Para vivirla cada día, te proponemos meditar el Evangelio, con ayuda de algunas ideas surgidas del cariño de san Josemaría y del Papa Francisco a la Virgen
El 8 de diciembre celebramos la belleza de la Virgen María y, como es una fiesta tan importante, la preparamos con 9 días de antelación. Esto es la novena a la Inmaculada. Para vivirla cada día, te proponemos meditar el Evangelio, con ayuda de algunas ideas surgidas del cariño de san Josemaría y del Papa Francisco a la Virgen.
Dios escogió desde antes de la creación del mundo a María, una joven de Nazaret, para que fuera la Madre de Jesús, Hijo de Dios.
“Fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, el nombre de la virgen era María. Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús” (Evangelio de san Lucas. 1 26-31).
Para la misión que le confiaba, Dios la preparó de un modo especial: la hizo bellísima, única, sin mancha −eso significa inmaculada− porque nació sin el pecado original con el que nacemos todos los hombres, por la caída de nuestros primeros padres Adán y Eva.
“María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?». El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios»” (San Lucas, 1, 34-35).
“Nuestra Madre escucha, y pregunta para comprender mejor lo que el Señor le pide; luego, la respuesta firme: fiat! −¡hágase en mí según tu palabra!−, el fruto de la mejor libertad: la de decidirse por Dios” (San Josemaría).
“María como buena madre nos educa a ser, como Ella, capaces de tomar decisiones definitivas, con aquella libertad plena con la que respondió “sí” al plan de Dios para su vida. ¡No tengamos miedo de los compromisos definitivos, de los compromisos que involucran y abarcan toda la vida! ¡esto es libertad! Tener el coraje de tomar decisiones con grandeza” (Papa Francisco).
Pide a la Virgen María que te ayude a tener, como Ella, un corazón grande y generoso, disponible para aquello que Dios quiera para tu vida, con la seguridad de que, aunque a veces requiera un poco de esfuerzo, siempre Dios quiere lo mejor para ti, que seas feliz.
“Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel dejándola se fue” (San Lucas 1, 38).
“No olvides, amigo mío, que somos niños. La Señora del dulce nombre, María, está recogida en oración. Tú eres, en aquella casa, lo que quieras ser: un amigo, un criado, un curioso, un vecino... −Yo ahora no me atrevo a ser nada. Me escondo detrás de ti y, pasmado, contemplo la escena: Hágase en mí según tu palabra. Al encanto de estas palabras virginales el Verbo se hizo carne... Aún tengo tiempo de decir a mi Dios, antes que mortal alguno: Jesús, te amo” (San Josemaría).
“Es una jornada para dar gracias al Señor y para preguntarnos: ¿Yo soy un hombre o una mujer del ‘sí’ o soy un hombre o una mujer del ‘no’, o soy un hombre o una mujer que mira un poco hacia otra parte, para no responder? Que el Señor nos de la gracia de entrar en este camino de hombres y mujeres que han sabido decir ‘sí’” (Papa Francisco)
Para poder conocer qué es lo que Dios quiere para ti y responder como María, te ayudará permanecer en silencio delante de Dios, leer y meditar la Biblia. Por ejemplo, puedes elegir un pasaje del Evangelio, leerlo despacio, y hablar con Dios sobre cómo aquello que está allí narrado (gestos de Jesús, reacciones de los apóstoles, parábolas...) tiene algo que decirte sobre tu vida hoy.
“José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que ha sido engendrado en ella es del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo; y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (San Mateo 1, 20-21).
“El principio del camino que lleva a la locura del amor de Dios es un confiado amor a María Santísima. Os invito a que hagáis la experiencia, a que lo descubráis por vosotros mismos, tratando amorosamente a María, abriéndole vuestro corazón, confiándole vuestras alegrías y vuestras penas, pidiéndole que os ayude a conocer y a seguir a Jesús” (San Josemaría).
“La Virgen María nos dice que hagamos como ella: no desperdiciar el don recibido, sino custodiarlo en el corazón, para que germine y dé fruto, con la acción del Espíritu Santo. De este modo, cada uno de vosotros, con vuestras limitaciones y fragilidades, podrá ser testigo de Cristo allá donde vive, en la familia, en los ambientes de estudio, de trabajo, de ocio” (Papa Francisco).
Tantas veces tu Madre María te habrá sugerido que atiendas a quien lo necesita, que sonrías cuando no tienes ganas, que pidas perdón cuando te enfadas con alguien... y mil cuidados más, de los que −quizás− no te has dado ni cuenta. Para agradecerle, puedes sorprender a la Virgen poniendo algunas flores cerca de una imagen suya que tengas en tu parroquia, el colegio, tu casa....
“Y José subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, para ser empadronado con María su mujer. Y aconteció que estando ellos allí, se cumplieron los días de su alumbramiento. Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón” (San Lucas 2, 1-7).
