“La familia, retratada una y mil veces, será siempre un lugar universal de inspiración al que volver, porque, cuándo se reflexiona acerca de la familia, uno aprende también a reflexionar sobre sí mismo”
Padre no hay más que uno, Madre, La hija de un ladrón, Abuelos, Los Rodríguez y el más allá, Los Japón, Diecisiete… Incluso Dolor y gloria. Estas películas están en cartelera o aterrizarán en breve, y todas ellas hablan, con sus matices, sus niveles de profundidad y sus estéticas, de que la familia es lo más importante. Más que el eje del guion, la familia y sus lazos esenciales son el ambiente de estas cintas. No es Navidad y, sin embargo, directores como Santiago Segura, Rodrigo Sorogoyen, Belén Funes, Santiago Requejo, Paco Arango, Álvaro Díaz Lorenzo, Daniel Sánchez Arévalo o Pedro Almodóvar, interpelan desde la gran pantalla a reflexionar sobre cómo son nuestras relaciones familiares y cómo podemos agarrarnos a ellas con más fuerza. Este otoño, el cine español pivota bajo techo y las cámaras enfocan más el pegamento de la unidad que las hachas de ruptura que conquistaban nuestro cine a principios de siglo, antes de la crisis
Las historias con hogar siempre han tenido su nicho. Y muchas venían importadas de la América de los sueños, las sonrisas Disney, los guiones con azúcar y las familias inalcanzables. El cine español ha perdido el miedo a enhebrar sus películas en torno a familias reales, de carne, hueso y corazón. Después de años de casas que saltan por los aires, de vidas paralelas con prioridades secundarias, de hijos no queridos, de amores que querían decir solo sexo, la cartelera del cine español de este otoño parece que se moja por enterrar el hacha de guerra y enfocar en primer plano el pegamento que la crisis económica ha destilado con naturalidad, como por instinto de supervivencia.
Puede ser pura casualidad. Pero miramos la cartelera de otoño, y entre Jocker, Maléfica, y Mientras dure la guerra, ahí persisten Padre no hay más que uno -la segunda película más taquillera del cine español este año- o Dolor y gloria, en la que Almodóvar nos cuenta, entre otras cosas, hasta qué punto una madre está en el eje del pecho, en el epicentro de la columna vertebral, en el medio de los corazones en pijama de andar por nuestras casas. Ahí está la primera película de Santiago Requejo ─Abuelos─, que, en el fondo, le dedica a las familias reales de España su ópera prima. Ahí está Diecisiete, la nueva de Daniel Sánchez Arévalo, que une a dos hermanos en las antípodas en torno a una abuela en las últimas, tres corazones grandes enterrados al fondo de la dura vida de cada día, dos perros y una autocaravana, a mano ya en Netflix.
Ahí estará la semana que viene Los Rodríguez y el más allá, donde Paco Arango hará magia con una familia y seguirá haciendo magia con su taquilla por los niños con cáncer. Ahí estará el laureado Rodrigo Sorogoyen, mejor director en los Premios Goya 2019 con El reino, que vuelve con Madre: un thriller en torno a Elena, que perdió a su hijo de seis años en una playa francesa y tiene que salir de ese túnel para siempre. Y ahí estará La hija de un ladrón, de Belén Funes, que, al final de mes de los difuntos, resucitará el deseo de poner paz en una casa con heridas.
Puede ser casualidad. O puede ser una nueva ola. Lo cierto es que la cartelera española de estos días parece haber enterrado la pose de que hablar de la importancia de la familia es de cineastas moñas. Más allá de éticas, estéticas, ideas, ideologías, dimes y diretes, al final el cine de las alfombras rojas también tiene su álbum de recuerdos familiares, sus padres, sus hermanos, sus abuelos, sus hijos, sus primos, sus perros y sus ganas de vivir el mejor verano, el mejor otoño, el mejor invierno y la mejor primavera de sus vidas en sus propios domicilios.
Belén Funes nació en Barcelona el año 1984. Estudió dirección en la Escuela Superior de Cine de Cataluña, y guion en la Escuela de Cine de San Antonio de los Baños, Cuba. Ha trabajado como script y ayudante de dirección en numerosas producciones españolas. Su primer largometraje, La hija de un ladrón, acaba de estrenarse en la competición oficial del 67 Festival de San Sebastián y estará en cines desde el 29 de noviembre. Entre Greta Fernández, María Rodríguez Soto y Eduard Fernández, Funes cuentan la historia de Sara, sus 22 años, su bebé, su hermano pequeño, su deseo de formar una familia y su padre recién salido de la cárcel, a quien quiere mantener lejos de sus seres queridos.
