“Me encanta que la gente vea que la vida real es así. Con sus momentos de brillo, y sus momentos que pueden parecer patéticos, pero que son necesarios para seguir hacia adelante”
Cisco García lleva cuatro años dándole al tenis con un objetivo claro: Tokio 2020. Queda un año para la cita olímpica, y de momento es el cuarto en la clasificación nacional y el sesenta en la internacional. Todavía debe arañar 20 puestos en la tabla mundial para llegar a la meta. Hablamos de tenis en silla, porque el Día de los Inocentes de 2015, este cordobés se quedó paralítico haciendo snowboard y ahora va sobre ruedas. Después de muchas horas de entrenamiento, ilusión y superación, el tenista ha conseguido que la historia de un revés sea el cimiento de un podio de oro, incluso más allá de las pistas
Austria. Nieve. Navidad. 28 de diciembre de 2015. Cisco García navega en tabla sobre la pista de snowboard, salta diez metros y cae de espaldas. Crash. Frío y miedo. Antes de que llegue el helicóptero de urgencias, él ya es consciente del diagnóstico sin paliativos: lesión medular completa a nivel D-11. Paralítico con 33 años. “Ese momento es durísimo. Ayer estaba saltando y hoy esto es irreversible”. Diez días con sus diez noches de vértigo. Diez días con sus diez amaneceres “en los que siempre te despiertas llorando”.
0-15. El drama empieza ganando el partido fuera de casa.
Poco a poco, Cisco va levantando la cabeza. Está triste, pero oye historias de personas que se han recuperado y, a veces, incluso nota la euforia interior del sí se puede que desea con todas sus fuerzas. Con un hilo de esperanza hilvanando sus costuras, aterriza en el Hospital Nacional de Parapléjicos. Toledo. “Allí tuve otro momento de bajón fuerte, porque te dicen que tu recuperación dependerá del daño que haya sufrido tu médula, no de los logros de la rehabilitación. Hasta entonces pensaba que todo dependía de mi coraje y estaba dispuesto a echar el resto, pero no todo era fuerza de voluntad”.
15-15. Cisco asume, digiere y cabalga.
Se vuelca con la rehabilitación, pero los avances tienen un sabor agridulce. Crece, pero experimenta en sus carnes qué significa que de pronto te laven, te vistan, y “te hagan todo, algo que es muy duro cuando vienes de ser muy independiente”. Y en esas, “a los tres meses veo que no he recuperado nada”.
30-15. ¿Tiramos la toalla?
“Era Semana Santa y se me hacía todo muy cuesta arriba. Me fui con mi mujer, que entonces era mi novia, a la playa. Yo solo quería dormir. Pero ella me puso el listón de nuevo a la altura de la esperanza. Teníamos que tirar y salimos juntos del túnel”.
En el Hospital de Parapléjicos “me trataron fenomenal”, pero aquel ambiente “en el que todo el mundo hablaba de sillas de ruedas” no era su sitio. “Sentía la urgencia de abandonar ese gueto”. De Toledo, a Badajoz. Antes de volver a su ciudad prefiere hacer el rodaje en un escenario en el que es desconocido. “A mí, pisar calle me daba un poco de vergüenza. Quería acostumbrarme a superar bordillos, cuestas y miradas antes de volver a Córdoba”.
30-30. Prueba superada. En un viaje a Japón descubre que puede viajar y disfrutar de la vida. A partir de este momento, la parálisis no mete ningún punto serio más en su terreno de juego.
Cisco García cuenta su historia en las redes sociales y eso le libra de tener que pararse en cada esquina a contar cómo empezó todo, cómo siguió todo y cómo continua todo a unos y a otros. Solo en Instagram tiene más de 100.000 seguidores. Mentalmente, en esos primeros meses descubre que “esto es mejor de lo que me había imaginado al principio. Pensaba que la silla me iba a impedir vivir por mi cuenta, y que mi biografía se había terminado, y no, qué va, en absoluto”.