“Ahora, delante de Jesús Niño, podemos continuar nuestro examen personal: ¿estamos decididos a procurar que nuestra vida sirva de modelo y de enseñanza a nuestros hermanos, a nuestros iguales, los hombres? ¿Estamos decididos a ser otros Cristos? No basta decirlo con la boca. ¿Estás viviendo la vida de Cristo, en tu vida ordinaria en medio del mundo? Hacer las obras de Dios no es un bonito juego de palabras, sino una invitación a gastarse por Amor” (San Josemaría).
“María ha vivido muchos momentos no fáciles en su vida, desde el nacimiento de Jesús, cuando para ellos “no había lugar para ellos en el albergue”, hasta el Calvario. Y como una buena madre está cerca de nosotros, para que nunca perdamos el valor ante las adversidades de la vida, ante nuestra debilidad, ante nuestros pecados: nos da fuerza, nos muestra el camino de su Hijo” (Papa Francisco).
La Virgen no nos dejará nunca. Como buena madre, le cuenta a Jesús todo lo bueno que haces y te comprende cuando te equivocas. Vale la pena estar siempre cerca de Ella. ¿Sabes lo que es el escapulario? Te puede ayudar llevarlo contigo.
“Y cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, conforme a la ley de Moisés, le trajeron a Jerusalén para presentarle al Señor. Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: «Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción −¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!»” (San Lucas 2, 22; 34-35).
“Cumplido el tiempo de la purificación de la Madre, según la Ley de Moisés, es preciso ir con el Niño a Jerusalén para presentarle al Señor (Lc 2, 22). ¿Te fijas? Ella −¡la Inmaculada!− se somete a la Ley como si estuviera inmunda. ¿Aprenderás con este ejemplo, niño tonto, a cumplir, a pesar de todos los sacrificios personales, la Santa Ley de Dios?” (San Josemaría).
“María es la madre del «sí». Sí, al sueño de Dios, sí al proyecto de Dios, sí a la voluntad de Dios. Un «sí» que, como sabemos, no fue nada fácil de vivir. Un «sí» que no la llenó de privilegios o diferencias, sino que, como le dirá Simeón en su profecía: «A ti una espada te va a atravesar el corazón» (Lc 2, 35). Y ¡vaya que se lo atravesó! Por eso la queremos tanto y encontramos en ella una verdadera Madre que nos ayuda a mantener viva la fe y la esperanza en medio de situaciones complicadas” (Papa Francisco).
María, enséñame a cumplir con amor mis obligaciones, a estudiar bien por amor a Dios y para poder servir a los demás. Si quieres, ponte cerca una imagen de tu madre la Virgen y mírala cuando haya inquietud dentro de ti o cuando la tentación de hacer cualquier otra cosa te distraiga de tu estudio.
“Al volverse, pasados los días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres”. “Cuando le vieron, quedaron sorprendidos, y su madre le dijo: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando». Él les dijo: «Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?» Pero ellos no comprendieron la respuesta que les dio. Bajó con ellos y vino a Nazaret, y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón” (San Lucas 2, 42; 48-51).
“Procuremos nosotros imitarla, tratando con el Señor, en un diálogo enamorado, de todo lo que nos pasa, hasta de los acontecimientos más menudos. No olvidemos que hemos de pesarlos, valorarlos, verlos con ojos de fe, para descubrir la Voluntad de Dios” (San Josemaría).
“María nos permite comprender lo que significa ser discípulo de Cristo. Su primer acto fue ponerse a la escucha de Dios. Siguió a Jesús, escuchando cada palabra que salía de su boca; conservó todo en su corazón. Sin embargo, no basta sólo escuchar. Esto es sin duda el primer paso, pero después lo que se ha escuchado es necesario traducirlo en acciones concretas” (Papa Francisco).
Dios nos habla a través de las necesidades de los demás. Puedes pedirle a la Virgen que te abra los ojos y los oídos para saber notar esas llamadas de Dios en tantos momentos del día: cuando tus padres necesitan ayuda, cuando al ir por la calle ves a una persona necesitada, cuando te das cuenta que un amigo no está bien, cuando te piden un favor...
Tres días después se celebraba una boda en Caná de Galilea y estaba allí la madre de Jesús. Fue invitado también a la boda Jesús con sus discípulos. Y, como faltara vino, porque se había acabado el vino de la boda, le dice a Jesús su madre: «No tienen vino». Jesús le responde: «¿Qué tengo yo contigo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora». Dice su madre a los sirvientes: «Haced lo que él os diga»” (San Juan 2, 1-5).
“En medio del júbilo de la fiesta, en Caná, sólo María advierte la falta de vino... Hasta los detalles más pequeños de servicio llega el alma si, como Ella, se vive apasionadamente pendiente del prójimo, por Dios” (San Josemaría).
