El lenguaje claro y directo hace de esta exhortación una propuesta incisiva, que podrá suscitar muchos frutos de vida cristiana y de evangelización
En la exhortación apostólica Gaudete et exsultate (“Alegraos y regocijaos”), sobre la llamada a la santidad en el mundo actual (19-III-2018), el Papa Francisco explica el camino cristiano de la santidad. Un camino que se propone para todos y del que los cristianos hemos de ser especialmente conscientes. (Ver video de Vatican Media).
Después de exponer el significado de la santidad, advierte de algunas malas interpretaciones. Luego muestra las enseñanzas de Jesús en los Evangelios. A continuación, presenta algunas manifestaciones o características de la santidad. Concluye subrayando algunos medios que tiene el cristiano para colaborar en su propia santidad. En una lectura primera y rápida cabe señalar algunos acentos.
La santidad: camino cristiano
El capítulo primero (“la llamada a la santidad”) presenta la protección y la cercanía de los santos. Los santos son gente del pueblo, del santo pueblo fiel de Dios, con expresión grata a Francisco. Muchos han vivido y viven cerca de nosotros (es la santidad “de la puerta de al lado”). La llamada a la santidad se dirige a cada creyente. “Todos −escribe el Papa, haciendo eco al Concilio Vaticano II− estamos llamados a ser santos, viviendo con amor y ofreciendo al propio testimonio en las ocupaciones de cada día, allí donde cada uno se encuentra”. “Cada santo es una misión” que se vive reproduciendo en la propia vida los misterios de la vida de Cristo. Y esa misión hace la vida más plena, más alegre, más santa.
Destaca Francisco “dos sutiles enemigos de la santidad (capítulo segundo), apoyándose en las declaraciones de la Congregación para la Doctrina de la fe (Carta Placuit Deo, 22-II-2018): el gnosticismo y el pelagianismo actuales. Son −afirma− dos formas de antropocentrismo, disfrazado de verdad católica. No se puede buscar la salvación solamente por la razón o por la voluntad, porque solo Dios salva al hombre. En cambio, esos caminos desembocan en un complejo de superioridad que olvida la primacía de la gracia de Dios y la importancia de la misericordia con el prójimo, el reconocimiento de los propios pecados y la atención a las necesidades materiales y espirituales de los demás.
Santidad para todos, hoy
“A la luz del Maestro” (capítulo tercero) comprobamos que los cristianos estamos llamados a ser felices buscando el amor de Dios y el servicio a quienes nos rodean. Esto aparece claro en las Bienaventuranzas y en la parábola del juicio final (cf. Mt 25, 31-46). Santa Teresa de Calcuta decía: “si nos ocupamos demasiado de nosotros mismos, no nos quedará tiempo para los demás”.
Como “notas de la santidad en el mundo actual” (capítulo cuarto) apunta Francisco: el aguante, la paciencia y la mansedumbre; la alegría y el sentido del humor; la audacia y el fervor; la dimensión comunitaria de la santidad; la necesidad de la oración constante (junto con la lectura de la Sagrada Escritura y el encuentro con Jesús en la Eucaristía).
Salida de nosotros mismos
Finalmente (capítulo quinto), para avanzar hacia la santidad propone tres medios: el combate espiritual (entre otras cosas porque el demonio existe); el examen de conciencia (para evitar la corrupción y la tibieza); y el discernimiento (para saber caminar por donde Dios nos lleva con libertad de espíritu, generosidad y amor, y teniendo en cuenta la “lógica de la cruz”).
“El discernimiento −escribe Francisco− no es un autoanálisis ensimismado, una introspección egoísta, sino una verdadera salida de nosotros mismos hacia el misterio de Dios, que nos ayuda a vivir la misión a la cual nos ha llamado para el bien de los hermanos”.
Su lenguaje claro y directo hace de esta exhortación una propuesta incisiva, que podrá suscitar muchos frutos de vida cristiana y de evangelización. El camino de la santidad es buscar la unión con Jesucristo. La santidad, en efecto, no requiere capacidades especiales, ni está reservada a los más inteligentes o instruidos. Solamente requiere dejarse hacer por el Espíritu Santo: “Permítele −aconseja el Papa− que forje en ti ese misterio personal que refleje a Jesucristo en el mundo de hoy”.