Entrevista con el tenor Andrea Bocelli, quien cantará en el Encuentro de las Familias de Dublín, el 25 de agosto, para el Papa Francisco y las familias de todo el mundo
Puede ser uno de los momentos más emocionantes del Encuentro Mundial de las Familias de Dublín: el sábado, 25 de agosto, en el Croke Park Stadium de Dublín, Andrea Bocelli cantará para el Papa Francisco y para miles de familias provenientes de más de 100 países. El tenor ya lo había hecho en el anterior Encuentro Mundial de las Familias, de septiembre de 2015 en Filadelfia.
Pocos días después del acto de Dublín, también cantará en Verona −el 8 de septiembre− en un gran concierto benéfico. Los fondos recogidos serán destinados a sostener los proyectos de la Andrea Bocelli Foundation y del Muhammad Ali Parkinson Center.
En esta entrevista exclusiva con Vatican News, Andrea Bocelli habla de la importancia de la fe en su vida, del Encuentro de Dublín y de cómo la música puede ayudar a las familias a vivir y manifestar la alegría y el amor, como pide el Papa Francisco.
Maestro Andrea Bocelli, dentro de pocos días cantará usted en Dublín para el Papa, y también para las familias de todo el mundo, que el mismo Francisco ha convocado en Dublín. ¿Cuáles son sus emociones ante ese momento?
Considero, en primer lugar, que es un honor haber sido invitado a esa nobilísima iniciativa; en segundo lugar, es un privilegio porque cantar ante el Santo Padre es algo que me gusta, aunque solo sea por esa especie de fragilidad humana que hace sentirnos felices cuando nos acercamos a personalidades carismáticas como la tuya. Y finalmente, es también una responsabilidad, precisamente porque en esos encuentros se lanzan mensajes, existe la posibilidad de enviar mensajes; hace falta que esos mensajes sean los correctos. Así que trataré de estar listo, preparado como siempre, dar lo mejor de mí y luego espero que todo vaya bien, que las familias se lleven a casa un hermoso recuerdo de ese momento musical.
Obviamente, cuando la noticia de su participación fue pública, creó mucha expectativa, y muchos en Dublín están esperando escucharle. ¿Qué espera usted recibir, personalmente, de ese acto?
En casos como esos −aunque diría que siempre que se sube a un escenario− se siente un do ut des: si el artista logra dar lo mejor de sí, el público generalmente le corresponde con cariño, con un agradecimiento que es muy gratificante. Eso espero recibir. También porque el pueblo irlandés es un pueblo que me quiere mucho y al que yo tengo mucho cariño: por eso, desde ese punto de vista estoy bastante tranquilo.
El Papa pide a las familias que sean una alegría para el mundo, sean creyentes y no creyentes. ¿El canto y la música pueden ayudar a las familias en ese desafío?
Todo lo que se hace por un fin bueno puede ayudar y de hecho ayuda; por tanto, también la labor de quien como yo canta, es decir, se entrega con el objetivo de dar alegría, de dar un momento de serenidad donde el espíritu vuela y se puede pensar, se puede meditar sobre el sentido de la vida, sobre las cosas que de verdad importan… Sí, el canto, en su pequeño mundo, hace su parte, seguro. Decía San Agustín que “quien canta reza dos veces”. A mí me gusta mucho creer en eso porque si es verdad, entonces yo en mi vida he rezado mucho.
Cita usted a San Agustín. Para quien cree, una voz como la suya es un don de Dios. Así pues, ¿qué lugar ocupa la fe en su extraordinario talento musical que es un don, aunque obviamente es un don que hay que cultivar?
Déjeme que empiece por el principio: el canto, la voz, como todos los talentos de este mundo, es un don de Dios, de eso no hay duda alguna. El hombre no tiene ningún mérito, porque todo lo que consigue realizar en su vida, el hombre lo hace a través de los dones, de los talentos que ha recibido: así que hay poco de qué sentirse orgulloso en ese sentido. ¡Hay que dar gracias y ya está!
La fe es un camino que se hace en el intento de alcanzar, de comprender el sentido de la vida. Creo que a cualquiera le ha sucedido alguna vez pararse a pensar cuál es el sentido de la vida. Entonces, o se piensa que uno es hijo del azar, y considero que −más allá de todo− eso sería un error intelectual, porque considerarse hijos del azar es como estar ante la Piedad de Miguel Ángel y no creer en la paternidad de la escultura, o sea, pensar que la Piedad se encontró un día en los Alpes así, por casualidad, porque el azar la esculpió así… Quien no tiene fe se parece un poco a eso.
Para mí ha sido un camino incluso racional: he pensado que el mundo no podía ser sino fruto de una voluntad inteligente, mucho más que la nuestra, y desde ese momento también he esperado que sea una voluntad de amor, una voluntad que nos amase de verdad. Porque hay dos modos de tener fe: la del cristiano que pone en Dios toda su esperanza y confianza posible, y la de Yago, en el Otelo de Shakespeare, que decía: “Creo en un Dios cruel que me ha creado semejante a él”. Se puede incluso creer así. ¡Siempre es más lógico eso, que no creer!
Entrevista de Alessandro Gisotti, en vaticannews.va.
Traducción de Luis Montoya.
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