“Queridos amigos, hemos venido a llamar a la puerta de la casa de María. Ella nos ha abierto, nos ha hecho entrar y nos muestra a su Hijo. Ahora ella nos pide: «Hagan todo lo que él les diga». Sí, Madre, nos comprometemos a hacer lo que Jesús nos diga. Y lo haremos con esperanza, confiados en las sorpresas de Dios y llenos de alegría” (Papa Francisco).
Cuando no sepas cómo actuar, puedes preguntarle a la Virgen, ¿qué harías tú en mi lugar? ¿Cómo puedo ser mejor? ¿Qué le digo a esta persona que me ha contado una preocupación? ¿Qué te ha parecido mi reacción ante esta situación? Ella te enseñará a actuar como Jesús lo haría.
“Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego dice al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa” (San Juan 19, 25-27)
“Ecce mater tua! −¡Ahí tienes a tu madre!: nos da a su Madre por Madre nuestra. Le ofrecen antes vino mezclado con hiel, y habiéndolo gustado, no lo tomó (Math. 27, 34). Ahora tiene sed... de amor, de almas. Niño bobo, mira: todo esto..., todo lo ha sufrido por ti... y por mí. −¿No lloras?” (San Josemaría).
“María es la madre que con paciencia y ternura nos lleva a Dios, para que él desate los nudos de nuestra alma con su misericordia de Padre. ¿Cuáles son los nudos que hay en mi vida? ¿Pido a María que me ayude a tener confianza, para aflojar, para −en la misericordia de Dios− cambiar? Ella, mujer de fe, seguro que nos dirá: “Ve adelante, ve donde el Señor: Él te entiende” (Papa Francisco).
Las madres lo saben todo de nosotros, incluso antes de que se lo contemos. Reza cada noche, antes de acostarte, tres avemarías pidiéndole a la Virgen que te proteja y mantenga tu corazón, tu cuerpo y tu alma limpias de impureza y de pecado para que sepas amar de verdad.
“Una gran señal apareció en el cielo: una mujer con corona de doce estrellas sobre su cabeza. −Vestido de sol. − La luna a sus pies” (Apocalipsis 12, 1).
“Jesús quiere tener a su Madre, en cuerpo y alma, en la Gloria. —Y la Corte celestial despliega todo su aparato, para agasajar a la Señora. −Tú y yo −niños, al fin− tomamos la cola del espléndido manto azul de la Virgen, y así podemos contemplar aquella maravilla. La Trinidad beatísima recibe y colma de honores a la Hija, Madre y Esposa de Dios...” (San Josemaría).
“El camino de María hacia el Cielo comenzó desde ese «sí» pronunciado en Nazaret, en respuesta al Mensajero celestial que le anunciaba la voluntad de Dios para ella. Y en realidad es precisamente así: cada «sí» a Dios es un paso hacia el Cielo, hacia la vida eterna. Porque esto quiere el Señor: que todos sus hijos tengan la vida en abundancia. Dios nos quiere a todos con Él, en su casa” (Papa Francisco).
Llegó el gran día: Felicita a la Virgen, celebra con alegría esta fiesta y piensa qué regalo le puedes hacer: sonreírle, rezar el Rosario con cariño, ofrecerte para hacer un pequeño servicio en casa, con tus hermanos... y recuerda: ¡a las madres lo que más le gusta es que nos queramos entre los hermanos!
Virgen Santa e Inmaculada,
a Ti, que eres el orgullo de nuestro pueblo
y el amparo maternal de nuestra ciudad,
nos acogemos con confianza y amor.
Eres toda belleza, María.
En Ti no hay mancha de pecado.
Renueva en nosotros el deseo de ser santos:
que en nuestras palabras
resplandezca la verdad,
que nuestras obras sean
un canto a la caridad,
que en nuestro cuerpo y en nuestro corazón
brillen la pureza y la castidad,
que en nuestra vida
se refleje el esplendor del Evangelio.
Ayúdanos a estar siempre atentos
a la voz del Señor:
que no seamos sordos al grito
de los pobres,
que el sufrimiento de los enfermos y de los
oprimidos no nos encuentre distraídos,
que la soledad de los ancianos
y la indefensión de los niños
no nos dejen indiferentes,
que amemos y respetemos siempre
la vida humana.
Haz que nunca perdamos el rumbo en
este mundo:
que la luz de la fe ilumine nuestra vida,
que la fuerza consoladora de la
esperanza dirija nuestros pasos,
que el ardor entusiasta del amor
inflame nuestro corazón,
que nuestros ojos estén fijos en el Señor,
fuente de la verdadera alegría.
Eres toda belleza, María.
Escucha nuestra oración,
atiende a nuestra súplica:
que el amor misericordioso de Dios
en Jesús nos seduzca,
que la belleza divina nos salve,
a nosotros, a nuestra ciudad
y al mundo entero.
Amén.
Fuente: opusdei.org.
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