de poder, que llevan. A lo tonto, la peli pone el dedo en una llaga (anestesiada) muy supurante de nuestro tiempo. Los sucedáneos han terminado acallando la voz de la conciencia o el sutil aviso de la insatisfacción espiritual. No nos damos cuenta de lo mal que estamos o, mejor dicho, de lo mucho mejor que podríamos estar si diésemos importancia a lo importante y supiésemos qué es lo que importa: el matrimonio, los hijos, el trabajo honesto, constante y humilde, la amistad verdadera, etc.
Esta variación sobre la trama ejemplar de la película de Capra salva la de Ratner. Proyecta una luz necesaria sobre una cuestión rabiosamente contemporánea. Uno de los problemas de nuestro tiempo es lo aturdidos que estamos, por bienes, noticias, escándalos o excitaciones, para percibir lo bueno y lo bello.