En esto consiste nuestra ilimitada contribución: no en ser más de lo que somos, sino en ofrecer y dar sin freno lo mejor de nosotros mismos
La lucha del hombre moderno contra sí mismo consiste en salir de los límites que la vida marca para él. En los libros de autoayuda y en la psicología al uso se abusa de expresiones tales como poder sin límites y también se promulga que los límites representan un menoscabo para la libertad humana, que todo está a nuestro alcance y que vivir una vida limitada es algo indeseable. Están de moda filosofías existencialistas de vivir, no tanto el presente, sino sin límite de placer, de experiencias, de riesgo, evitando lo doloroso y evadiéndose de aspectos humanos como la compasión o la entrega a los demás. Entrega que no significa sacrificio sino el noble gesto de compartir con otros las propias cualidades.
Un ser humano tiene unas facultades y no otras, tiene valores, dones y habilidades que le son propias. Las facultades de una persona no son las de otra. Al igual que un manzano no da peras ni el roble fresas, un ser humano es un Ser único y limitado en el sentido de que, lo que le hace ser sí mismo, es aquello de lo que está dotado. La dotación no implica estar por encima o por debajo de alguien sino asumir y reconocer lo que somos como expresión de humanidad. Nuestros talentos nos representan y nos limitan en el sentido expansivo de SER lo que somos.
Un dato interesante es este: se piensa comúnmente que una persona insegura es alguien que no se atreve a tomar decisiones o alguien que duda. Desde este enfoque de asumir lo limitado como algo propio que da la entidad de Ser, la inseguridad no es sino la poca percepción que tiene una persona de sus propios límites, o sea, alguien que no sabe lo que realmente es. No lo somos todo ni nunca lo seremos: somos el límite que al nacer se nos dio para desarrollar al máximo lo que hay dentro de este límite. Y en esto consiste nuestra ilimitada contribución: no en ser más de lo que somos, sino en ofrecer y dar sin freno lo mejor de nosotros mismos.
La mente desconectada del Ser tiende a creerse o por encima o por debajo de los límites. Hace eso para falsamente definirse. No lo hace en base a las propias facultades sino a la comparación de querer más de lo que realmente puede. Este es el concepto de reconocimiento que hemos adquirido de la cultura competitiva: un elegante tipo de soberbia, que no es sino la antítesis de la humillación. Como alternativa de equilibrio se halla la humidad, concepto que se confunde con sumisión pero que nada tiene que ver con éste. La humildad es el hecho de ser uno mismo, ni más ni menos.
Veamos: humillación es el estado mental de menoscabo y de falta de reconocimiento de las propias facultades y talentos. Implica por lo tanto no reconocimiento de lo que uno es pero por defecto. Soberbia es el estado mental de superioridad, de creerse más de los límites que uno tiene. Por lo tanto, tampoco implica reconocimiento de lo que uno es pero por exceso. Ambos extremos ciegan el cielo de la humildad, que no es sino el estado de Ser y estar donde se hace honor a los propios límites, un lugar de expresión máxima de las facultades y cualidades que llevamos dentro.
Entender que las diferencias individuales son limitadas, y que por eso son individuales, es la clave de la aceptación personal. Por ende de la seguridad. Sólo que este planteamiento no hace mucha gracia a quienes diabólicamente confunden presencia de límites con falta de libertad.
Habiendo reinterpretado el concepto de límite y como éste nos emplaza a la máxima expresión de SER lo que somos, hemos de entender cómo la ausencia de límites está a la orden del día y es fuente de confusión y conflicto:
−En la familia: hijos hedonistas y adictos que buscan placer sin límite. Ello lleva a tiranía e incontinencia emocional, las bases de la pornografía.
−En la pareja: uniones de cónyuges que se aburren consigo mismos y buscan experiencias sin fin para mantener el estímulo de la ausencia de límite.
−Programas educativos que no creen en el límite moral, en valores, y generan lo contrario de lo que pretenden (inseguridad y sujetos sumisos dependientes de la aprobación de los demás).
−La propia sociedad que interpreta límite como barrera y fomenta la superación de los límites humanos como algo deseable y valiente, llegando a tener la consideración de que ser un ser humano es poca cosa, de que no tener experiencias nuevas y no superar la propia humanidad hace infelices.
−O políticos que no tienen límite en su avaricia ni en la falta de amor a los ciudadanos que ya no representan.
Cuando al fin vemos la realidad a través del valor de los límites, entonces somos libres de comprender que la ausencia de límites es la causa de la infelicidad. Por lo tanto, vivir con la conciencia de Ser ni más ni menos lo que somos, conduce al amor.
Antonio Galindo es psicólogo en Asesores Emocionales.
Fuente: larazon.es.
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