Belén Funes destaca que forma parte “de una generación que habla de la familia muy a menudo porque, de alguna forma, estamos desprovistos de ritos y el último que nos queda es la familia. La familia es nuestra tradición, nuestra leyenda, nuestro folclore más íntimo. Es el primer lugar de gestación de nuestros mayores errores de futuro. Es todo aquello que rechazamos, porque creemos ─ilusos─ que somos mejores que ellos y que nosotros lo hubiéramos hecho todo mucho mejor”.
La directora de La hija de un ladrón, posible candidata al Goya a la Mejor Dirección Novel, resalta que “las relaciones familiares son sofisticadas y en esa complicación nacen las ganas de explicarlas. La familia, retratada una y mil veces, será siempre un lugar universal de inspiración al que volver, porque, cuándo se reflexiona acerca de la familia, uno aprende también a reflexionar sobre sí mismo”.
Santiago Requejo tiene su primer largometraje en pantalla y más de 70.000 personas han visto ya Abuelos. Tres maduros, la necesidad de reconectar con el mundo laboral y, en medio, carritos de bebé, amores sin inercia, matrimonios sólidos, matrimonios recién hechos sin derecho a techo, parejas despegadas y familiares que quieren recomponer esas trizas… Con realismo, el director extremeño salpimienta su cinta con la realidad sociológica de la familia española, que viene de apretarse el cinturón y encuentra en su casa el aire que le faltaba en la calle.
“Esta película muestra muchas realidades diferentes, pero todas muy cercanas al espectador, y transmite la esperanza de que, a pesar de las dificultades, si la familia es lo primero, todo es más fácil”. Aunque Abuelos posee un guion de banda ancha con muchas lecturas, lo cierto es que Requejo ha logrado que sus actores defiendan con garbo una historia con intrahistorias muy humanas, que pueden ser, perfectamente, las de nuestro bloque de vecinos. En sus 98 minutos de metraje se ve lo que es un padre, un abuelo, una nuera, una hija, un nieto, un “gracias”, un “te quiero”, un “hoy no puedo ni verte”, un “perdón”, una mesa con velas, un viudo enamorado, un joven de 700 años de ensimismamiento, un novelero romántico que salta al terreno de juego, un influencer que sabe de todo, menos de conquistar a una mujer, y el sostén de la amistad.
Abuelos es una película abierta a todos los públicos con butacas para toda la familia. Aunque un niño puede disfrutarla perfectamente ─sostiene su director─, “le sacarán más partido los abuelos, los padres y los hijos adolescentes. Esta película es una conversación en voz alta sobre hasta qué punto las relaciones familiares nos hacen felices y cómo esforzarse por cuidarlas convirtiéndolas en lo más importante de verdad”. Desde luego, la interpretación de Carlos Iglesias, Ramón Barea, Roberto Álvarez, Mercedes Sampietro, Ana Fernández y Clara Alonso, así como la banda sonora original de Íñigo Pírfano, ponen muy fácil escuchar ese runrún de fondo.
Paco Arango es el director de Maktub (2011) y Lo que de verdad importa (2017). Un experto, ya, en comedia familiar que puso su primer pino con la serie ¡Ala... Dina!, emitida en TVE1 entre 2000 y 2002. Este jueves desembarca en el cine casi desde otro planeta con Los Rodríguez y el más allá. A través de la nevera, Arango cuenta las aventuras de una familia normal con un punto extraterrestre, y a ese homenaje al valor extraordinario de lo ordinario que narran con gracia Eduard Soto, Mariana Treviño, Omar Chaparro, Sara Jiménez, Antonio Velázquez, Óscar Casas, Arón Piper, Tomás Pozzi, Enrique Villén y Eduardo Gómez se suman apariciones especiales como las de Santiago Segura, Rossy de Palma, Macarena Gómez, Geraldine Chaplin y Plácido Domingo.
Arango defiende “un hueco prioritario” en nuestro cine para toda la familia. Como experto en psicología infantil ─su papel esencial en la Fundación Aladina le ha enseñado casi todo─, desarrolla guiones “donde la comprensión, la reconciliación y la unidad familiar son cuestiones importantes”. Su impresión es que “hablar de la familia ya no es un tabú en el cine español. Cuando hice Maktub muchos me dijeron que era una película cursi. Yo, sin embargo, sé que ha ayudado a muchas personas. Desde entonces, hablamos de 2011, hemos cambiado. Después de una crisis como la que hemos vivido, todos sabemos cuáles son los pilares que de verdad importan. Al fin y al cabo, los directores de cine también tenemos una familia, conocemos de primera mano sus dificultades, pero también somos conscientes de que es lo más importante para todas las personas. Y eso es lo que estamos llevando a las pantallas”.