Ya en Córdoba y en silla, Cisco entra, sale, trabaja, conduce y encuentra en el tenis un oasis de oportunidades, incluso mira de frente un reto solemne: estar en las pistas de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. Con la meta clara, arranca el camino. Aunque conocía bien el deporte, todo ha cambiado: silla especial, tiempos, doble bote, reflejos, ritmo, pim, pam, pum. Después de muchos meses de cinco horas de entrenamiento cinco días a la semana, el joven cordobés es hoy el cuarto en la clasificación nacional de tenis silla, y el sesenta en el ranking internacional tras pasar por unos veinte torneos anuales. Solo hasta noviembre de este año le esperan en Bélgica, Turquía, Canadá, Estados Unidos, Israel… Todavía debe arañar 20 puestos para volver al Japón que le abrió los ojos para conquistar medallas: “Llegar a Tokio, ahora mismo, está complicado, pero es posible”.
−¿Y si las puertas de los Juegos Olímpicos no se abren?
−Sería una decepción grande, porque, aunque estoy contento con lo conseguido hasta ahora, siempre quiero más. Mi idea es estar en el tenis unos doce años, algo que es posible, porque en el tenis silla la edad importa menos. El número 4 del mundo tiene 50 años. Mi apuesta es llegar a lo más alto que pueda en este deporte. Me encantaría jugar un grand slam, aunque a día de hoy allí solo aterrizan los ocho mejores. SI los abren a 16 ó 32 participantes ahora que el tenis silla está creciendo tanto, sería más factible. En mis sueños más bonitos me veo dentro de unos años de torneo en torneo con mi mujer y mis hijos, si tenemos hijos, que estamos en ello”.
En su camino hasta el tenis profesional García se ha encontrado con la generosidad de Emilio Sánchez Vicario y la pista que su fundación puso en el hospital de Toledo, y con las enseñanzas de Rafa Nadal en su biografía, sobre todo aquella que tiene grabada en lo más sano de su médula: “Aguantar significa aceptar las cosas tal y como vienen, no como nos gustara que vinieran, y mirar hacia adelante, no hacia atrás”. Agradece el empeño de Tommy Robredo por visibilizar el tenis silla con un torneo organizado por su fundación en Olot, y los ánimos de Fernando Verdasco, y se siente especialmente vinculado a la historia deportiva de David Ferrer, que le inspira también en esta veloz trayectoria.
Cisco García sonríe mientras aprieta los dientes. Digamos que es el gesto más natural de su ADN luchador que recorre su carácter desde antes del accidente. “Siempre he sido una persona optimista y alegre. Todo me iba bien, pero era consciente de que, más tarde o más temprano, la vida me daría algún palo serio. No me imaginé que sería esta discapacidad, pero al final he aprendido a asumirla con naturalidad, porque estas cosas son también parte de la vida. ¿Por qué no nos preguntamos por lo bueno que vivimos? Yo he sufrido un revés fuerte, pero sigo vivo. Pararme en la cuneta dramática me resulta egoísta. En la silla me he hecho más fuerte. Tengo claro que, ante una situación complicada, o sacas el doble de carácter, o te vienes abajo”.
Más allá de un carácter, una historia personal, un orgullo, o una forma de ser que arrastra, a García siempre le ha acompañado la fe. Lo cuenta así: “Soy creyente. Aunque he andado lejos de la Iglesia, he rezado todas las noches. Después del accidente, iba cada día a la capilla del Hospital de Parapléjicos. La primera vez que fui comentaron la parábola del paralítico y me pareció una coincidencia asombrosa. Hablaba con el cura, me confesaba. En esos momentos difíciles me agarré a la fe. Actualmente atravieso una crisis importante, no lo voy a negar. Sigo creyendo que Dios existe, pero cuando veo a un niño de cinco años con un cáncer, o cuando descubro alguna injusticia inexplicable, hay cosas que no me entran en la cabeza”.
