El Papa ha reflexionado en su catequesis de hoy, durante la audiencia general, sobre la “naturaleza de la Iglesia”, según lo que se transmite en el libro de los Hechos de los Apóstoles
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy reflexionamos sobre la naturaleza de la Iglesia, según nos narra el libro de los Hechos de los Apóstoles. La Iglesia no es una fortaleza cerrada, sino una tienda de campaña capaz de agrandarse para recibir a todos: es una Iglesia en salida, una Iglesia con las puertas siempre abiertas.
En Antioquía de Siria, donde por primera vez los creyentes fueron llamados cristianos, Pablo y Bernabé inician el primer viaje misionero. En las diferentes comunidades, de la predicación del Evangelio en las Sinagogas de la diáspora se pasó al anuncio a los paganos, que Dios también llama a la fe.
Esta novedad de apertura a otros desencadenó una controversia: algunos judíos afirmaban la necesidad de la circuncisión para la salvación. Para resolver esta cuestión, recurrieron a la “Asamblea de los Apóstoles y de los Ancianos”, y tuvo lugar el así llamado “Concilio de Jerusalén”, en el que se afrontó la relación entre la fe en Cristo y la observancia de la ley de Moisés. Pedro y Santiago, columnas de la Iglesia Madre, invitaron a no imponer la circuncisión a los paganos que se convertían a la fe, sino sólo a que rechazaran la idolatría y todas sus expresiones, pues sólo la gracia del Señor Jesús es causa de salvación.
La Asamblea de Jerusalén nos enseña cómo enfrentar las divergencias y buscar «la verdad en la caridad» (Ef 4,5), nos ayuda a entender que la Sinodalidad es el método eclesial para reflexionar y confrontarse, basado en el diálogo y en el discernimiento a la luz del Espíritu Santo.
El libro de los Hechos de los Apóstoles narra que San Pablo, tras aquel encuentro transformador con Jesús, es acogido por la Iglesia de Jerusalén gracias a la mediación de Bernabé y empieza a anunciar a Cristo. Pero, a causa de la hostilidad de algunos, es obligado a trasladarse a Tarso, su ciudad natal, donde Bernabé lo recoge para llevarlo por el largo viaje de la Palabra de Dios. El Libro de los Hechos de los Apóstoles, que estamos comentando en estas catequesis, se puede decir que es el libro del largo viaje de la Palabra de Dios: la Palabra de Dios debe ser anunciada, y anunciada por todas partes. Ese viaje comienza como consecuencia de una fuerte persecución (cfr. Hch 11,19); pero esta, en vez de provocar un revés para la evangelización, se convierte en una oportunidad para extender el campo donde esparcir la buena semilla de la Palabra. Los cristianos no se asustan. Deben huir, pero huyen con la Palabra, y esparcen la Palabra por todas partes.
Pablo y Bernabé llegan primero a Antioquía de Siria, donde se quedan un año entero para enseñar y ayudar a la comunidad a echar raíces (cfr. Hch 11,26). Anunciaban a la comunidad hebrea, a los judíos. Antioquía se convierte así en el centro de propulsión misionera, gracias a la predicación con que los dos evangelizadores ─Pablo y Bernabé─ inciden en los corazones de los creyentes, que aquí, en Antioquía, son llamados por primera vez «cristianos» (cfr. Hch 11,26).
Emerge del Libro de los Hechos la naturaleza de la Iglesia, que no es una fortaleza, sino una tienda capaz de ampliar su espacio (cfr. Is 54,2) y de dar acceso a todos. La Iglesia está “en salida” o no es Iglesia, o está en camino ampliando siempre su espacio para que todos puedan entrar, o no es Iglesia. «Una Iglesia con las puertas abiertas» (Evangelii gaudium, 46), siempre con las puertas abiertas. Cuando veo alguna iglesia aquí, en esta ciudad, o cuando la veía en la otra diócesis de donde vengo, con las puertas cerradas, eso es una mala señal. Las iglesias deben tener siempre las puertas abiertas porque ese es el símbolo de lo que es una Iglesia: siempre abierta. La Iglesia está «llamada a ser siempre la casa abierta del Padre. [...] De modo que, si alguno quiere seguir una moción del Espíritu y se acerca buscando a Dios, no se encuentre con la frialdad de una puerta cerrada» (ibíd., 47).
¿Y esa novedad de las puertas abiertas a quién? A los paganos, porque los Apóstoles predicaban a los judíos, pero venían también a llamar a la puerta de la Iglesia los paganos; y esa novedad de las puertas abiertas a los paganos desencadena una controversia muy animada. Algunos judíos afirman la necesidad de hacerse judíos mediante la circuncisión para salvarse, y luego recibir el bautismo. Dicen: «Si no os circuncidáis según la costumbre mosaica no podéis salvaros» (Hch 15,1), o sea no podéis recibir el bautismo. Primero el rito judío y luego el bautismo: esa era su posición. Y para dirimir la cuestión, Pablo y Bernabé consultan al consejo de los Apóstoles y de los ancianos en Jerusalén, y tiene lugar el que se considera el primer concilio de la historia de la Iglesia, el concilio o asamblea de Jerusalén, al que hace referencia Pablo en la Carta a los Gálatas (2,1-10).
Se afronta una cuestión teológica, espiritual y disciplinar muy delicada: la relación entre la fe en Cristo y la observancia de la Ley de Moisés. Decisivos en el curso de la asamblea son los discursos de Pedro y Santiago, «columnas» de la Iglesia-madre (cfr. Hch 15,7-21; Gal 2,9). Invitan a no imponer la circuncisión a los paganos, sino a pedirles solo rechazar la idolatría y todas sus expresiones. De la discusión sale el camino común, y dicha decisión, ratificada con la llamada carta apostólica enviada a Antioquía.