Una de las películas más esperadas antes de que el año cierre el telón es Madre, de Rodrigo Sorogoyen. Todo arranca del corto que fue a la pasada edición de los Oscar y, a partir de ahí, se desarrolla “una historia de amor con un giro radical”. Llegará a las salas el 15 de noviembre. Aunque en la nueva película de Sorogoyen que protagoniza Marta Nieto “hay mucha tensión, hay mucho suspense, creo que hay angustia y creo que va hacia la luz”, es evidente un fondo latente que enseña a ver qué siente una madre que ha perdido a su hijo y cómo le cuesta salir del túnel casi infinito de ese vacío existencial. Es más: en esta cinta se observa sin introspecciones que el director tiene una relación estrecha con su madre que salta al guion, que escribe junto a Isabel Peña, y salta a la pantalla en forma de homenaje en medio de un género curioso que une el thriller con el suspense y la carrerilla.
Hablan los críticos del séptimo arte
Ana Sánchez de la Nieta escribe sobre cine en Telva, Fila Siete, Woman Essentia y Aceprensa. Ella también constata “la importancia de la familia y los lazos familiares” en el cine español, como si las directoras y directores que hoy traen estas propuestas a la cartelera dijeran: “La familia está en crisis, y es lo más humano que tenemos”. En su opinión, “la familia como tema es una fuente creativa muy estimulante”. Entre los ejemplos de películas en esta línea, destaca La hija de un ladrón, “que expresa, en forma de drama, el contenido de la paternidad”, y Verano 1993 (2017), “donde Carla Simón narra una historia que se centra en la maternidad, en la filiación y en las raíces más profundas de los seres humanos”.
Además, destaca películas recientes donde se habla de la familia y se abre a todos los públicos, como Campeones o El mejor verano de mi vida, ambas de 2018, y señala también el interés de las productoras por captar un público lo más amplio posible, una cuestión que introduce la preocupación económica y la rentabilidad en el abordaje de un tema como la familia “que tiene un nicho potente de mercado, como se observa también en la tendencia general del resto del cine europeo”. Entre las propuestas cinematográficas que mejor representan esta tendencia subraya Primeras soledades, un documental de Claire Simon estrenado en España la semana pasada. Se trata de un retrato de los adolescentes de un instituto de la periferia parisina que hablan sin tapujos de su familia, su futuro, sus pasiones y sus miedos, y muestra hasta qué punto las relaciones en la propia casa son determinantes en su forma de ver el mundo y de mirar hacia adelante.
Sánchez de la Nieta cree que lo más novedoso del contexto cinematográfico español actual es que “los directores jóvenes están haciendo películas con una mirada menos individualista, que nos cuentan también los problemas de las familias, pero no se quedan ahí: nos enseñan a valorar la realidad que tenemos”.
Gonzalo del Prado, periodista de Antena 3 Noticias y rostro habitual en las críticas cinematográficas de la cadena de Atresmedia, cree que “el cine familia hecho en España está en auge, entre otras cosas, porque el público familiar es fiel al cine, y se buscan propuestas que alcancen al máximo número de espectadores posible. Con cine familiar me refiero también a propuestas como Vengadores, que pueden aglutinar frente a la pantalla a gente desde los 8 hasta los más de 50 años. Es más difícil sentar en una sala de cine a jóvenes y a personas mayores”. Sobre el cine familiar “con valores”, Del Prado afirma que “tiene su nicho, y se ve periódicamente en la cartelera que consigue el respaldo de la taquilla”.
María Aller escribe de cine en la revista Fotogramas y cree que “la fórmula del cine familiar, normalmente, funciona en taquilla”, aunque incide en que la muestra de la cartelera española ofrece propuestas muy diferentes, “porque el estilo evoluciona, de hecho, las comedias de ahora no tienen nada que ver con las de los 80 o los 90, por ejemplo, pero es que la industria se ha hecho más grande y es normal que haya más apertura a otros géneros”. De todas formas, ella distingue entre guionistas e inversores en esto de centrarse en la familia, porque son dos motivaciones diferentes: “No es lo mismo lo que empuja a Belén Funes a escribir y dirigir La hija de un ladrón, que lo que lleva a Álvaro Díaz Lorenzo a hacer Los Japón. Inversores hay muy variados, desde productoras muy pequeñas, hasta las grandes televisiones”.
