Entrevista al cardenal Prefecto de la Congregación para el Clero, padre sinodal y conocedor de la realidad amazónica
El cardenal Prefecto de la Congregación para el Clero, padre sinodal y conocedor de la realidad amazónica por haber prestado servicio en la nunciatura de Colombia y participar en la V Conferencia episcopal latinoamericana de Aparecida en el 2007, se detiene a reflexionar en el celibato sacerdotal, que es la “gran belleza del sacerdote, y hay que protegerlo con amor porque lo llevamos en vasos de barro”.
Los sacerdotes, los seminaristas, ¿cómo pueden defenderse ante la tentación?
Deben ser recios, tenaces, equilibrados, prudentes. Pero sobre todo motivados por una gran pasión por el Evangelio y por el Señor. Porque en periodos de dificultad podemos mirar la historia de los mártires que, ante la perspectiva de la vida, eligieron a Jesús. Los sacerdotes en situaciones complicadas deben poder decir: “he elegido al Señor y a Él debo serle fiel”, como solemos leer en las pasiones de los mártires. Ese es el sentido del celibato.
Sin embargo, las sirenas del mundo nos embelesan cada vez más a ignorar la dimensión del “para siempre”…
El “para siempre” es la gran llamada de la Iglesia a sus sacerdotes de rito latino, a los consagrados con votos, y también a los esposos cristianos, porque también ellos están llamados a un compromiso definitivo en el matrimonio: es una verdadera vocación de fidelidad al Evangelio y a Jesús.
Usted participa como padre sinodal en el Sínodo sobre la Amazonia. Le pregunto: ¿cómo proponer el celibato a personas indígenas que podrían ser sacerdotes?
Lo primero es creérselo. En África, los primeros misioneros pensaron que los africanos no serían capaces de vivir el celibato, don de Dios. En cambio, hicieron una gran apuesta por la naturaleza humana y por la gracia de Dios: hoy tenemos un clero africano que vive el celibato, tenemos una hermosa familia episcopal. Obviamente, no quiero ser idealista. A veces hay zonas de sombra, debilidades, traiciones. Pero, no entiendo por qué en la Amazonia esa propuesta de celibato no pueda hacerse. Pienso que hemos sido un poco tímidos, que no hemos asumido suficientemente, como sacerdotes y como pastores, la posición de la Iglesia que dice: “Dios te llama y te pide una consagración permanente, total”. La elección del Evangelio en el celibato es una propuesta que debemos proponer, conscientes de que las iglesias misioneras están pasando un momento difícil, algunas veces incluso traumático. Pero la Iglesia en la Amazonia debe hablar a los jóvenes de esas decisiones profundamente radicales y evangélicas, debe creer en la formación, proporcionar los instrumentos para que la propuesta del celibato sea vivida, protegida, custodiada, celebrada. Debemos hacer siempre un acto de fe en la fuerza del Espíritu Santo que sostiene los corazones, que cambia la vida. La elección martirial, que en la Iglesia es una elección de todos los días, es también la elección del consagrado que se entrega al Señor y por Él vive esa elección del celibato en todas sus expresiones, con gran radicalidad interior. Hay que hablarla, proponerla, motivarla y creer que Dios puede sostener los corazones y sanar también la humana debilidad.
El Sínodo ha discutido sobre inculturación de la teología y de la liturgia. Muchos padres sinodales han propuesto incluso un rito amazónico. ¿Piensa que sea una posibilidad?
Los pueblos indígenas tienen sus lenguas, sus historias, su cultura, su cosmovisión. Creo que todo eso puede ser acogido en una expresión litúrgica. Pero hay que tener en cuenta que un rito representa una historia de siglos, una espiritualidad, una cultura, una tradición. Aún hay mucho camino por hacer. En ese ámbito, personalmente, seria cuidadoso, prudente, también porque hay una gran diversidad en la Amazonia. Existen decenas de lenguas, centenares de etnias: al final, ¿en qué acabaría el “rito amazónico”?
Entonces los obispos deben usar el discernimiento…
Los obispos deben ponderar las características de las comunidades, entender como secundar ciertas expresiones peculiares de una etnia. Hay aspectos que con el discernimiento prudente del obispo se pueden introducir en la celebración. Pero hay una sustancia que es patrimonio de la Iglesia universal, en particular del Rito Romano, que no podemos descuidar o minusvalorar.
¿Por qué eso es importante?
Porque el tema del desorden litúrgico del post-concilio, si se puede llamar así, nos enseña muchas cosas. El resultado de todas aquellas “demasiadas” libertades, que fueron tomadas en general por iniciativa de sacerdotes concretos y de pequeñas comunidades, ha dado frutos amargos. En todo caso, los pastores de la Amazonia han intercambiado sus propuestas: veremos qué propondrá el documento final. Y, gracias a Dios, siempre está el ojo atento del Papa que nos guía. Es una mano, la del Papa Francisco, firme y sólida que nos permitirá entrar en alguna experiencia nueva, pero ciertamente con mucha ponderación.
Entrevista de Federico Piana, en vaticannews.va
Traducción de Luis Montoya.
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