Donde no se observa un ápice de crisis es en su fe en las personas, aunque todo el mapa humano que gira en torno al dolor, al sufrimiento o la discapacidad lo testa con el máximo realismo. Dice, por ejemplo, que se ha vuelto “radical con la gente débil que se queja demasiado. Yo, que parezco un torbellino, también he pasado muchos miedos y muchas dudas, pero no puedes permitir que algo te supere y te encierre en casa y en ti mismo”.
Odia el paternalismo de quienes se acercan a él mirándole con cara de “pobre, qué desgracia”. Le da pena que una persona accidentada convierta la lesión en un caparazón que le distancia del mundo. Y contrasta en su día a día que “la sociedad se vuelve, a veces, un agente complicado para las personas con discapacidad, porque no está acostumbrada a tratarnos con naturalidad. Urge hacer un buen trabajo para mostrar en la opinión pública que una persona en silla de ruedas es una persona normal, simpática, que se cabrea si pierde un partido, que sigue hacia adelante, que tiene su familia, que quiere seguir viviendo a tope”. Pide, incluso, una campaña para que las personas con discapacidad asuman protagonismo social, como las que se hacen “para reconocer el papel de la mujer en la sociedad, o el que se hizo en su día para normalizar a los gays. Las redes sociales ayudan en algo en esta tarea, pero el liderazgo de la tele en esta cuestión sería definitivo”.
Cisco considera que “la discapacidad necesita visibilidad más allá del deporte. El 10% de la población tiene algún tipo de discapacidad. Somos una minoría y no interesamos a los políticos, que no hacen gran cosa por involucrarnos y hacernos más fácil el día a día”.
Para hacernos cargo, algunas cifras: una silla de ruedas con la que funciona Cisco cuesta “cerca de 6.000 euros. Y un cojín anti escaras, 600. Es mucho dinero. La Seguridad Social paga sillas que son un armatoste, no simplifican mucho la movilidad, y acaban incluso aumentando el estigma social de la persona que la necesita”. La silla especial con la que juega al tenis cuesta unos 8.000 euros, aunque los patrocinadores se la ponen al alcance sin problemas. Y a esos montantes hay que añadir más de un extra: lo que supone adaptar el coche, y las casas, y los baños… “Claro, si el accidente ha sido culpa de un tercero que me indemniza durante toda la vida, quizás uno pueda costearse el precio de la discapacidad. En mi caso todo depende de mí. Gracias a las redes, sin ser conocido, he conseguido que muchas empresas me ayuden a salir adelante con este proyecto personal de llevar el nombre de España a lo más alto de los podios internacionales del tenis silla”.
Destaca “el gustazo de viajar en Renfe, y en muchas compañías aéreas. En Europa, los transportes están muy bien adaptados a nuestra realidad”. Subraya “lo amable que son las personas con nosotros, aunque a veces prefiramos menos palabras, y que nos respeten las plazas reservadas para personas con discapacidad en los párquines, que no son un capricho. Solo si tenemos más espacio podemos salir y entrar a nuestros coches. Es casi una cuestión de supervivencia para vivir con normalidad”. Y se quita de en medio del catálogo de influencers de la autoayuda: “Estoy completamente en contra de esos coach que dicen que la vida puede mejorar en un minuto. ¡Es mentira! Tu vida va a mejorar si durante mucho tiempo cambias unos determinados hábitos, te esfuerzas, y asumes que habrá caídas. Solo sabiendo que fracasaremos muchas veces, avanzaremos de verdad. ¡Pero disfrutemos y aceptemos lo que tenemos!”.