Entre las películas españolas de este último año donde la familia es el epicentro, Aller destaca Los días que vendrán, de Carlos Marqués-Marcet: “Aunque afronta más el descubrimiento de la maternidad y la paternidad, también aborda, al fin y al cabo, la familia. Y no es precisamente una película para el gran público, pese a ser muy alabada y reconocida por la crítica”.
Carlos Marañón, director de Cinemanía, cree que las películas familiares, “están vivas en España desde La gran familia. No había observado la coincidencia de la cartelera actualmente, pero tampoco me parece que sea una tendencia, aunque es cierto que los productores buscan grandes películas blancas para todo el público, y en eso, el público infantil se tiene particularmente en cuenta”. Destaca que estas comedias, como Padre no hay más que uno o El mejor verano de mi vida, recaudan bien, también “porque cuentan con personajes de diferentes edades y logra que una audiencia más amplia se sienta reconocida en la película”. Marañón ve algo parecido en el cine francés, donde comedias como Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho?, que prepara su segunda entrega, aborda el diálogo intergeneracional dentro de la familia, y eso tiene su público.
Donde sí ve un patrón es en el aumento de directoras y directores noveles que abordan “cuestiones más intimistas, que, en muchos casos, tienen que ver con la familia. Como últimamente se promueve la dirección novel desde las instituciones públicas, es cierto que hay más películas de este estilo, que quizás son historias más pequeñas, pero que encierran en sus guiones esa gran idea que un cineasta nuevo tenía en la cabeza y la cuenta en su ópera prima”.
¿Hay algún tabú en el cine español para hablar de familias tradicionales?
-No. Las películas de Arango, por lo general, funcionan bastante bien, aunque es difícil desligar sus resultados de los fines benéficos de sus producciones. En Padre no hay más que uno, Santiago Segura expone la vida de una familia que está dentro de los estándares clásicos, por decirlo de alguna manera, aunque de forma un poco más loca. No veo ningún trauma en ese sentido. Es más, es posible que este cine hable mejor de la cuenta de las familias, porque la realidad supera casi siempre la ficción, y lo habitual es encontrar más problemas y rarezas en cada familia.
En la tabla de las películas españolas más exitosas de la historia destacan Ocho apellidos vascos (2014), de Emilio Martínez Lázaro, con 56.194.668 euros de recaudación y 9.516.272 espectadores; Lo imposible (2012), de José Antonio Bayona, que logró 42.444.290 euros y 6.129.025 de butacas ocupadas; Los otros (2001), de Alejandro Amenábar, que recaudó 27.254.163 euros y sentó frente a la pantalla a 6.410.561 personas; y Ocho apellidos catalanes. Las cuatro son películas familiares. Dos comedias, un drama y una cinta de terror.
César Sanz, de Taquilla Cine España, constata con datos que “las comedias para todos los públicos son las que, tradicionalmente, mejor funcionan en taquilla de entre todas las películas españolas. La de Segura [14.007.758€ y 2.445.546 espectadores] es la más taquillera del año. El mejor verano de mi vida fue también una grata sorpresa el verano de 2018 [935.774€ y 1.381.003 espectadores]. Fue capaz de multiplicar por 10 lo que obtuvo en su primer fin de semana. Eso es algo muy difícil de lograr y lo consiguió gracias al boca a boca. Padre no hay más que uno está multiplicando por 9. Lo habitual en una película es multiplicar entre 3 y 4, con lo que el éxito de ambas es enorme”.
* * *
En este estudio sobre La familia en el cine español (1994-1999), el ensayista, historiador y crítico de cine y televisión Miguel Ángel Huerta Floriano concluye que “la familia constituye un paraje temático de amplio recorrido, muy frecuentado en el cine español de finales del siglo XX, abordado con un prisma teñido de conflictividad”. Hace solo 20 años las hachas estaban en primer plano resaltando “la destrucción del núcleo familiar, los problemas intergeneracionales, el adulterio, la incomunicación y los secretos de familia”.
El tono de la cartelera dos décadas después es otro. Al menos, la de este otoño. La familia como pegamento social o como túnel hacia la esperanza es el denominador más común. Mientras los nuevos directores y directoras graban, los cineastas maduros innovan, y las figuras se consolidan con trayectorias ascendentes, las taquillas confirman que los productores de cine español sueñan con un remake de Frank Capra 2.0. Aunque las audiencias del cine son una montaña rusa sin raíles, parece que quien logre rodar un Qué bello es vivir del siglo XXI destronará a Karra Elejalde, Carmen Machi, Dani Rovira y Clara Lago, y le quitará el oro a Ocho apellidos vascos, porque el podio del cine está en manos de los ojos de los niños.
Álvaro Sánchez León, en elconfidencialdigital.com
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