"Voy a reír, voy a cantar...". Fue lo último que escuchó la profesora Teresa antes de morir en un autobús junto a sus alumnas. Con tres de ellas reconstruimos sus últimas 17 horas
Abiyán, Costa de Marfil, tarde del 22 de junio. Veintisiete estudiantes españolas que han viajado junto a tres coordinadoras al país africano se reparten en dos minibuses con destino a Yamusukro. Se dirigen a un colegio público donde ayudarán pintando, adecentando las aulas y enseñando español a los niños.
Teresa Cardona, de 43 años, está al mando. Es la segunda vez que organiza este viaje desde el barcelonés Colegio Mayor Bonaigua, del Opus Dei. La profesora, que acaba de dejar la subdirección de los cursos de Secundaria en el Colegio Canigó, se ha subido al autocar más moderno. Sin embargo, unos minutos antes de emprender la marcha, alguien pide que una de las coordinadoras se suba al segundo autobús.
−¡Ya voy yo! ¡Ya voy yo!− exclama ella.
Y se sube al vehículo amarillo.
A su alrededor, 10 estudiantes charlan animadamente. Ella misma las retrata allí sentadas, sonrientes. En medio del viaje, Teresa toma una decisión que parece inocua. Le cambia el asiento a una de las jóvenes. A partir de entonces, su compañera en el trayecto será Nuria Masip, de 19 años, estudiante de Magisterio y Humanidades. Las dos van en la segunda fila de asientos, en la zona derecha del autobús. Teresa, en la ventana. Nuria, en el pasillo. Son las 16.00 horas en la capital de Costa de Marfil cuando arranca la aventura solidaria que estas 30 mujeres llevan preparando todo el curso.
Los dos autobuses salen de Abiyán con 235 kilómetros por delante y el arranque de la puesta de sol a media tarde. Carlota Koerts −19 años, estudiante de Arquitectura− recuerda ese trayecto: "El viaje era tranquilo. Íbamos mirando el paisaje selvático, las barracas y la gente que estaba cerca de la carretera. En las dos filas de atrás la gente se iba durmiendo. Había silencio...".
En el kilómetro 123, Teresa y su compañera son de las pocas que están despiertas. Recuerda Nuria: "Hablamos, rezamos un poco juntas y cuando llevábamos una hora y media de viaje le propuse escuchar algo de música. Con mi móvil y un auricular cada una, oímos algo de Justin Bieber, no recuerdo qué, y después Vivir mi vida de Mark Anthony, pero aquella canción ya no la terminamos...".
"Sonó un ruido raro, como metálico, que me llevó a pensar que algo del vehículo funcionaba mal", prosigue Nuria. "Abandoné el asiento y me agarré donde pude, porque el bus descarriló, cruzó la mediana, atravesó el carril contrario de la autopista y empezó a rodar dando muchas vueltas por un terraplén de unos tres metros hasta que nos frenó la vegetación del lugar". Hay silencio mientras aquel trasto se vuelve loco. Cuando aterrizan a la fuerza, gritos.
−¿Estáis todas bien? ¿Dónde está Teresa?
"Yo perdí de vista a Teresa desde el principio", recuerda Nuria. "Creo que ella también trató de asegurarse, aunque quizás estaba ensimismada con la música. Con el autobús volcado, las dos primeras salimos por la luna delantera, que estaba rota. Personalmente, le pedí a Dios que me diera fuerzas para afrontar ese momento porque no sabía si había muertas, y lo que estaba pasando no me lo podía creer. Gritaba: "¿Teresa? ¿Teresa?". Y Teresa no respondía... Cuando todas las ocupantes del autobús estaban fuera, tendidas sobre la hierba, cuatro hombres sacaron el cuerpo de Teresa sin vida. Estoy segura de que murió del primer golpe".
Carlota va en el autobús de delante. El conductor ha visto todo por el retrovisor y ha frenado en seco. "Pero, ¿qué pasa?". Marie -marfileña- y Nuria Borrás salen corriendo y se acercan a la tragedia. Ambas entienden desde el principio que el drama podría haber sido mucho peor, entre otras cosas, porque un autobús grande lleno de pasajeros locales venía en dirección contraria y, quizás, por evitar el choque, las estudiantes catalanas acabaron en el precipicio.
Ambulancias. Policía. Llamadas aquí y allá. Traslados al hospital de San Juan Bautista, a 10 kilómetros del lugar del siniestro. Tanatorio. Velatorio con más de 100 africanas desconocidas. Funeral con 150 personas locales conmovidas por la muerte de Teresa. Mientras, las chicas heridas evolucionan rápidamente en el Hospital Farah de Abiyán. Se agilizan al máximo los trámites para que todas las protagonistas de esta expedición regresen a Barcelona.
Fue el final de sus apenas 17 horas en Costa de Marfil. A Teresa y al resto de participantes en el viaje sólo les dio tiempo a una cosa: por la mañana, en la parroquia de Nuestra Señora de la Encarnación de la capital marfileña, participaron en una misa en honor al fundador del Opus Dei. Teresa aprovechó el evento para saludar a un sacerdote amigo de su hermano. Con él le sacó Carlota su última foto.
La víspera, la profesora, licenciada en Derecho, les había contado su decisión: se despedía de la subdirección del Colegio Canigó después de 13 años para reducir sus tareas burocráticas y dedicar más tiempo al colegio mayor. Iba a empezar "una nueva vida". Tenista y motera, Teresa era numeraria del Opus Dei. Era la menor de siete hermanos y cuidaba de sus padres, Teresa y Luis, los dos con alzheimer. Y tocaba la guitarra, el piano y el acordeón, cantaba... Hasta lideró un conjunto musical llamado Lama Sound junto a estudiantes del Colegio Mayor Bonaigua.
Una semana después del accidente, las jóvenes están en casa. El jueves fue el funeral en Santa María del Mar (Barcelona), y hasta el Papa Francisco ha hecho llegar su pésame. Teresa reposa ahora en la calle Icaria del cementerio de Poblenou. En el libro de firmas de su velatorio hay una nota escrita con letra de niña. Dice así: "Puede que no sepas quién soy, pero yo te he visto muchas veces en el cole y me has parecido buena persona. ¿Es bonito el cielo?". Y, sí, también hay una corona de flores y agradecimientos "de tus hermanas y hermanos de Costa de Marfil". Dos culturas a 3.900 kilómetros de distancia se han estrechado para siempre.
Su muerte ha conmocionado a la opinión pública. La ministra de Educación en funciones, la socialista Isabel Celaá, también se ha mostrado afectada. Envía unas palabras a Crónica: "Como ministra de Educación y Formación Profesional quiero resaltar que Teresa Cardona representa lo mejor de la labor docente, como refleja su compromiso por ayudar a sus estudiantes a entender que todos somos responsables de contribuir a un mundo mejor. El accidente que sufrieron en Costa de Marfil cuando Teresa Cardona dirigía, un año más, una experiencia de vida y cooperación de jóvenes españolas entre los más pobres y vulnerables, nos ha dejado sin su empuje diario. Pero estoy segura de que su huella nos ayudará a discernir con lucidez las acciones que nos humanizan".
La profesora Teresa murió el pasado fin de semana con las bambas rosas puestas, cuentan sus alumnas y sus compañeras. Eran las zapatillas que le habían regalado los Reyes, sus favoritas, las de las ocasiones especiales. Su lección humana ha sido intensa −destacan− y hasta el último momento se ha desplegado con serenidad, como el fuelle del sonoro acordeón con el que amenizaba las reuniones.
Álvaro Sánchez León, en elmundo.es.
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