Para muchas personas, la vida de Cisco es un asidero. Se palpa en cada vídeo, en cada foto, o en cada comentario suyo en Instagram. “Me llegan mensajes con los que se me saltan las lágrimas casi a diario. Por ejemplo, “una chica de 16 años que había superado un cáncer y me cuenta que, en parte, ha sido gracias a mí. O una chica que me mandó una foto contándome que en una hora la iban a operar de un cáncer y quería que supiera que mi estímulo estaba siendo importante en su lucha contra la enfermedad”. Incluso se ha convertido en un referente para los opositores, a los que ha dedicado algún vídeo. “Les ayuda pensar que, si soy capaz de sortear los obstáculos con optimismo y pelea, ellos también pueden con lo que se les viene encima”.
El tenista sale de vez en cuando de las pistas, los gimnasios y los torneos, toma el micrófono y motiva auditorios enteros contando su historia y describiendo sus ganas. “Hablo y me aplauden. Son momentos de brillo que me encanta contraponer con una realidad frecuente. Cuando voy de camino a esas conferencias, una hora antes paso al baño del tren. Las operaciones propias de esos lugares son difíciles en mi situación. Más de una vez me he tenido que tirar al suelo del baño −y me he comido muchos suelos sucios…− para acabar esa logística con la máxima dignidad. Me encanta que la gente vea que la vida real es así. Con sus momentos de brillo, y sus momentos que pueden parecer patéticos, pero que son necesarios para seguir hacia adelante”.
Las pelotas peinadas con entusiasmo cruzan la red contraria. El marcador suma puntos y sets a favor de García, porque un día la vida le puso en la encrucijada de esperar sentado y decidió acelerar el paso sin darse la más mínima pena. Y por eso está feliz, le falta el tiempo, le sobran las ilusiones, y el corazón le palpita con fuerza.
En mayo del año pasado, Cisco se casó con Raquel Rostro. Raquel era su novia dos años antes del accidente austriaco, la nieve, el helicóptero de urgencias, Toledo, las subidas de euforia, los bajones de ánimo. Aquel “amor afianzado” acabó en boda en primavera. Para el tenista paralímpico que sueña con los kimonos, Raquel ha sido el epicentro de su victoria. Ella es médico, especialista en Medicina Interna, “y vio con normalidad la enfermedad. Me ayudó a entender que yo no estaba enfermo, porque podía salir a la calle, respirar y vivir intensamente. Nunca me hizo sentir que estaba allí para ayudarme, o por pena”. Todavía suenan esas campanas de enlace. Y todavía suenan esas palabras de Cisco en antena, llenas de agradecimiento a la persona que le puso fácil no quedarse en el camino: “Ella solo me pidió que la lesión no apagara mi risa, y yo, como casi siempre hago, le hice caso. Si yo caía, ella me levantaba fuerte, y si ella flaqueaba... bueno, la verdad es que no la recuerdo flaquear”.
Quizá, este partido ganado ha sido una conquista en dobles. Mientras sigue el campeonato, se acercan las metas y prosigue la vida, el público del estadio se ha puesto en pie. Es imposible quedarse sentado ante las dos ruedas vitales de un Nadal contra corriente.
Álvaro Sánchez León, en elconfidencialdigital.com.
Verdad y libertad |
El Magisterio Pontificio sobre el Rosario y la Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae |
El marco moral y el sentido del amor humano |
¿Qué es la Justicia Restaurativa? |
“Combate, cercanía, misión” (6): «Más grande que tu corazón»: Contrición y reconciliación |
Combate, cercanía, misión (5): «No te soltaré hasta que me bendigas»: la oración contemplativa |
Combate, cercanía, misión (4) «No entristezcáis al Espíritu Santo» La tibieza |
Combate, cercanía, misión (3): Todo es nuestro y todo es de Dios |
Combate, cercanía, misión (2): «Se hace camino al andar» |
Combate, cercanía, misión I: «Elige la Vida» |
La intervención estatal, la regulación económica y el poder de policía II |
La intervención estatal, la regulación económica y el poder de policía I |
El trabajo como quicio de la santificación en medio del mundo. Reflexiones antropológicas |
El islam regresa a España |
El trabajo como agente de la transformación social según san Josemaría |