La asamblea de Jerusalén nos ofrece una luz importante sobre los modos para afrontar las divergencias y buscar la «verdad en la caridad» (Ef 4,15). Nos recuerda que el método eclesial para la resolución de los conflictos se basa en el diálogo hecho de escucha atenta y paciente y en el discernimiento hecho a la luz del Espíritu. Es el Espíritu, en efecto, quien ayuda a superar la cerrazón y las tensiones y trabaja en los corazones para que lleguen, en la verdad y en el bien, a la unidad. Este texto nos ayuda a comprender la sinodalidad. Es interesante cómo escriben la Carta: comienzan, los Apóstoles, diciendo: “Hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros…”. Es precisamente la sinodalidad, la presencia del Espíritu Santo, si no, no es sinodalidad, es parloteo, parlamento, otra cosa…
Pidamos al Señor que refuerce en todos los cristianos, especialmente en los obispos y presbíteros, el deseo y la responsabilidad de la comunión. Que nos ayude a vivir el diálogo, la escucha y el encuentro con los hermanos en la fe y con los alejados, para gustar y manifestar la fecundidad de la Iglesia, llamada a ser en todo tiempo «madre gozosa» de muchos hijos (cfr. Sal 113,9).
Saludo cordialmente a los francófonos, en particular a los peregrinos de la diócesis de Seez, acompañados por Monseñor Habert y a los de la diócesis de Coutances, con Monseñor Le Boulc'h; a los directores de enseñanza católica de la Vandea, con Monseñor Jacolin y a los de la diócesis de Le Mans, con Monseñor Le Saux; a los confirmados de la diócesis de Bayeux-Lisieux, con Monseñor Boulanger; y a los estudiantes de las escuelas superiores de la diócesis de Saint Etienne, con Monseñor Bataille. Pidamos al Señor vivir entre los cristianos el diálogo, la escucha y el encuentro, para manifestar al mundo la fecundidad de la Iglesia, llamada a ser madre de una multitud de hijos. Dios os bendiga.
Saludo a los peregrinos de lengua inglesa presentes en esta Audiencia, especialmente a los grupos provenientes de Inglaterra, Hungría, Malta, Países Bajos, Noruega, Indonesia, Israel, Malasia, Filipinas y Estados Unidos de América. Sobre vosotros y vuestras familias invoco la alegría y la paz del Señor Jesucristo. Dios os bendiga.
Saludo de corazón a los peregrinos de lengua alemana, en particular al grupo de fieles de Enniger y a los estudiantes de la Academia de Policía de Münster. Celebrando el mes misionero extraordinario pidamos al Espíritu Santo que nos haga capaces de abrir las puertas del Evangelio a todos los pueblos y ser testigos auténticos del amor divino. Que el Señor os acompañe en vuestro camino.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Pido al Señor que refuerce en nosotros y en todos los cristianos, especialmente en los obispos y presbíteros, el deseo y la responsabilidad por la comunión, el diálogo y el encuentro con todos los hermanos, sin excepción, para manifestar la fecundidad de la Iglesia, llamada a ser Madre feliz de muchos hijos. Que Dios os bendiga.
Queridísimos peregrinos de lengua portuguesa, os saludo cordialmente a todos, en particular a los diversos grupos venidos de Portugal y Brasil. Que vuestra peregrinación a Roma os ayude a estar dispuestos a formar parte de la Iglesia en salida, dando un testimonio gozoso del Evangelio y del amor de Dios por todos sus hijos. Que la Virgen Santa os guíe y proteja.
Dirijo una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua árabe, en particular a los provenientes de Egipto y Medio Oriente. La Iglesia no es una fortaleza, sino una tienda capaz de extender su espacio y dar acceso a todos. Es una Iglesia con “las puertas abiertas”, y cada uno está llamado a irradiar la luz de Cristo a todo el mundo. El Señor os bendiga a todos y os proteja siempre del maligno.!
Saludo cordialmente a los peregrinos polacos y de modo especial a los organizadores de la muestra dedicada al cardenal Adam Kozlowiecki, inaugurada ayer en la Pontificia Universidad Gregoriana. En los años de la segunda guerra mundial él fue prisionero de los campos de concentración de Auschwitz y Dachau. Luego, por más de 60 años, realizó el ministerio misionero en Zambia. Con valentía anunziaba el Evangelio, intrépido luchó por la dignidad y los derechos de los habitantes de África, promovió la construcción de iglesias, escuelas, hospitales y casas de salud. Que la labor de este incansable evangelizador polaco pueda abrir nuestros corazones a las necesidades de los hermanos que viven en países de misión. Os bendigo de corazón.
Dirijo una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua italiana. En particular, saludo a las Hermanas Agustinas Misioneras, que celebran su capítulo general y las animo a seguir el Evangelio con renovado entusiasmo, sostenidas e iluminadas siempre por la gracia del Señor. Saludo a la delegación del Ayuntamiento de Accumoli y a los grupos parroquiales, en particular a los de San Martino in Pensilis y de Avigliano.
Saludo finalmente a los jóvenes, ancianos, enfermos y recién casados. Ayer celebramos la memoria litúrgica de San Juan Pablo II; imitemos a este maestro de fe y de vida evangélica, ejemplo de amor a Cristo y al hombre.
Sigo con preocupación cuanto está sucediendo en Chile. Espero que, poniendo fin a las violentas manifestaciones, a través del diálogo se empleen en encontrar soluciones a la crisis y afrontar las dificultades que la han generado, por el bien de toda la población.
Fuente: vatican.va / romereports.com
Traducción de Luis Montoya
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